Capítulo 38

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— Detesto esto.— Dijo Tighnari, y luego probó el helado que Cyno le había comprado para que dejara de renegar, cosa que no pasó.

— ¿Qué cosa? ¿Los trozos de galleta?— Bebió un poco de agua, aunque no tenía mucha sed. Quería tragarse a esa ansiedad que le hacía sentir que debía entrar en acción y encargarse de todo por su cuenta.

— No. El plan. ¿Lo pensaste lo suficiente? Incluso si Kaveh hace lo que le toca, todo depende de cómo reaccione él. No podemos predecir algo como eso.

— La experiencia está de mi lado. A estas personas hay que herirles un poco el orgullo para que pierdan los estribos. Te aseguro que bastará con que Kaveh se apegue al plan.— Contestó con plena seguridad, pero los dos tenían muy clara la situación precaria en la que se encontraban. Para Kaveh, ese era un nuevo mundo. Uno desconocido y amenazador. Si se dejaba llevar por el miedo perdería la ventaja, y aunque ambos depositaban su completa confianza en él, no podían contar con la certeza de un margen de error inexistente.

— Sí, estadísticamente es probable que tengas razón, pero sabes que esas son puras formalidades. No podemos encasillar a todas las personas en un solo concepto, ¿qué tal si este sale de la norma? Te tomaste muchas libertades.— Cyno estiró su brazo, limpiándole los labios con el pulgar. Antes de separarse, sostuvo su rostro en la palma de su mano y le dejó un beso tranquilizador en la mejilla.

— Confía en mí. El prestigio no llegó por casualidad.




Sintió un súbito vértigo y que perdía el equilibrio. Un estallido de aire salió de sus pulmones y una sacudida de dolor teñida de rojo se extendió ante sus ojos. El suelo se le acercó muy deprisa, propinándole un duro golpe. Se apoyó de sus brazos para volver a levantarse y se encontró de pie tratando de entender dónde estaba y qué estaba haciendo, pero la caída le había bloqueado el entendimiento y tan solo lo impulsaba un temor desenfrenado y unas náuseas impacientes. Notó en su vientre el corte y la sangre pegajosa cuando se sujetó a sí mismo, y distinguió los gritos y alaridos de la multitud entre los que se filtraban una cantidad incontable de improperios.

Los pasos resonaban escaleras arriba en una huida precipitada, pero Kaveh no podía diferenciar ese sonido del pitido incesante en sus tímpanos, que lo aturdía y le daba una sensación de entumecimiento y desapego completo de la realidad.

Mirar al suelo y encontrar ahí la evidencia de su actuar lo hizo marearse. Por un momento creyó que perdería el conocimiento. Lo invadió un pánico como si él mismo se desangrara a una gran velocidad, cuando lo cierto era que su propia herida no era más que un rasguño sin profundidad. El arma resbaló de sus manos justo cuando se dispuso a cubrirse los labios. Quiso echarse a andar a toda velocidad, pero tropezó en el intento y no volvió a moverse de su frío sitio; entonces, un par de brazos le rodearon el cuerpo y lo ayudaron a sentarse, cubriéndole los ojos. Notó que le hablaban, pero no logró distinguir quién era o qué decía. Solo podía pensar en que había acabado con la vida de un hombre y que a partir de ahora tendría la mirada de la muerte grabada a fuego en la memoria.

— ¿Kaveh está bien? ¿Tiene heridas?— Preguntó Cyno mientras tecleaba velozmente el número de emergencias y explicaba brevemente la situación. No quedaba ni rastro de vida en ese sujeto, pero no podía pasar por alto su deber. Él no tenía la autoridad para determinar la muerte de alguien, pero sí que la tendría para absolver a Kaveh de cualquier cargo que se le imputara. Ni siquiera lo dejaría ir a juicio. Él absorbería toda culpa.

— Creo que está bien, esta sangre no es suya. No parece estar lastimado.— Lo recorrió con la mirada, aunque solo las partes que estaban a su disposición, porque Kaveh se abrazaba las piernas y no parecía querer soltarse.— Tiene un probable trauma acústico. No creo que esté escuchándonos, debió disparar demasiado cerca de su propio rostro.— Tighnari negó efusivamente de nuevo, pero nunca permitió que la imagen ante Cyno y él volviera a filtrarse en el rango visual de Kaveh, que ya parecía demasiado consternado.— ¿En qué momento le diste un arma? Esto no tiene nada que ver con el plan.

— Era un último recurso y funcionó. Si te metía la idea de que había un arma en juego de ningún modo le habrías dejado venir hacia acá. Por eso mismo Alhacén se negó.

— ¡Por supuesto! ¿En qué estabas pensando? Algo tan arriesgado que requiere un arma para protegerse nunca sale bien, ¡y mira con qué resultó!

— No tenía más opciones. Este tipo se movía rápido. Habría escapado de nuevo antes de que pudiésemos darnos cuenta y entonces más gente habría muerto.

— ¿Y tenías que ponerlo en peligro a él para esto? ¿Te detuviste a pensar por un momento en este escenario? El pobre chico tendrá pesadillas como mínimo. Tú estás acostumbrado a todo tipo de crímenes, pero Kaveh no es más que un civil.

— Pensé en muchos escenarios, pero él no se apegó al plan y esa era la clave de todo. Si lograba hacer que saliera de aquí, tan solo tendríamos que atraparlo y procesarlo. La trampa estaba puesta.

— Pudo morir. Si apuestas así con la vida de las personas no mereces estar en un rango elevado. Eres más inteligente que esto.

La sirena de la ambulancia comenzó a oírse a la distancia, acercándose a toda velocidad. Tighnari abrazó a Kaveh con fuerza, dándose cuenta de que había cerrado los ojos por cuenta propia, y entonces lo ayudó a ponerse de pie y lo guió despacio hacia las escaleras, sin subirlas. En cuanto sintió que se estaba recuperando, Kaveh abrió los ojos cauteloso, obteniendo una nueva imagen, completamente diferente al cadáver que le había manchado el alma con sangre indeleble. Tighnari estaba a su lado y un grupo de paramédicos entró a toda prisa siguiendo las indicaciones que él les daba. También desvió la atención de los policías que intentaron acercarse a ellos. Kaveh sintió que todo eso lo volvía más real, recalcándole que sí había pasado.

— Quiero volver a la cabaña...— Se sorprendió de escuchar su propia voz cuando el disparo dejó de reverberar en su consciencia. Creyó estar mucho más alterado por su pulso y respiración, pero también se dio cuenta de que no lloraba como últimamente acostumbraba a hacer por cualquier cosa. Le atribuyó todo al estado de shock.

— Claro. Regresemos. No hace falta pasar más tiempo aquí.— Le dedicó una mirada a Cyno, con los labios fruncidos y la decepción en todo el gesto. Sabía que esa era una solución definitiva para él y que le resultaba realmente útil el curso que habían tomado las cosas para cerrar su caso, pero no podía evitar pensar en lo inhumano de todo eso. Tighnari era fiel creyente de la justicia y de que uno merece lo que da, de modo que la muerte de un ser aborrecible no le tocaba una fibra sensible. El mal trago que estaba pasando Kaveh sí. Él no le parecía una mala persona.

Subieron las escaleras y caminaron una calle que le sirvió para tomar oxígeno a Kaveh. Después, se metieron al auto y Tighnari le dejó un mensaje a Cyno de que tendría que tomar un taxi para volver, pero él le contestó que pasaría el resto del día encargándose del asunto y que no podría regresar hasta tarde. En un mensaje más personal, le pidió que no se enojara con él porque había tomado la mejor decisión para el tiempo del que disponía y le prometió esforzarse por enmendar las cosas con todos, pero Tighnari ya no respondió.

Tuvo que conducir en silencio, con el único sonido del limpiaparabrisas encargándose de las pocas gotas de lluvia haciéndoles compañía mientras Kaveh miraba por la ventana. Sabía que ese había sido un duro golpe en su moral, pero no lograba descifrar qué emoción había desatado en él.

Cuando llegaron a su destino, fue el primero en bajar y en entrar. Collei ya no estaba ahí, se había ido a casa, aunque Kaveh creyó que vivía en ese lugar.
Caminó pesadamente hacia la habitación de Alhacén y abrió la puerta. Él miraba el techo mientras reflexionaba algo, pero Kaveh captó su atención en un instante, y aunque no compartieron palabras, supo de qué se trataba esta vez por la apariencia desaliñada de su novio y la sangre salpicada en su rostro y cabello que también le manchaba la parte trasera de la camisa.

Se acercó a la cama, quitándose el calzado y metiéndose bajo las sábanas para fusionarse con el cuerpo de Alhacén en un abrazo. Le pareció curioso cómo solo podía sentirse seguro junto a la persona que había traído la mayor inseguridad a su vida.

Compañero Difícil | Kaveh & AlhacénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora