《Omatikaya》
Ellos eran diferentes a los metkayina.
Colas pequeñas, delgados, de tonos azules que tocaban al cielo nocturno, pertenecientes de bosque y no de mar. Hijos de tierra, como los llamarían algunos pertenecientes a los mares.
Una familia...
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Un día en específico, al atardecer, Ao'nung se mostraba más nervioso que nunca y auténticamente feliz, como nunca antes.
Tsireya lo acompañaba como dama de honor a un lado suyo, reconfortandolo mientras tenía a Kiri al otro lado y a Lo'ak en conjunto con su fiel mejor amigo, Rotxo, como padrinos.
Se reunían en una pequeña ceremonia que se decidió mantener privada por él y peticiones de Neteyam, presentándose sólo personas importantes para ellos a exclusión de su pueblo.
Ambas familias se sentaban apartadas la una de la otra, mientras que la zona había sido condecorada con luces y decoraciones dignas de una boda.
Su boda
- hermano, puedo sentir tus nervios hasta aquí - le susurraba Tsireya desde su sitio, cerca suyo pero apartada. Burlándose.
- tu no serias diferente en mis situación - le respondió devuelta, provocando un par de risas alrededor.
Discutieron un poco de manera animada hasta que se escuchaba un ligero canto, ofrecido por directores de ceremonia allí presentes sólo para ese momento.
Miró al frente y sonrió enamorado al ver a quien más amaba y compartiría su vida con él, acercándose acompañado de su padre.
Neteyam se presentaba ante él con todos sus accesorios en blanco, portando una corona de flores con preciosas flores blancas de las que había cultivado en su jardín sólo para él.
Mostraba una sonrisa preciosa de esas, que le llenaban de calidez y sólo lograban que lo amara más, por increíble que pudiera eso ser.
Llevaba pintura por varias partes del cuerpo al igual que él, viéndose incluso más llamativo para la ocasión en la que le entregaba su vida.
Jake Sully lo dejo frente a él, pidiendo que le cuidara a su hijo y recibiendo por su parte un "lo haré", lleno de seguridad.
- te veo... - susurro enamorado, tomándole de la mano con suavidad mientras este enrojecia y se reía, mostrando lo nervioso que estaba.
- te veo - correspondió, antes de entrelazar sus dedos para poder empezar.
La ceremonia se llevó a cabo sin impedimentos ni contratiempos, dejando a Eywa en testigo de sus palabras, lo cuanto se amaban y como prometían compartir el resto de sus días al otro con sinceridad y devoción.
