La fiera

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Martes, 17 de diciembre del 2019

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Martes, 17 de diciembre del 2019


«Siento quebradas hasta las neuronas. Si respiro me duele»

Ese animal rompió más de lo que creí en su momento o tal vez no me di cuenta debido a la necesidad de encontrar un arma y poder salir de ahí. Inmediatamente, me coloco alerta al escuchar pasos, acercarse a donde me encuentro, levanto la vista y por el camino viene Dante con el médico.

¡Mira nada más, una fiera! —bromea el médico de cabecera de la agencia, Josué, la persona que siempre está cuando me pasa algo, el responsable de los que van a terreno.

Fiera sería si él estuviera peor —comento con media sonrisa.

Está peor, no considero que morir sea mejor —afirma con una sonrisa ladeada—. Déjame revisarte —asiento en confirmación a lo que me pide—. Tu cara por lo que veo necesitará tiempo —anuncia y luego apunta a mi ojo—. ¿Cómo fue?

Una patada —contesto de forma lúgubre.

Chequea bien el daño en mi cara, a pesar de no ser para tanto.

Tendremos que tenerlo en observación. Gracias a los ángeles no te pego más fuerte y directo al ojo, se desvió un poco —asiento—, también fue bueno que tuviera zapatillas. ¿Y este? —apunta mi boca.

Tengo claro que está rota porque hace rato tragué sangre al pasar saliva.

Puñetazo —pasó mi lengua por la comisura.

No será grave, más allá del dolor y la sangre —revela—. ¿Este de la frente?

Me azotó contra la guantera del auto antes de salir de la agencia.

Necesitará curación, para que no quede marca —vuelvo a asentir—. ¿Tu cuerpo?

Dante se acerca para ayudarme a calzarme dentro de unos pantalones del equipo y así, después levantar la polera con cuidado y mostrarle al médico las secuelas de mi guerra privada.

Tienes varios hematomas que comienzan a aparecer, se pondrán peor en dolor. Dante me comentó que el brazo igual —apunto con mi mano buena, el hombro que se encuentra inmóvil. Él comienza a tocar por encima de la ropa—. ¿Sabes que está luxado? Dislocado para que entiendas —asiento otra vez—. Tendré que acomodarlo. Dante, ¿tienes algo para que muerda? —le habla con serenidad y este revisa su ropa sacando un pañuelo de su bolsillo.

Está limpio, muerde con tranquilidad —anuncia, colocándome el paño entre los dientes para que muerda con fuerza.

Te dolerá, así que a la cuenta de tres lo pondré —toma mi brazo para tener control—. Lista, vamos a la cuenta de... ¡Tres! —solo pronuncia ese número y el dolor se hace grande, mucho peor que cuando me lo sacó Hyte.

¿Existe una segunda oportunidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora