Capítulo 38: No más

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Katya no sabía si gritar, llorar, romper algo o abrazar a alguien. Probablemente quería hacer todo al mismo tiempo. Pero aunque este bebé era una buena noticia para ella, donde su corazón agitado lanzaba fuegos artificiales y su mirada irradiaba más que el sol. Solo sabía que también significaban más problemas. Si las cosas eran difíciles solo ambos, con un bebé de por medio Egan sufriría un colapso total.

Y Katya no sabía como sobrellevar eso.

¿Cómo iba a ser posible eso si ellos se cuidaban? No lo habían hecho demasiadas veces, pero tampoco es como que eran inexpertos y no supieron ponerse bien un maldito condón. ¿Ellos habían usado condón?

Katya recordó aquella mañana en la que Egan le dio por primera vez un arma, aquella mañana de la parrillada en la fiesta de Egan, donde él le dio un arma por primera vez. Katya había iniciado el contacto físico y ella no se preocupó por protección. ¿Cómo había sido tan tonta? Y, además, solo había sido una vez. ¿Quedó embarazada solo por esa vez?

Casi como si fuera instantáneo junto a la noticia, Katya sintió las náuseas subirle por la garganta. Muy decentemente le dijo a Ivan que saldría un momento, incluso le dio tiempo de borrar los resultados de su prueba. Pero cuando estuvo sola en el pasillo, corrió como alma que persigue el diablo hasta el baño. Agradeció que estaba completamente solo y aprovechó de vaciar todo el poco contenido que había en su interior.

Después de expulsar todo lo que podía, Katya caminó hasta el lavabo y se miró la cara. Sí, Ivan tenía razón: su piel estaba gris, su cabello sin vida y sus ojeras profundas y moradas, había perdido peso muy dramáticamente y ni sus pecas se veían atractivas ya.

Había perdido todo su encanto y Egan ya no la miraba más. Ahora parecía encajar todo un poco más.

Egan...

Tan solo pensar su nombre hizo el cuerpo de Katya sacudirse. ¿Cómo reaccionaría cuando le dijera? No sería nada bueno, él no querría al bebé.

Él en su momento quiso tener hijos con Katya, ciertamente. Incluso le dijo que a cada hijo que tuviese le regalaría desde su nacimiento uno de los cachorros de su loba. Pero eso fue antes de que a Egan se le metiera en la cabeza que ella era una traidora.

Katya debía huir, debía proteger a su bebé y si eso significaba estar lo más lejos que se pudiese estar de Egan, no le importaría llegar a los confines del mundo si era necesario.

🩸

Egan estaba sentado en su escritorio, tecleando en su computadora un par de correos. Había pedido muchísimos favores, había cobrado otros y había hecho demasiadas promesas las últimas semanas.

Estaba moviendo cielo y tierra por encontrar el resto del árbol familiar de la familia Caruso. Pero por ningún lado nadie conocía a una tal Alessia Caruso. Si ella en verdad nunca había existido, nadie se enteró ni siquiera de su embarazo. Y si ella en realidad existía y habían borrado su información para hacerla desaparecer, literalmente nadie sabía en qué universo ella estaba.

La única pista, el único nombre que había sacado de todo el problema con su tío y nadie sabía nada sobre ella. Solo Elián, quien aparentemente no le diría nada más a él.

Y Katya. Siempre estaba Katya presente en su casa y en su mente. Ella no se merecía lo que estaba sucediendo. Más que todo porque, fuese ella o no hija de Artem, cuando la madre de Egan murió, Katya tendría la misma edad que él. Ella no pudo haber participado, ni siquiera recordará si eso era cierto. Y aunque lo fuese, ella había pasado la mayor parte de su infancia en un orfanato y Egan lo creía. Ella no era culpable de la muerte de su madre y Egan tampoco la culpaba por haber vendido información sobre él. Después de todo, lo único que pudo haber encontrado en ese archivos de su tío era meramente actas de nacimientos muy antiguas.

EL INFIERNO DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora