《Omatikaya》
Ellos eran diferentes a los metkayina.
Colas pequeñas, delgados, de tonos azules que tocaban al cielo nocturno, pertenecientes de bosque y no de mar. Hijos de tierra, como los llamarían algunos pertenecientes a los mares.
Una familia...
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Ao'nung se dirigía a casa algo angustiado, al igual que Rotxo y...Tsireya.
Caminaba tras de ella, habiéndose despedido cada uno de Rotxo y creándose un silencio incómodo.
No se digno a acercarse, aterrado y dando pasos flojos y silenciosos. Tsireya todavía debía de estar enojada con él...y prefería no confirmarlo porque le dolería si así era.
Miró la arena con temor reviviendo sus remordimientos y tratando de concentrar su mente en otra cosa.
— Hermano — nombró esta, haciendo que se detuviera y la mirara. Ella le miraba fijo, sin mostrar enojo o algo parecido — ¿Porque estas tan lejos? — le pregunto mirándolo, invitándolo con eso a que se acercará.
Ao'nung agachó las orejas avergonzado y sintiendo cierta calidez en el pecho cuando escucho su pregunta.
— yo..., reya — planeaba disculparse, apenado con ella.
— tranquilo — le interrumpió, volviendo a caminar y darle la espalda — anda, preparemos algunos caracoles juntos — le invito, haciéndole sonreír.
Odiaba admitirlo normalmente, eso de los caracoles...Tsireya se refería a crear manualidades, cosa que le gustaba a ambos hacer juntos.
Se acercó a ella para caminar a su lado, feliz al ser perdonado por su mayor confidente y amiga (sin dejar a Rotxo atrás, Tsireya era su primera amiga, siempre a su lado independientemente de ser hermanos).
— te he visto — comento ella con una sonrisa, atenta al camino — así que... ¿Neteyam y tú? — le cuestionó, haciendo que se le colorara la cara un poco.
Así que se había dado cuenta.
— reya — la llamo por su apodo, tratando de detenerla un poco con sus ideas. Aunque siendo sincero ya era tarde aunque no lo fuera a admitir por deseo. Neteyam le había atraído por completo y ese día terminó por engancharlo completamente — ugh... por favor no le digas a madre, se volvería loca — pidió avergonzado, provocando en la ajena risas.
— no diré nada, tonto — pronunció dándole un empujoncito — ambos se complementan — comentó, haciéndole sonreír.
— tu no te quedas atrás — contestó, mirando cercana el marui donde vivían — Lo'ak... — nombró, haciendo que esta se ruborizara un poco. En el blanco.
Tsireya suspiro un poco, negando con una sonrisa.
— espero que payakan no lo lastime — comento con preocupación, mostrando una sonrisa triste. Se preocupaba por él.
