𝟚𝟠. ℙ𝕣𝕚𝕟𝕔𝕖𝕤𝕤 𝔾𝕣𝕒𝕔𝕖

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📅 MÁS TARDE

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📅 MÁS TARDE

Aunque no había ganado, Carlos se sentía feliz. El tercer puesto le supo a gloria porque Charles estaba en lo alto del pódium. El monegasco había ganado en casa, delante de su familia que lo aplaudía a rabiar. Incluso Karisa alzaba sus brazos en dirección al mediano de los Leclerc. 

Se sentía tan orgulloso de su amigo. Él también estaba feliz. Bueno, la pequeña parte de su vida que le permitía ser feliz, lo estaba. Y la culpa era de la castaña de ojos grisáceos que le había lanzado un beso cuando le dieron su trofeo como tercer clasificado.

Cuando terminaron todos los actos protocolarios, la buscó. Ni siquiera se había duchado. Lo que más deseaba era salir de una vez del circuito. Así que se puso una sudadera blanca encima de su ropa y sus inconfundibles gafas de sol.

Encontró a Karisa en el box de Ferrari haciéndose fotos con Pascale y Arthur, quien llevaba en sus manos el trofeo de Charles. Como si la castaña tuviera un sexto sentido, ladeó su cabeza para cruzar su mirada con la de Carlos. Se mordió el labio inferior algo nerviosa y le regaló una mirada con la que se lo dijo todo.

- Ya terminé –anunció Carlos acercándose hacia ellos. Una de sus manos se deslizó en la cintura de Karisa y bajó su cabeza para besar sus mejillas.

- ¿Y Charles? –le preguntó Pascale. 

- Con los de EuroSport. Bueno, nosotros nos vamos –Carlos ayudó a Karisa a dejar de apoyarse en la mesa que había tras su espalda y le ofreció su mano para que caminara junto a él.

- ¿Venís a cenar, cariño? –la pregunta de la madre de los Leclerc iba cargada de un deje de diversión que no le pasó desapercibido al piloto español.

- Ni a cenar ni a desayunar. Mañana nos vemos, Pascale.

Carlos le guiñó un ojo a la mujer y guio a Karisa hasta poder salir del box. Ya casi no había gente y los que quedaban estaban recogiendo todo para que en unas horas, las calles de Mónaco volvieran a la normalidad.

- ¿Dónde vamos Carlos? –Karisa se agarró a su brazo esquivando al movimiento frenético de mecánicos y voluntarios.

- A un hotel –le respondió él poniendo una de sus manos en la parte baja de su cintura. Su coche estaba a escasos metros y estaba deseando salir de una vez de toda esta vorágine.

- ¿A un hotel? ¿Y eso? –la pregunta de ella iba acompañada de una pequeña carcajada. Carlos la atrajo hacia su pecho y detuvo sus pasos. Acercó su boca hasta su oído haciendo que su voz le produjo ligeros escalofríos que encendieron todo su cuerpo.

- Porque no quiero que nadie oiga tus gemidos cuando esté entre tus piernas, chiquita.

- Porque no quiero que nadie oiga tus gemidos cuando esté entre tus piernas, chiquita

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