Capítulo 38

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Narrador Omnisciente.

Lauren se perdió en las hebras oscuras que se movían con el viento del frío invierno ante la presencia de la lúgrebe madrugada. La mujer frente ella la miraba con los brazos cruzados arropados por la gruesa tela del abrigo en un indicio de buscar calor en su cuerpo y, aunque la única fuente de luz era un pobre farol en la vereda, de igual manera advirtió la rojez en la esclerótica de sus ojos llorosos.

Por alguna razón la mayor decidió quitar los ladrillos en su muro de contención, empezando a derramar todas las emociones guardadas desde años ante aquella joven desconocida sin saber qué Lauren era una mujer inteligente, que solo tenía que sumar dos más dos para entender quién era la bailarina y descubrir el hilo de su historia. Keana confesó el porqué trabajaba para un hombre que la amenazaba constantemente y el como había caído en una especie de círculo sin salida. La pelinegra escuchó atentamente sus lamentos con el corazón estrujandose dentro sus costillas. Debió admitir que le dio bastante pena, sobre todo porque recordó el como Camila le había dicho que vivía con su hermano que resultó ser su hijo, pero debido al ambiente en el que estaba envuelta, debía negarlo ante los demás para protegerlo de tener una madre como ella.

—Lo... lo siento mucho- encontró su propia voz cuando terminó de escuchar a la castaña ¿qué más debería decir? Lauren jamás se esperó que ayudar a una desconocida y llevarla hasta su casa resultara tan incómodo.

Keana negó con pena y se acercó a la motocicleta donde la joven pelinegra aún se hallaba sentada.

—De nuevo, gracias por ayudarme y traerme a casa.

—No hay de qué, en verdad.

Lauren frunció las cejas cuando Keana se limpió cualquier rastro de lagrimas y se acercó más de lo debido, posando la mano en su hombro por encima del cuero de la chaqueta mientras se mordía el labio de forma sugerente. Oh no. Desgraciadamente conocía aquella mirada. La había visto un par de veces cuando visitó Erotic. De un segundo a otro la vulnerabilidad abandonó su cuerpo sin dejar ningún rastro de debilidad y fragilidad. Aquella mujer ya no era la misma que ayudó a levantarse del suelo por un ataque de estrés, no era la madre preocupada por su hijo, no era la mujer que quería salir adelante, no, frente a ella había aparecido Kiss, la bailarina que envolvía en la locura tanto a hombres como mujeres. Frente a ella estaba Kiss, la mujer de cuál Camila estaba enamorada.

—La vecina lo cuida mientras trabajo, así que no lo veré hasta que salga el sol- comentó refiriéndose a su hijo —¿Te gustaría... entrar?

La mirada de la pelinegra pasó de la mano intrusa en su hombro hasta detrás de la silueta de la castaña; una casa que recordaba muy bien haberla visto antes, con los juguetes esparcidos por el jardín, el óxido de las rejas y las manchas de humedad en el pórtico. Quiso reír por dentro tras ser consciente de la situación. Sólo a ella le sucedían este tipo de cosas.

—Gracias, pero tengo que irme- declinó lo más amable que pudo.

Keana se encogió de hombros como diciendo "Tu te lo pierdes" y nuevamente le dio las gracias a la desconocida antes de adentrarse en el calor de su hogar.

Lauren esperó unos minutos antes de partir para asegurarse de que la bailarina había entrado con bien a su casa. Pasó las manos por su cabello cuando vio como las luces del pórtico fueron apagadas y tan solo la luz de la media luna y el farol de la vereda fueron su única compañía en aquel peligroso barrio.

—Joder...- susurró a la noche —Camz no va a creerme esto.

El rugido del motor hizo eco en la calle cuando Lauren decidió ir a su propia casa con la idea de que tenía que hablar con Camila lo antes posible. No quería traicionar la confianza de la bailarina, pero esa confesión más toda la información que la morena y ella habían estado reuniendo ya le parecía suficiente para dar aviso a las autoridades y sellar el final de su investigación.

Quiero conocerte (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora