Conociendo a su hijo

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Domingo, 15 de septiembre del 2019

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Domingo, 15 de septiembre del 2019


Al despertar me encuentro envuelta entre sus piernas y con un brazo sosteniéndome contra su pecho; me deshago de su agarre lentamente para no despertarlo de un sobresalto y me adentro en el baño. Cepillo mi cabello, que es un nido de pájaros, y al acabar me meto bajo el agua de la ducha, dejando que el calor limpie todo lo que mi cuerpo oculta; limpio con devoción todo en mí, pero aún siento sus manos rozar mi piel y sus besos encender mi cuerpo. Lo amo esa es la verdad; jamás dejé de amarlo, pero, ¿de qué me sirve? Si para él siempre he sido la esposa trofeo con la cual se acuesta hoy y al otro día la olvida, es mejor seguir el mismo patrón mientras dura nuestro matrimonio, aunque hay un cambio; esta vez él debe ser el trofeo.

Para cuando salgo del baño, él sigue dormido. Miro el desastre que hay en la habitación y juro que no creí que acabaría así.

Entro al closet para sacar uno de mis jeans de color claro, una polera blanca, una chaqueta de cuero negra y mis zapatillas blancas favoritas; me visto en cuestión de minutos y vuelvo al baño para cepillar mis dientes. Al levantar la mirada me encuentro con unos ojos penetrantes, repasándome en el espejo que está encima del lavamanos.

¿Se te perdió algo? —pregunto con sorna.

Sí, mi esposa —suelta sin más, degustando el «mi» en su boca—. Te has levantado temprano —se acerca hasta quedar detrás de mí, se ha colocado su bóxer de nuevo—, pensé que te quedarías más tiempo en cama conmigo.

Lo siento, hoy es día de futbol —me mira intrigado desde el espejo, giro entre sus brazos y el mueble—. Desde que Jake camina creamos actividades para hacer juntos en el poco tiempo que estoy, desde leer hasta nadar. Hoy toca jugar futbol como no tengo que ir a trabajar, decidí que lo sacaré temprano a jugar.

Así que, ¿día de futbol? No sabía que jugabas —pasa sus dedos por mi cabello húmedo—. ¿Hay algo más que no sepa de ti, ricitos de oro?

«¡Muchas cosas!»

No jugaba, aprendí por Jake. Un día de la nada quiso aprender a jugar, dijo que veía en la televisión niños jugando con sus padres y él quería hacer lo mismo. Convencí a Dante para que me enseñara.

Pues, es hora de que su padre también le enseñe —casi todos los que conozco jugaron futbol en su tiempo libre del colegio, todo fuera para sus inscripciones universitarias. Me repasa el rostro disfrutando lo que ve—. Están rojo e hinchados —admira mis labios antes de pasarle con sus dedos por encima—, te ves hermosa —se aleja y lo veo volver a la habitación; me acerco con rapidez a la puerta del baño para mirarlo, tengo que afirmar que este hombre está como para comérselo a todas horas.

Nadie puede saberlo —él levanta la cabeza para mirarme apenas me escucha—, de esto —nos señaló y él se ríe.

No pensaba decirle a nadie —toma su ropa y se acerca, volteo para afirmarme contra el marco de la puerta—. Nunca le he contado a nadie lo que pasaba entre nosotros y no comenzaré ahora, aparte... —se agacha para quedar a mi altura—. Creo que, si alguien se entera, se acabaría el juego. ¿Estoy en lo correcto? —sonrío y asiento—. Me encanta esa sonrisa, en realidad todo de ti me encanta —revela antes de depositar un beso corto en mis labios, para después alejarse con destino a la puerta de salida de mi habitación e irse como si fuera un delincuente.

¿Existe una segunda oportunidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora