Capítulo 32: Un renacer

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– Sí, gracias –la voz de Egan sonó distante hasta para él mismo. Tras cortar la llamada, Egan miró hacia el balcón de su habitación. En medio de la oscuridad de la noche, sentada en el suelo con su vestido arrugado alrededor de ella. Katya tenía la mirada perdida en los demás edificios frente a ella, pero realmente parecía que veía nada. Su cabello caía sobre sus hombros y de vez en cuando temblaba por el frío–. Argus, encárgate del resto, por favor.

El mencionado asintió, Egan lo miró con tranquilidad al saber que Argus haría lo que fuese por terminar de solucionar el problema.

– Egan –dijo Argus, su voz sonaba extraña, preocupada–. ¿Katya estará bien? Es decir, ella es fuerte, pero mató a una persona. Eso no se supera a la primera.

Egan no le respondió a Argus, en su lugar simplemente le dejó su teléfono para que terminara de hacer las llamadas pertinentes y tomó camino hacia el balcón. Deshaciéndose de su corbata y su chaqueta, Egan se subió sus mangas hasta sus codos e hizo tronar su cuello. Las horas de viajes estaban haciendo estragos con su cuerpo y la pesadez en su corazón no aliviaba nada su malestar.

Katya estaba arrodillada en el suelo, contemplando la nada misma, mientras que Luna, la loba de Egan, yacía sobre su regazo. Katya la acariciaba rítmicamente, pero Egan sospechaba que ni ella misma sabía lo que estaba haciendo. Tanto Luna como Titán y los cachorros estaban rodeando a Katya, los más pequeños solían lamerle sus brazos cada vez que a ella se le erizaba la piel por el frío.

Egan volvió a tomar su chaqueta para dejarla sobre los hombros de Katya. Pero ella ni siquiera se dio cuenta del gesto de Egan, porque sus ojos seguían ampliamente abiertos, mirando la nada. Luna se levantó de las piernas de Katya al sentir a Egan sentarse a su lado también, así que la loba decidió seguir sobre Katya pero del otro lado de Egan.

Era increíble como la loba sabía que Katya estaba mal y necesitaba apoyo, sin siquiera tener una conciencia real. Si Katya fuese meramente consciente de su entorno, habría notado esto y su lado nerd la hubiese puesto a investigar a fondo sobre el comportamiento canino.

Egan finalmente hartado de ver a Katya pero sentirla a miles de kilómetros de allí, estiró su mano y tocó su fría piel de los hombros. Ella estaba helada, aún en shock, y Egan no sabía que hacer para sacarla de su aturdimiento.

– ¿Te divertiste mientras no estuve? –Preguntó Egan. Él sentía una gran necesidad de preguntar por Artem, pero en ese momento ni siquiera su rival de toda la vida importaba.

Solo importaba Katya en ese momento.

Katya solamente asintió a su pregunta, sin realmente apariencia de que hubiese oído la pregunta en absoluto. Egan suspiró, mientras se inclinaba hacia Katya y deslizaba su mano por la mejilla de ella. Aquello la despertó brevemente de su ensoñación, pero sus ojos dolidos fueron lo que más impactó a Egan.

– El cuerpo... –la voz de Katya salió débil y suave–. ¿Qué hiciste con su cuerpo?

Egan negó, no queriendo hablar del tema con Katya. Ella todavía estaba muy mal como para seguirle echando sal a la herida, pero tanta fue la insistencia de Katya, que Egan al final suspiró pesadamente y aceptó su derrota.

– Argus se está encargando. Por suerte, nadie en la fiesta oyó el disparo, así que pudimos cerrar el baño sin que se sospechara nada –Egan relamió sus labios–. Tengo un contacto que se encarga de las "limpiezas", también hacen desaparecer el cuerpo.

Katya asintió, siendo invadida por otro escalofrío. Egan se acercó un poco más a ella con la esperanza de brindarle de un poco de su calor corporal. Pero Katya ya no estaba allí otra vez, estaba en la nada misma, contemplando el vacío entre los edificios. Fue tan evidente la forma en que se disoció, que hasta Luna se levantó sobre dos de sus patas y se apoyó en los hombros de Katya, como intentando darle un abrazo.
Pero Katya no se dio cuenta de esto.

EL INFIERNO DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora