Capítulo 27

4.1K 529 181
                                    

Haber estrechado su lazo con Kaveh significaba reducir considerablemente sus tiempos de lectura y organizar un horario en el que siempre estuviera disponible para atender sus necesidades. Con el tiempo, se había dado cuenta de lo mucho que se esforzaba para ser autosuficiente, pero también de lo mal que le iba sin motivo aparente, como si la vida se hubiese ensañado contra él incluso en las cosas más simples. Naturalmente, Alhacén sentía la obligación de ayudarlo en sus arrebatos de torpeza.

En las últimas horas no había sido molestado o interrumpido porque Kaveh estaba muy concentrado con un dibujo que hacía por puro capricho, lo que le resultaba tan inusual como útil, pues podía permitirse hojear la guía juvenil sin preocuparse por ser descubierto.

La mayoría del texto era genérico y no muy funcional, aunque de vez en cuando se encontraba algún punto destacado, gracias a los cuales ya tenían una cita programada para esa noche en un restaurante local. Se reservaba algunas otras ideas recién aprendidas en caso de que todo saliera bien.

No obstante, sus planes se vieron por completo arruinados cuando escuchó que Kaveh subía apresuradamente las escaleras. El nerviosismo repentino lo impulsó a ocultar el libro en el pequeño espacio entre la cama y la pared y tomar una postura relajada para cuando la puerta se abrió. Notó de inmediato la euforia emanando del cuerpo contrario y vio que el cansancio se desdibujaba de su rostro para dar paso a una gran sonrisa.

— Tienes que bajar. Ya, ahora mismo.— Se acercó a la cama para tomarlo del brazo y jalar su cuerpo, intentando levantarlo por la fuerza. A Alhacén le tomó unos segundos recobrar la compostura y ponerse de pie, pero se dejó guiar de todos modos por el ansioso y enérgico Kaveh, que lo llevó a la sala y luego a la entrada de la casa. Cuando estuvieron ahí, la confusión se apoderó de ambos.— ¿En dónde está?

— ¿En dónde está qué cosa?— Miró cómo Kaveh se movía de un lado a otro por todo el espacio de la casa, buscando y rebuscando con preocupación. Finalmente, se detuvo en la cocina, y con aires de tranquilidad levantó algo del suelo. Cuando volvió, Alhacén negó inmediatamente, moviendo una de sus manos frente a su rostro.— No. De ningún modo.

— ¿No? ¿Simplemente no? Dale una oportunidad. No seas tan cruel...— Su tono de voz era de súplica y sus brazos se habían extendido hacia enfrente, mostrando lo que tenía como si fuese un trofeo.

— No discutamos, Kaveh. Sácalo.— Miró a Kaveh, luego al pequeño animal entre sus manos y después a Kaveh de nuevo. Había un mohín en sus labios, y tenía esa mirada de determinación que decía un claro "no me rendiré hasta conseguirlo" bien conocido, pero no pensaba caer esta vez en sus trucos. No quería tener un perro bajo su techo.

— Míralo. Míralo bien.— Insistió, acercándose más. El cachorro tenía una mirada dócil, aunque no le pareció en absoluto enternecedora a Alhacén, que se mantenía firme en su decisión.— Llegó hasta la puerta por su cuenta, eso seguro que es una señal.

— Creí que estabas ocupado, ¿cómo te diste cuenta de que estaba en la puerta?— Se cruzó de brazos, incrédulo.— No importa. Si había un perro tan pequeño ahí, seguro que hay una madre cerca y lo estará buscando, en cuyo caso entregarlo sería más responsable que quedárnoslo.— Kaveh interiorizó sus palabras, pensando nuevamente en su decisión. Miró al pequeño ser, y luego lo bajó al suelo, dejándolo andar libremente con sus patitas cortas que no avanzaban mucho aunque lo intentaran. Vio que se dirigía a Alhacén, y a pesar de que no le dio mucha importancia decidió quedarse ahí, recostado a sus pies, rendido como si fuese posible meter grandes cantidades de cansancio en un cuerpo tan reducido.

— ¿Y yo cómo sabré quiénes son los dueños originales o la madre? No he visto a ninguno como él en los alrededores. Tal vez simplemente se perdió y vino a parar aquí. No podemos abandonarlo a su suerte, seguro que ni siquiera ha comido.

— Busca alguna otra solución, pero no se quedará. No quiero ni necesito una mascota. Consigue a alguien más.

— Pero tú no tienes que cuidar de él, yo me haré cargo de todo: comida, juegos, limpieza... Absolutamente todo lo que haga falta. Lo prometo.

— No eres un niño pequeño, Kaveh. Los perros eventualmente crecen y son destructivos por naturaleza. Si fuera un animal tranquilo lo consideraría, pero esto es demasiado. No insistas.— Creyó que Kaveh se rendiría y cedería a su ilusión, pero no fue así. Por el contrario, levantó al cachorro del frío suelo y lo abrazó con cuidado, acariciando su cabeza con las puntas de sus dedos. Aún estaba adormecido.

— Él es un tipo amargado, pero no te preocupes, te quedarás conmigo y me mudaré pronto para que no nos moleste más.— Murmuró despacio como si no pudiera escucharlo. Mientras tanto, Alhacén se llevó una mano al rostro con frustración. Por supuesto que no quería más compañía en casa, pero pensar en algo como Kaveh yéndose de su lado tampoco le resultaba muy reconfortante. Aunque era obvio que lo haría en algún momento, porque así estaba estipulado desde el inicio, tenerlo en cuenta en el presente no era en absoluto satisfactorio. No quería dejarlo ir.

— Lo dejaré pasar solo por una semana como máximo. Alguien más tendrá que adoptarlo después de eso.— Aunque sonaba seguro de sí mismo, la verdad es que había dudado al tomar la decisión. No quería que se saliera de sus manos y que, al final, Kaveh ganara y terminara quedándose para siempre, pero si todo salía bien podría saciar su tentación y el tema quedaría atrás luego de que otra persona se lo llevara. No habrían más animales después.

— ¡Perfecto! Será como nuestro hijo.— Espetó con ilusión. Alhacén pensó en que nunca lo había visto tan emocionado por él y se sintió inevitablemente celoso.

— Imposible. Solo las parejas tienen hijos.

— Entonces seamos pareja.— Esas palabras se habían deslizado, sin más, por sus labios, antes de siquiera pensarlas. Alhacén sintió que se le cortaba la respiración, aunque Kaveh no notó por qué sino hasta segundos más tarde, cuando intentó deshacer lo que había dicho, con nerviosismo.— Aunque, bueno... Supongo que no es obligatorio, ¿cierto? Podrías simplemente ser su tío, o algo así...— Siguió hablando sin encontrar un sentido al cual anclarse, sintiendo que con cada desliz se orillaba más y más a la incongruencia. Alhacén se había acercado despacio a él, y lo hizo sentir tan pequeño como en aquellos tiempo en que su sola presencia le era intimidante.

— No. Yo quiero que seamos pareja.— Le rozó ligeramente los labios con un beso que no concluyó sino hasta tomar al pequeño animal entre sus manos y bajarlo. Fue de inmediato a buscar algo de calor a la orilla del sofá, y Alhacén se olvidó por completo de él al explorar despacio la cintura de Kaveh, apretándola entre sus dedos hasta que las palmas de sus manos se acostumbraron al suave tacto, provocándole un cúmulo de emociones nuevas en el pecho.— Pero una vez hecho, no hay vuelta atrás.

— Olvídalo. Fue impulsivo. No sabía lo que estaba diciendo...— Su voz temblaba, invadida por la timidez. Sus mejillas se habían encendido, y sus manos buscaban con suma impericia las de Alhacén en su cuerpo, como si su intención fuese apartarlo pero sin querer hacerlo.

— ¿Entonces vas a rechazarme?— Volvió a tomar sus labios con suavidad, esta vez permitiéndose unos segundos más. Kaveh parecía ensimismado, como si no creyera la situación en la que se había metido de la nada, aunque luego volvió en sí.

— No... No voy a hacerlo. Claro que no. ¿Cómo podría rechazarte en este punto?— Sin agregar una palabra más se acercó lentamente, y cuando sus bocas finalmente se encontraron en un beso lleno de emociones, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. Se fundieron en un baile íntimo, explorando el sabor y la textura del otro con cada roce. Los labios de Alhacén eran cálidos y acogedores, mientras que los de Kaveh eran suaves y sensibles, y tenían, como siempre, ese gusto a cereza que le tanto fascinaba a Alhacén.

Cuando finalmente se separaron, sus ojos se mantuvieron cerrados y sus frentes unidas. Pudieron sentir sus respiraciones entrelazándose y Alhacén aprovechó ese momento para preguntar en un susurro.

— ¿Te quedarás a vivir conmigo?

— ¿Me dejarás tener una mascota?

— Lo pensaré.

— Bien. Yo también lo pensaré entonces.

Compañero Difícil | Kaveh & AlhacénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora