Katya sintió sus piernas y brazos empezar a temblar, sus manos estaban apoyadas sobre los duros y bien tonificados brazos de Egan, mientras sus caderas descansaban sobre la estrecha cintura de él. Era probablemente la ocasión en la que ella había estado tan cerca físicamente de Egan, y que además estuviese fuera de un contexto médico o de salud. Asimismo, también era la primera vez que ella sintió que una mirada era capaz de derretirla y hacer que sus bragas se mojaran. Aquello último la fastidió terriblemente.
Egan deslizó su mano sobre el hombro y hasta el cuello de Katya, enredando sus dedos con tanta facilidad en las hebras de cabello que estaban en su nuca. Apretó y tiró del cabello de Katya hasta hacer que ella se arqueara y se quedara sin aliento con un jadeo. Katya luchaba contra la propia voluntad de su cuerpo por recuperar el control y levantarse, pero ella estaba tan asombrada por la situación que ni siquiera podía recordar muy bien como respirar.
Cuando el agarre que tenía Egan en su cabello la hizo inclinarse hacia adelante, Katya creyó que su cuerpo sucumbiría ante la necesidad y el deseo. Egan también levantó su rostro hasta hacer que sus labios rozaran con los de Katya, solo lo suficiente para sentir como una chispa saltaba de uno a otro. Ambos se quedaron allí, disfrutando de esa leve caricia que repetían rítmicamente, pero cuando Egan se inclinó para buscar más de los labios de Katya, ella finalmente despertó de su ensoñación.
Como un rayo, Katya se levantó de encima del cuerpo de Egan y se alejó lo más que pudo de él aunque sus piernas las sentía de gelatina, aunque digamos que el abultamiento en el pantalón de Ega tampoco le hacía más fácil poder recuperar su cordura.
Egan se levantó también lentamente del sofá y miró con cautela a Katya. Ella se sentía a poco de salir corriendo, y Egan la conocía tan bien que procuró mantener sus movimientos lentos y precavidos para evitarla, como si ella fuese un animal salvaje y herido.
Bueno, ciertamente Katya se sentía herida por el momento de salvajismo que casi se permiten ambos.
– Una cosa es que estemos casados –Katya rompió el silencio, abrazándose a sí misma–, y otra completamente diferente es que seamos esposos.
Justo en ese instante, Titán se subió al sofá junto a Egan y bramó un ladrido hacia ella, que hizo eco en las paredes de la habitación y le provocó el inicio de un terrible dolor de cabeza a Katya. Aquello era el colmo.
Egan acarició suavemente el pelo de Titán. – Estamos casados, Katya, y somos marido y mujer.
Katya se removió incómoda, jugueteando con sus manos y provocándose rasguños de sus propias uñas en sus palmas. Era la primera vez que Egan notaba esa manía, pero debía hacer algo para detenerla antes de que se lastimara de verdad.
– Eso no te da derecho a intentar besarme.
Pero antes de que Egan pudiese responderle algo a Katya, o siquiera levantarse para excusarse o pedirle perdón por el inconveniente, Katya tomó camino hacia la puerta de la habitación y salió despavorida por el pasillo. Egan suspiró de cansancio, mirando una última vez a su pareja de perros. Titán estaba recostado, esperando que Egan se fuera para dormir finalmente, mientras que Luna simplemente miraba la escena con extrema curiosidad. Egan deseó que los perros hablaran para preguntarles a ellos si lograban comprender a Katya, porque él sinceramente no lo hacía.
Egan salió de la habitación, cuidadosamente de no tropezar con ninguno de los juguetes de la familia perruna, y de no hacer ruido al cerrar la puerta. Buscó a Katya después de eso en el pasillo, y no estaba. Probablemente había logrado encontrar el camino de regreso a la habitación. Pero cuando Egan la buscó allí, tampoco estaba: la habitación estaba oscura y abandonada. Egan comenzó a temer de que ella estuviese efectuando algún intento de huída, él sabía que la presencia de tantos guardias repartidos estratégicamente por toda la casa no le permitirían a Katya huir, pero le asegurarían al menos unas llaves y quizás algunos moretones. De eso no la podía salvar Egan.
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EL INFIERNO DE LA MAFIA © || [+21]
Romance**HISTORIA 2** La vida de Katya era completamente normal hasta aquella noche. De 22 años y proveniente de una cálida familia adoptiva, Katya está recién graduada de la universidad de medicina. Ha estado buscando empleo en el hospital local de su ciu...