13. Ya era hora

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—Tee, sé que quizá es un poco tarde para preguntar eso, pero por mi tranquilidad mental, Sam si está enamorada de mi amiga, ¿verdad? Me refiero a que espero que te lo haya confesado.

—Admito que actuamos impulsivamente, pero sí, Sam está muy enamorada de Mon, desde que la conoció básicamente.

—¡Lo sabía! Desde que supe de la existencia de Sam sentí que había algo especial de su trato con mi mejor amiga.

—Para su mala fortuna la que se dio cuenta de eso fuiste tú y no Mon. Aunque si la quiere, ¿verdad?

—La adora.

—Bien. Confieso que empezaba a caerme mal... Sam era demasiado obvia y Mon ni en cuenta.

—Soy la primera en querer golpearla, pero en su defensa, no era capaz ni de reconocer sus propios sentimientos... En la vida se iba a dar cuenta de lo que sentía Sam por ella.

—Y bueno, Sam mucho no ayudaba mucho tampoco... Estaba convencida de que Mon tenía amores hasta para regalar.

—No la puedo culpar por creer eso, Mon tiene una habilidad para meter la pata que, si fuera un deporte olímpico, se llevaba todas las medallas de oro.

—Estamos de acuerdo en que para bien o para mal, ellas dos son tal para cual.

—Sí. ¿Qué estará pasando con ellas? Me muero de la curiosidad.

—Ni que lo digas, me estoy conteniendo para no ir a buscarlas.

—Ya no puedo más, iré con ellas.

—Yuki, no. Imagina que las interrumpes en algo importante. Nadie te lo perdonaría, empezando por mí. Tampoco quiero morir a manos de Jim, ni ser responsable de que se le adelante el parto del bebé.

—¿Quién es Jim?

—Otra de nuestras mejores amigas, en general es bastante agradable, pero desde que está embarazada tiene menos paciencia que nunca. Ama a Sam y cualquier persona que siquiera la mirara feo, pagaría las peores consecuencias.

—Si Mon llega a arruinar esta oportunidad no sé de qué yo sería capaz...

—Y yo espero que Sam por primera vez en su vida me haga caso, esta vez sí tengo razón.

—¿Por qué serán tan tercas?

—Deja lo tercas, lo distraídas que son. Ellas son como la versión humana de Dora la exploradora y por más que una les dice las cosas, no hacen caso.

—Estoy de acuerdo contigo. No sé qué le pasó a Sam, pero yo una vez hice que Mon se cayera de la bicicleta, me temo que es mi culpa de que sea así...

—¿Cómo hiciste que cayera?

—Deberías saber que ambas éramos muy competitivas... Me iba ganando, en un intento desesperado por alcanzarla, golpeé su llanta trasera y salió volando... Afortunadamente cayó en el pasto, pero me temo que desde ahí quedó mal.

—Me habría gustado ver eso y tener historias graciosas que contarte de Sam, pero no hay nada que pueda decirte. Ella se la pasaba jugando ajedrez, damas chinas y cualquier otro juego de ese estilo. Su familia es muy estricta, así que me temo que su abuela es responsable de que Sam sea tan rara por momentos.

—Tantas diferencias entre ellas y tenían que ser igual de torpes, increíble.

—Sé que ya dije esto, pero ¿qué estará pasando?

—Espero que pronto lo sepamos, porque siento que ya no puedo resistir más la espera.

—Mi necesidad de alimentarme de chisme me está haciendo una mala jugada.

La chica del apartamento 512 (Monsam)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora