Capítulo 1

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— Un mes o dos. No voy a quedarme demasiado tiempo. Pronto conseguiré dinero para un departamento, lo prometo.— Hablaba lento, pausado. Deseaba lucir indefenso, susceptible con tal de convencerlo, aunque así se sentía en realidad. Era increíble la capacidad de Alhacén de dominar el espacio y hacerlo sentir pequeño, aún si la sala de la casa no era para nada reducida.

La mayoría de las paredes estaban desnudas. No habían cuadros adornando, ni un diseño plasmado en ellas o cualquier fotografía o diploma, aunque sí un par de plantas al exterior que podían verse desde el ventanal lateral. No estaba demasiado ataviado, pero no lucía minimalista de todos modos. Había un librero enorme que ascendía por el largo de uno de los muros blancos y le daba un toque sofisticado y organizado al hogar del varón; no obstante, no existía ningún indicio además de ello de que Alhacén en algún momento quisiese darle vida a la casa.

— ¿Qué ganaría yo?

— ¿Perdón?— La respuesta lo exasperó. Hizo una mueca que fue evidente para el varón y tuvo que recomponerse en su sitio en el sofá beige antes de hablar, con las manos sobre las piernas temblorosas.— Bueno, puedo ayudarte con la limpieza y esas cosas. Comidas, aseo, organización...— Su voz fue desvaneciéndose poco a poco, hasta que tuvo que aclarar la garganta.— No haré demasiado ruido o desorden. Ni siquiera notarás mi presencia. Incluso si tuvieras visitas...— Humedeció sus labios, deshaciéndose del pensamiento con torpeza.— No molestaré. Saldré de aquí si lo necesitas, solo deberías avisarme con anticipación.

— No ofreces nada que me parezca interesante.— Cruzó los brazos sobre su pecho, largando un suspiro de desprecio nada sutil.— Busca a alguien más que sienta compasión por ti.— No se fijó siquiera en la expresión de Kaveh al decir eso. Cerró los ojos, acomodándose en el respaldo del sofá, anticipándose al sonido de los pasos que se alejarían hacia la puerta, pero que no ocurrieron.— ¿Qué esperas?— Frunció el ceño. Jamás lo observó.

— Por favor...— Apretó los puños sobre su regazo, indignado ante la idea de perder su orgullo de ese modo con alguien como él, con quien no tenía más que una relación académica insignificante y pasada.— No tengo en dónde pasar la noche. Ya oscureció afuera.— Echó un vistazo rápido al reloj cuadrangular en el centro de la encogida mesa de cristal.— En menos de un par de horas caerá la madrugada.

— Eso debiste pensar antes de acudir a mí, como si no tuvieras más opción.— Se levantó del sofá, finalmente mirándolo, con los ojos llenos de indiferencia y ese porte arrogante que sostenía siempre.— Cierra bien la puerta al salir.— Musitó sin demasiado interés, desapareciendo escaleras arriba, sin saber que Kaveh verdaderamente no tenía otra opción.

No era el hombre más conocido y quienes lo conocían no lo adoraban en lo absoluto. Los rumores corrían rápido, verdaderos o, en su caso, falsos, y nadie se detenía a filosofar al respecto. Los devoraban y los digerían sin pensarlo, convirtiéndolos en una maraña de insultos a dondequiera que fuese. Le hacían la vida difícil.

De todas formas, aunque las palabras de Alhacén fueron claras la puerta nunca se abrió y por ende tampoco tuvo que cerrar. Supo desde un inicio que así sería porque conocía a Kaveh lo suficiente para ser consciente de su terquedad y persistencia. No estaba dispuesto a discutir más ese asunto y Kaveh no estaba dispuesto a irse tampoco, de modo que al amanecer Alhacén fue inmediatamente a la sala esperando encontrarse con el rubio plácidamente acomodado en ella, cosa que sorpresivamente no fue así. Más bien, lo vio salir en calma del baño para visitas, que en realidad no era tan usado por sus visitas como el personal, donde gran parte de sus fantasías se desataban.

— Sé que no creíste que me iría. Entonces, ¿por qué luces sorprendido de verme salir de ahí?

— No lo estoy. No es la primera vez que vienes, es normal que sepas en dónde están las cosas.

— Bien...— Juntó y entrelazó sus manos frente a su vientre, uniendo y separando los pulgares repetidas veces con nerviosismo, suspirando antes de volver a sacar el tema.— ¿Pensaste en mi oferta?

— Lo hice.— Las palabras captaron de inmediato la atención de Kaveh, que permanecía incrédulo de aquello.— Y mi respuesta es la misma. No esperes que cambie.

— Tienes que reconsiderarlo. No puedes simplemente...

— Sí. Puedo. Voy a hacerlo.— Su mirada, siempre asediada por la inconformidad, viajó de su rostro a sus pies y volvió, en un recorrido sin recato.— ¿Tienes algo más qué decir?

— Seré tu esclavo.— Apretó los labios, tragando saliva con pesar.— Eso es un poco drástico. Solo... Seré algo así como un sirviente. ¿Qué te parece eso? Haré lo que sea que me pidas como una forma de pago. Encargos, pedidos, favores... Todo tipo de cosas.— Sintió la dignidad cayéndose de su cuerpo, dándole la sensación de que ahora estaba desnudo y en exhibición, lo cual era cercano y atinado a la imagen que Alhacén podía percibir. Como un cachorro indefenso. La necesidad fungiendo como impulso y sostén.

— Eso es más interesante.— La sonrisa que se dibujó en sus labios fue más diplomática que sincera. De todos modos, encendió una chispa de esperanza en Kaveh.— ¿Todo tipo de cosas, dices?

— Sí.— Respondió con seguridad. En su interior, la convicción flaqueaba.— Lo que sea.

— Bien. Es un trato entonces.— Tocó sus propios labios despacio, repentinamente pensativo. Esperaba obediencia como mínimo, en ese caso.
Hizo un ademán para que lo siguiera escaleras arriba, hacia el extenso pasillo que conectaba alrededor de cinco habitaciones, todas inhabilitadas, apenas usadas para guardar cualquier cosa en algún momento, pero ahora vacías.— Tienes el enorme privilegio de escoger una. Acomoda tus cosas rápido, no quiero tener que ver cajas y traslados de todo tipo. Lo necesario, solamente. Después de todo, te quedarás únicamente los dos meses que pediste.


Compañero Difícil | Kaveh & AlhacénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora