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— Pa' ¿Mi guesa? — sus ojos estaban puestos en el rizado
— No mi amor, aún no puedes comer hamburguesa, recuerda que duele la pancita — explicó al menor. Sabe que parte de comer hamburguesas fue lo que le provocó la enfermedad a su niño. No dejaría que pasará de nuevo, aún no se recupera del todo y sigue en tratamiento
— ¿A favo? — puchereo. No sé rendiría, quizá le faltó decir la palabra mágica para obtener su hamburguesa
— No, ranita. El doctor dijo que tenemos que dejar de comer hamburguesas porque sino, nos duele la pancita — explicó el motivo para que su bebé entendiera
— ¿Mi sapas? — intentó negociar
— ¿Quieres papitas? — preguntó
— Iii — respondió mientras alzaba sus manitas en señal de felicidad
— Okey, le diremos a Mor que haremos papitas — sabe que tiene que avisarle a su novio lo que él pequeño comerá
— O, Mor o — frunció la ceja
— ¿Mor no? — preguntó desconcertado
— ¡O! — afirmó
— ¿Porque no? — preguntó curioso
— O, ¡Mor alo i mi bé! — soltó con molestia y tono de reclamo
— Mor no es malo — aclaró
— I, mi bé — respondió aún en tono molesto
— No hay ningún bebé, Hassa, Mor no tiene ni quiere otro bebé, debes entenderlo hijo — trato de explicar
El pequeño ojiazul se giró en la cama dándole la espalda a su pa. Estaba molesto, nadie le entiende. Él solo quiere hablar mejor y darse a entender un poco más. Por otro lado el rizado lo observó desconcertado. No entendía porque su ranita se comportaba de esa manera últimamente