Capítulo 24

445 43 2
                                    

Narrador Omnisciente.

El pavimento había absorbido una gran parte de la lluvia formando algunos charcos de agua que con el pasar de los autos iban tomando una coloración más amarillenta a causa de la tierra y otros residuos de la calle. Los vientos helados trajeron consigo muchas hojas y piedras diminutas que se colaban fácilmente dentro de los zapatos cerrados de Camila. Y no había algo más odioso que tener una pierda en el zapato.

Allí, de pie junto a la chica de ojos verdes, divisaron frente a ellas una casa de unos 30 metros cuadrados de color azul claro con manchas de un tono más claro debido a los años de exposición al sol. Las ventanas pobremente se encontraban protegidas con vallas de alambre y madera. Tenía un pequeño patio de césped verde lo bastante bonito como para desviar la atención de la deteriorada fachada; ahí afuera estaban esparcidos varios juguetes de plástico, en su mayoría coches y cohetes que llamaron la atención de la castaña.

Lauren vio las coordenadas de su teléfono. Sin duda, las respuestas arrojaban esa dirección; esa casa, rodeada de unas cuantas más en el mismo estado. No era un vecindario muy amigable para sus ojos; las calles ya empezaban a verse de tierra y los postes de luz parecían la espalda de su abuela, muy torcidos.

—¿Tocamos?- preguntó la ojiverde luego de un largo silencio.

Habían salido incluso de sus parámetros al llegar a ese lugar. Salir de los suburbios para adentrarse en uno de los barrios más peligrosos de Detroit según la internet y los muchos testimonios de las víctimas del hampa y la sociedad destruida.

—Puedes ir tu, si de verdad Keana vive aquí, me reconocerá.

Lauren asintió, indicándole a Camila que podía esperar dentro del auto. Caminó con cuidado de no pisar alguno de los juguetes y destruirlo sin querer, acomodándose la chaqueta una vez se encontró bajo el techado de madera que cubría la puerta. No había ningún timbre o alfombra, así que decidió apuñar su mano y dar dos toques de los cuales no obtuvo respuesta. El segundo intento tampoco resultó bien; entonces con audacia se acercó a la pequeña ventanilla que tenía la puerta, intentando mirar a través del cristal para ver al interior, pero solo pudo divisar un sillón oscuro con un cuadro sobre él en la pared y más juguetes en el suelo.

Suspiró resignada y antes de volver a su auto, Camila se bajó de este para caminar hacia la casa siguiente, la cual tenía una pinta similar al supuesto hogar de la bailarina. La morena se acercó rápidamente dentro del pórtico, asustándose por un pequeño caniche atado a la reja que la hizo retroceder de nuevo hasta la acera. El animal empezó a ladrar y a moverse, advirtiendo la presencia de un intruso. La propietaria de la casa, una señora de no más de 45 años, salió vestida con un guardapolvo verde agua, limpiando un par de lentes con la tela de la misma. Al colocarse las gafas, primero vio al perro y luego a ellas, quienes miraron a la mujer con una sonrisa incómoda.

—¿Quiénes son ustedes, jovencitas?

—Buenas tardes, señora, estamos buscando a Keana Issartel ¿la conoce?

Camila se atrevió a preguntar y, al ver la duda en los ojos de la mujer, inmediatamente supo que algo no estaba bien.

—No, no la conozco, lo siento- seguidamente cerró la puerta de su casa un poco fuerte para la impresión de ambas jóvenes, incluso volviendo a hacer que el pequeño animal volviera a ladrar.

Camila esquivó al inquieto caniche corriendo hasta el pórtico, tocó fuerte la madera de la puerta con la esperanza de que la mujer volviese a atenderla. Unos segundos después, la puerta se abrió solo unos centímetros, dejando ver solo la mitad de la cabeza de la mujer mayor.

—Deje de molestar, joven. Ya le dije que no conozco a quien usted busca.

Camila se humedeció los labios jugando con sus dedos nerviosa.

Quiero conocerte (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora