Capítulo 36: Una pesadilla hecha realidad

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Sylvana y Katya estuvieron un rato largo dentro del auto mientras intentaban localizar a Argus. Egan no había estado seriamente herido cuando él se lo llevó, pero era difícil saber a ciencia cierta dónde se lo llevaría para protegerlo y esconderlo de cualquier otro ataque.

Sylvana se había estacionado en las afueras de una gasolinera, donde había comprado un café para ella y había alquilado un teléfono para Katya. Ella intentaba llamar a Argus, pero el teléfono no respondía. La llamada solo repicaba y repicaba, pero posteriormente caía la contestadora y Katya solo se preocupaba un poco más.

– ¿Sigue sin responder? –Preguntó Sylvana dándole un trago largo a su café.

– Sí. –Respondió Katya, soltando con más fuerza de la que necesitaba el teléfono público.

Ella seguía enojada, la adrenalina aún corría por sus venas, su mente estaba entumecida. No podía hacer mucho para tranquilizarse, pero el sol ya había salido por el horizonte y ella no veía a Egan desde la noche anterior.

– Oye, Kat, los encontraremos. No te preocupes. Llamarán en cualquier momento –dijo Sylvana, con una sonrisa tranquilizadora para Katya mientras le ofrecía un poco de su café. Katya lo tomó, agradeciendo poder pensar en otra cosa. Sylvana suspiró, su rostro dulce tornándose preocupado mientras miraba a Katya–. Y podemos aprovechar que estamos solas para hablar. De hecho, más bien te tengo un consejo: cuando comienzas a matar sin razón, ya dejas de ser mafiosa y pasas a ser asesina. Egan lo hace, ciertamente, pero él tiene sus buenas razones para hacerlo. Vi lo de Farham y ya parecía más personal que por supervivencia o trabajo.

Katya comenzó a juguetear con sus dedos. Lo de Vanessa también había sido personal. Sí, ella había intentado matarla, pero realmente no había representado una amenaza después de eso. Katya lo había hecho porque Vanessa le repetía que ella cambiaría para mal y, además, no dejaba de estar constantemente sobre Egan.

Eso había sido venganza. Y Katya, por un momento, sintió que podía contarle a Sylvana lo que había sucedido en la fiesta realmente. Ella jamás se lo diría a nadie, Katy estaba segura de eso, pero por algún motivo su boca no se abrió para contarle eso específicamente.

– Sylvana, yo no...

– No, escúchame –la detuvo Sylvana con amabilidad, su rostro adorable estaba tenso–. Escuché lo que él dijo, cómo intentó hacerle creer a Egan que tú estabas traicionándolo con mi padre o algo así. No lo sé, ni siquiera me importa por qué sé que no es cierto. Pero no puedes matarlo simplemente porque él haya dicho eso sobre ti. Habrá cientos de personas de ahora en más que te juzgarán por tu posición. Yo estoy acostumbrada a eso y solo soy un soldato, aspirando algún día robar el puesto de caporegime. Es decir, el que tienes Argus actualmente.

Katya levantó sus cejas. – Hablando de él...

– No, no, no –le interrumpió Sylvana con una sonrisa, pero su sonrisa la delataba bastante mientras jugueteaba con un mechón de su corto cabello y lo llevaba hacia detrás de su oreja–. Lo único que ahora me preocupa de Argus, es que no haya llamado. Puede que tengan mala cobertura o algo así, pero no justifica que nos deje así por más de cinco horas.

Katya comenzaba a llenarse de ansiedad por no saber nada de Egan. Pero algo en lo que había dicho Sylvana podía ser cierto. "Mala cobertura". En la clínica no había una buena cobertura también, en especial dentro de las habitaciones de la unidad de cuidados intensivos.

Allí es donde debían estar.

– Permiso –le dijo Katya volviendo a tomar el teléfono y metiendo unas monedas dentro de él. El número se lo sabía de memoria, ni siquiera tenía que esforzarse en recordar ningún número. La llamada inició con un par de timbrazos, y como al cuarto o quinto, el otro lado descolgó–. ¿Ivan?

EL INFIERNO DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora