𝟝. ℂ𝕚𝕟𝕔𝕠 𝕞𝕚𝕟𝕦𝕥𝕠𝕤 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝕝𝕒 𝕔𝕦𝕖𝕟𝕥𝕒 𝕒𝕥𝕣á𝕤

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📅 ANTES DE MEDIANOCHE

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📅 ANTES DE MEDIANOCHE

Un paquete de lacasitos que simulaban ser las uvas y una botella de champan que se beberían a morro, era todo lo que Carlos y Karisa necesitaban para darle la bienvenida al 2022. Sentados dentro del coche y escuchando de fondo una de las cadenas que retransmitían las campanadas, la joven pareja se disponía a seguir la tradición para tener una buena entrada de año.

- En Rusia no tenemos estas tradiciones -le dijo ella mirando las gragéas de colores que descansaban en su mano. 

- Lo sé. Un año celebré la Nochevieja con Nikolái y su familia -le dijo él despreocupadamente. 

Un ligero estremecimiento recorrió el cuerpo de la chica al escuchar ese nombre. De todos era conocido que Nikolai Drayov era el jefe de la Bratva rusa y la persona más despiadada del planeta. Carlos vio como ella se tensaba en su asiento y se maldijo por pronunciar ese nombre en este momento. Con lo tranquilo que estaban los dos.

- Aún no me has dicho como sabes hablar español Karisa –le dijo él fijando su mirada en ella. La castaña se había quitado los zapatos y sus pies descansaban cruzados debajo de sus muslos. 

- . Mi bisabuela se casó con un español, de un pueblecito gallego llamado Santa Rosa, y fue ella la que se encargó de enseñárnoslo. Es un secreto. Nadie en la Bratva lo sabe.

- Pues lo hablas muy bien.

- De pequeña, antes de que ocurriera lo de mis padres, pasaba los veranos con mi bisabuela en su pueblo. Eso me permitió practicar el idioma.

La melancolía invadió a Karisa. Recuerdos de esa época, donde fue feliz, y donde no le temía a nada regresaron a su cabeza. La bisabuela Anaitat vivió muchos años, lo que le permitió aprender todo de ella y conservar su legado, aunque fuera en el fondo de su corazón. A pesar de todo lo vivido, de lo que la habían convertido, ella no olvidaba quien era y quien podría llegar a ser, por derecho propio.

Sintió la mano de Carlos en su muslo y salió de su trance al notar las suaves caricias de sus dedos en su piel.

- Ya van a dar los cuartos –le dijo él sonriéndole. Porque con ella, las sonrisas le salían con facilidad, sobre todo, porque no podía ser el diablo al que todos estaban acostumbrados y asustarla. Bastante temerosa estaba ya.

Karisa le devolvió la sonrisa y agarró la servilleta donde estaban sus lacasitos. Siguió las instrucciones de la pantalla, y también hizo caso a Carlos cuando él le dijo que empezara tomar el chocolate. Uno a uno, las pequeñas desaparecieron por su boca con cada campanada, hasta completar las doce.

En ese momento, Carlos tomó una larga respiración y echo su cabeza hacia atrás. Fijó su mirada en Karisa y se acercó a ella posando sus manos en sus mejillas. Lentamente la atrajo hacia si para posar sus labios con los suyos. Tomó su boca con lentitud, disfrutando del sabor del chocolate que aún impregnaba esta. Su lengua entró arrasando con todo a su paso y la movió con constancia provocando en Karisa todo un huracán de sensaciones.

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