🅳🅾🅲🅴

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Estaba saliendo de su habitación e ir en busca de algo para comer cuándo escuchó el gritó de su hermano menor y luego un objeto siendo arrojado contra la pared.

Se alertó y se apresuró hacía la puerta de la habitación del chico.
— ¿Joaco? — llamó mientras daba dos golpecitos a la puerta, cómo no recibió respuesta alguna, no tuvo más opción que abrir la misma y adentrarse a la habitación.

Él estaba tumbado en la cama, boca abajo y con su rostro pegado en la almohada. Soltó un suspiro y se acercó hasta sentarse junto a él y pasar una mano por su espalda, dándole suaves caricias. — ¿Es Emilio otra vez?

Joaquín levantó su rostro y se colocó de costado con cuidado haciendo una mueca de dolor, sorbiendo su nariz luego. — Soy un imbécil, Ren. Soy un estúpido. Emilio me odia mientras que yo lo amo con todo lo que soy.

Hizo una mueca y negó. — No voy a decirte que dejes de amarlo, porque es imposible dejar de amar a una persona de un día para otro, hermanito. Pero si te diré que deberías dejar de intentar algo con él. No entiendo porqué aceptaste ser su mentor. Él no se merece nada de tí.

— Él necesita sus notas y yo también. Ésto también lo hago por mí.

— Jos, aunque tu profesora no te hubiera dicho que te daría esos puntos extras, lo habrías hecho igual sólo porque es Emilio a quién tienes que ayudar. — acusó con suavidad. — Mira, tú eres chico hermoso, hay miles de chicos y chicas que mueren por tí. Podrías tener a cualquiera con sólo chasquear los dedos. ¿Porqué no lo intentas con alguien más?

— No puedo, Ren. Ya lo he intentado y nada me ha funcionado. Mí estúpido corazón sólo lo quiere a él.

— Bebé, te estás lastimando. — dijo con pesar.

— Ya se me pasará. Tengo que ir a su casa ahora. — dijo mientras limpiaba sus ojos. — Me iré a duchar. ¿Me has comprado esos calmantes que te pedí?

Asintió. — Ya te los traeré, pero primero debes comer algo. No has comido nada en todo el día.

— Me duelen mucho las costillas, Ren. Ese hijo de puta casi me las ha fisurado.

— Voy a traerte los calmantes y un sándwich. Creo que algo de comer debe haber. René ha perdido todo el dinero en sus apuestas de mierda.

— En mí cajita está lo que he ganado en éstos días. Toma lo que necesites de ahí.

Negó. — Esa es tu plata para la universidad, Joaquín. Guarda eso.

— Si tienes hambre, úsala, no importa. Por favor, úsala.

Renata asintió y se acercó para besar la mejilla del castaño y luego salió de la habitación.

[...]

Eran las 4 de la tarde y sus padres no estaban en casa. Bondoni no le había dicho a que horario iría a su casa, pero tampoco es cómo que se moría por estudiar.

Estaba por prepararse una chocolatada cuándo el timbre resonó en toda la casa y dejó la taza sobre la isla para luego caminar hasta la entrada.

Joaquín había llegado, vino con su mochila y su típica chaqueta de cuero, jeans negros y sus botas. Sus ojos estaban cubiertos por unos lentes negros de marcos redondos, a lo Heppie.

— Entra, Bondoni. — dijo haciéndose a un lado.

— Gracias. — respondió el castaño para luego adentrarse y dar unos cortos y lentos pasos hasta que estuvo en medio del pasillo.

Emiloo se le quedó viendo y luego aclaró su garganta.
— ¿Quieres que lo hagamos en la sala ó en mí habitación?

Bondoni enarcó una ceja. — ¿Que?

Te Amo Emilio // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora