𝟚. 𝕃𝕒 𝕡𝕖𝕢𝕦𝕖ñ𝕒 𝔹𝕖𝕝𝕚𝕜𝕠𝕧

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Carlos detuvo el Ferrari en un aeródromo que a simple vista parecía abandonado. Durante todo el recorrido, la chica no había pronunciando palabra alguna, algo que él agradecía, pues ahora mismo no tenía ánimos para hablar con nadie, y menos con una asustadiza chica. Aún le palpitaban las sienes y estaba deseando tomarse algo que le calmara ese maldito dolor. 

La hizo bajar del coche en cuanto lo estacionó delante de un pequeño jet privado. Este, era suyo, una de las pocas cosas que no pertenecía a la "familia". Tiró de ella sujetándola por la muñeca para que se apurara en subir al avión.

- ¡Me haces daño! –le gritó ella siendo sus protestas en vano pues Carlos aflojó su agarre, pero, no la soltó

- Vamos. Llegamos tarde –fue lo único de lo que él tuvo a bien informarla. 

Karisa estaba asustada. Intentaba disimularlo pues ella estaba acostumbrada a esconder sus emociones. Llevaba muchos años haciéndolo. Pero, parecía que con él, estas afloraban con más fuerza, pues, no podía evitar sentir el temor que le embargaba al estar tan cerca de él. Carlos era un Vor, uno de los jefes de la Bratvá rusa, o de la mafia roja. Había escuchado hablar de él. Nada bueno. Historias que asustaban. De las que te cuentan cuando planeas escapar y sabes que si te encuentran, será aún peor.

La chica sólo pensaba si habría sido mejor que se la dieran al rapado que la ganó en esa estúpida pelea, que al tío que tiraba de ella para que subiera las escaleras de ese avión.

Una vez dentro, un par de azafatas los recibieron con una pequeña y asustada sonrisa mientras él seguía avanzando con ella hacia el interior del aparato.

- Que no nos molesten. Y tráeme algo para el dolor de cabeza –le gruñó Carlos a una de ellas. Recibió un asentamiento de cabeza y desaparecieron

Karisa sentía sus dedos aún clavados en su piel de una forma algo dolorosa. Siguió tirando de ella hasta abrir una puerta al fondo del avión. La hizo pasar dentro sin muchos miramientos y la cerró con fuerza apoyándose en ella.

La mirada que él tenía sobre Karisa la ponía nerviosa. Muy nerviosa. Se sentía expuesta a él con ese odioso atuendo de prostituta barata. Intentó tirarse del escote del vestido hacia arriba para no mostrar sus pechos, pero, se veía ridícula haciéndolo y tuvo que desistir. 

- El baño está detrás de ti. Tienes cinco minutos para hacer lo que tengas que hacer y sales. Y quítate esas putas botas, son horribles

Ella tragó saliva y ni discutió. Agachó la cabeza y abrió la puerta entrando en el estrecho baño. Una simple ducha, un wc y un lavabo. Se sujetó a la encimera mirándose en el espejo. No se reconocía en la imagen que tenía frente a ella. El exceso de maquillaje, corrido por sus lágrimas, los párpados hinchados y el pelo revuelto. Esta no era ella. Era alguien irreal. Cogió una toalla de encima de un mueble y la impregnó en agua. Empezó a frotar su cara hasta ponerla roja consiguiendo su objetivo, quitarse toda la pintura que pudiera.

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