《Omatikaya》
Ellos eran diferentes a los metkayina.
Colas pequeñas, delgados, de tonos azules que tocaban al cielo nocturno, pertenecientes de bosque y no de mar. Hijos de tierra, como los llamarían algunos pertenecientes a los mares.
Una familia...
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Ya era temprano por la mañana, para cuando Ao'nung salía de su hogar sentándose fuera de este.
No tenía ganas de ir a ningún lado y era agobiado por la tristeza. ¿Él no quería despedirse de Neteyam?...él quería que estuviera cerca suyo.
Miró al mar mientras pensaba en su chico y en lo sucedido, deprimido.
Neteyam y él eran jóvenes, si. Pero... si el tuviera la oportunidad de tener un hijo con él, lo atesoraria. Sin embargo, la oportunidad se presentaba sin planificación y ¿su gatito tenía un embarazo defectuoso?...
No sabía cómo pensar al respecto, abogando solamente por los sentimientos negativos que le invadían.
— hermano, ya es hora — anunció Tsireya saliendo del marui y notandolo ahí sentado. Seguro que podía ver lo deprimido que estaba a kilómetros — Ao'nung... — le llamó esta con un tono preocupado, acercándose hasta sentarse a su lado.
El negó sin una pisca de buen humor, negándose a encararla.
— ¿sabes que no se irá para siempre?, el volverá — le decía esta, apoyando una de sus manos sobre su hombro — estoy segura de que el querrá verte al menos antes de partir — opino con pena, haciendo que alzará la cabeza y mirara al cielo un momento...solo antes de que la mirara a ella.
— no puedo despedirme de él — respondió con la voz algo rota. Saber que no vería al otro por más de una semana o quien sabría cuanto tiempo, le abrumaba.
Tsireya pareció suspirar y le juzgo un momento en silencio, observándolo.
— al menos deberías intentarlo — insistió, causando que volviera a agachar la cabeza como al principio.
Lo pensó por un momento, resentido ante la impotencia de no poder detener el viaje o cambiar algo al respecto.
Lo único que podría hacer era ver como este se iba en su propia cara.
Negó ante el pensamiento y se levantó, tomando algo de fuerza y valor. No podía simplemente deprimirse y no verlo por última vez antes de que se fuese.
Tsireya sonrió al ver que tomaba una decisión y se levantó, caminando a su lado hasta el marui de los Sully.
Nguway, el Ikran de Neteyam, estaba allí. Acompañado del de Jake Sully, Toruk y de la máquina de aquel na'vi extraño que acompañaba siempre a la persona del cielo.
