¿Es nuestro verdugo?

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Sábado, 23 de noviembre del 2019

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Sábado, 23 de noviembre del 2019


Me siento en el comedor de diario, cerca de Zoe, quien hasta segundos antes de que apareciera yo por la puerta estaba sentada con Dante esperando mi regreso, y ahora tan solo mantiene los ojos pegados en el reloj de la cocina y con mucha atención. Cuenta cada minuto que Dante pasa con Lidia en el interior del despacho. La pelirroja, por otro lado, intenta con todas sus fuerzas distraer a los hombres, evadiendo el tema y sacando otros aleatoriamente; como si nada. Dedico gran parte del tiempo a observar a la rubia, que con sus dedos crea un fastidioso retumbe en la madera mientras sigue distraída con el reloj, y a pesar de que no quiero reconocerlo, mi corazón me dice que Dante se irá con la castaña.

Los minutos pasan y pasan, y hasta este momento no hay rastro de mi mejor amigo; en cualquier minuto Zoe perderá los papeles y saldrá a buscarlo, solo para quitarse de la cabeza la horrible escena que debe de estar imaginándose. Algo llama su atención y sus ojos se centran en un punto fijo y tengo claro, que él ha hecho acto de presencia. Volteo a mirarlo y tiene otro semblante, lo noto distante a su entorno y sé que tengo razón en la mierda que pensé que haría. Me levanto de la silla y me acerco a él.

Zoe se acerca lentamente desde su sitio y se para detrás de mí. Hannah, quien jamás se mete en mis problemas, avanza hasta salir de detrás de la isla.

¿Te irás? —pregunto para confirmar lo que sospecho.

Me necesitan —afirma.

¡No te necesitan, Dante! Sabes que no —levanto mis manos por encima de mi cabeza en un movimiento exagerado—. Alguien más puede hacerlo.

Me necesitan, porque estará ella —apunta a la castaña.

¿Y por qué estará ella te pondrás en peligro? —reclamo, cruzándome de brazos—. ¿Cuántas veces harás esto?

Las necesarias, Emy. Y tú deberías de venir conmigo.

No —respondo con irritación y tan rápido que pareciera que vomité la respuesta.

¿Qué has dicho? —pregunta, agobiado.

¡Dije no, no lo haré! —reprimo el nudo que crece en mi garganta—. Siempre voy tras de ti, siempre que me necesitas estoy ahí, pero se acabó. No pienso seguir haciendo eso, no estoy dispuesta a perder mi vida porque tu pantalón vive dominándote, Dante. No pienso seguir exponiéndome.

¿Me dejarás solo? —se encuentra confundido.

Sí. Ya más de una vez me puse en riesgo para salvar tu pellejo y me cansé. Mi idea de venir aquí era dejar esto, dejar esa vida; recuperar la mía —aprieto los puños—. ¿Por cuánto más seguirás?

¿Con qué? —espeta enfurecido.

Con esta faceta. ¿Cuánto más seguirás siendo su perro faldero?, ¿cuánto más dejarás que te use? —le recrimino—. ¿Por qué te humillas así? ¡Por dios!

¿Existe una segunda oportunidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora