𝟛. 𝕐𝕒 𝕟𝕠 𝕖𝕤𝕥á𝕤 𝕖𝕟 𝕦𝕟𝕒 𝕛𝕒𝕦𝕝𝕒

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📅 UN PAR DE DÍAS DESPUÉS

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📅 UN PAR DE DÍAS DESPUÉS

📍 MADRID

Carlos se revolvió inquieto entre las sábanas. Los acontecimientos de estos días no le dejaban conciliar el sueño. Lo que pasó en Nusa, luego lo de Karisa y la vuelta al hogar. No había avisado a nadie de que estaba en casa. Sabía que si lo hacía, su madre le exigiría ir a verla de forma inmediata y aún no estaba preparado para eso. Vería a su familia en la tradicional fiesta de Noche-vieja. Se recordó a si mismo que debía llevar a Karisa de compras. La joven rusa no disponía de ropa de ningún tipo y estaba usando sus viejas sudaderas de Red Bull, así como su ropa de deporte.

En los dos días que llevaban juntos en la casa, apenas se habían dirigido la palabra. Ella permanecía encerrada en el dormitorio que le había asignado y solo se veían a la hora de las comidas, y no todas, pues Carlos tenía asuntos que atender en Madrid que requerían su presencia de forma inmediata. Pero, Karisa no estaba sola. Un par de guardaespaldas la vigilaban y una señora de servicio la atendía, aunque al parecer la pequeña rusa no daba problemas y se estaba comportando.

Llevó sus manos detrás de su cuello cavilando como proceder con ella. Debía ir con cautela para no asustarla más de lo que estaba, pero, también debía ser firme. De eso dependía la vida de la chica. 

Un grito desesperado lo puso en alerta. Se levantó con rapidez de la cama en pos de aquella voz que rompía el silencio de la noche con altos decibelios. Salió de su habitación y cruzó enfrente hasta entrar en la de Karisa. Ella era la que gritaba. Y por la angustia que reflejaba su voz, debía ser una pesadilla.

- ¡Vyydi iz menya! ¡Vyydi iz menya!

Reconoció perfectamente lo que ella decía, ¡Aléjate de mi!, gritaba la muchacha con desesperación y moviéndose de un lado a otro. Carlos se acercó y con mucho cuidado la agarró de la cintura intentando calmarla. Temblaba tanto que hasta podía escuchar sus dientes rechinar unos con otros. 

- Ei, Karisa, calma, tranquila -acarició su espalda con mucha calma y con cuidado pues lo que pretendía era que ella bajara los latidos de su alterado corazón

- No, no, no por favor, déjame -le dijo ella retorciéndose entre sus brazos. Estaba tan metida en su pesadilla que pensaba que Carlos formaba parte de ella y por eso lo rechazaba con tanto impetú

A Carlos le sorprendió que esta última frase la dijera en un perfecto español. No tenía ni idea de que ella lo hablara. Pero, eso no era ahora lo importante. Como pudo, la sujetó hablándole con voz suave hasta que ella dejó de moverse. Karisa se incorporó en la cama y estrelló su cuerpo contra el de Carlos dejándolo a él muy sorprendido.

La chica sollozaba. Era un llanto desgarrador, de esos que sufres cuando tienes mucho dolor y mucha pena. Él la estrechó entre sus brazos de nuevo susurrándole todas las palabras tranquilizadoras que se le ocurrían, a la vez que acariciaba su pelo con mucho cuidado.

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