Capítulo 18

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Lo tomó despacio en sus brazos. Kaveh no parecía tener intenciones de soltarlo, así que lo interpretó como una señal para avanzar dentro de la casa.

Subió despacio las escaleras y por unos segundos el chico levantó la mirada. Se dio cuenta de que no era su antigua habitación a donde se dirigían, sino a la de Alhacén.

— Eres más ligero de lo que recordaba. No has estado comiendo bien.— No lo preguntó porque tenía claro que así era. Él mismo era testigo de ello. Kaveh tampoco dijo nada para defenderse.— ¿Probaste algo por allá? Además de lo que bebiste, por supuesto.

— ¿Lo que bebí...?— Atravesaron la entrada de la habitación y Alhacén lo dejó en el centro de la cama, donde por fin dejó de abrazarse a él. La superficie suave se sintió bien para Kaveh. Al observarlo, recordó sus palabras.— Ah, sí, claro... Dijiste que habías salido a buscarme, ¿pero cómo supiste en dónde encontrarme?

— Porque te llamé. No contestaste las primeras... Bueno, muchas veces, pero después alguien más lo hizo y me dio la dirección. No deberías andar por ahí sin celular. Es importante, ¿sabes? Lo que me recuerda...— Palpó despacio los bolsillos de su pantalón hasta encontrarlo. Lo miró unos segundos y después se lo entregó casi intacto. Kaveh lo recibió con timidez.

— Realmente te esforzaste, Alhacén. Comenzaba a creer que eras un desalmado.— Sonrió un poco al decir eso. Esa faceta de Alhacén era completamente nueva y le agradaba, pero no esperaba que durara para siempre. El futuro cercano era incierto.— Prometo no ser una carga mientras esto se soluciona e irme tan pronto como pueda. Dijiste que habías trasladado todas mis cosas, ¿cierto? Entonces, ya que tengo todo lo que necesito, iré buscando un buen sitio. Por supuesto, te compensaré todo esto en cuanto pueda.— Mientras hablaba y gesticulaba volvió a notar esa mirada analítica de Alhacén paseándose sobre él. Era difícil pasarla por alto.— ¿Qué ocurre? ¿Dije algo malo?

— No. Para nada.— Se levantó de la cama y se revolvió el cabello, aclarando la garganta. En realidad, él se moría de ganas por ofrecerle lo contrario. Aunque Kaveh fuese una persona con un carácter difícil de manejar, Alhacén quería tenerlo a su lado.— Debes estar cansado. Te dejaré dormir.

— ¿Aquí? Pero esta es tu habitación, ¿a dónde irás tú? Sabes que puedo dormir en la sala. Lo hice el primer día, cuando llegué.

— Esta vez es mi turno, supongo. Puedes quedarte aquí por hoy, no será un problema.

— Está bien, creo...— Kaveh se sentó al borde de la cama y se quitó el calzado. Mientras lo hacía, Alhacén cruzó la puerta. El rubio habló de nuevo antes de que se alejara, dejándose llevar por la impulsividad.— Tu cama es grande. ¿Estás seguro de que no quieres quedarte aquí? ¿Conmigo...?— Pronunciarlo se sintió más imprudente que pensarlo. Al hacerlo, se arrepintió de inmediato y sintió que su rostro se acaloraba. Vio que Alhacén sonreía, aunque parecía estar intentando disimularlo.

— Prefiero no incomodarte. Buenas noches, Kaveh.— Cerró la puerta y no supo si había recibido una respuesta más. Bajó despacio las escaleras y se permitió sonreír abiertamente mientras lo hacía, como si una dosis de felicidad lo hubiese embargado de pronto.

Dentro de la habitación, Kaveh se pasó las manos por el rostro y luego se recostó en la cama, cubriéndose por completo con las sábanas. Ya no sentía ese peso agotador sobre él cuando miraba a Alhacén o cuando él se atravesaba en sus pensamientos. No había olvidado lo ocurrido y por supuesto que aún tenía mucho por pasar para sanarlo, pero ahora que Alhacén se había sincerado con él y por fin notaba su interés sin egoísmo sentía que poco a poco podría aceptar sus disculpas y perdonarlo. Estaba dispuesto a escucharlo y poner a discusión el pasado para soltarlo adecuadamente, pero tenía que pensar en cómo hacerlo sin sentirse invadido por las dudas, los temores y la vergüenza. Además, todavía tenía que conseguir la certeza de que Alhacén estaba cambiando, o al menos intentando hacerlo, y que eso no era solo una fachada con un propósito desconocido.

La noche fue relativamente tranquila, aunque ninguno de ambos pudo dormir al instante. Inmersos en sus reflexiones, ni siquiera se les ocurrió que pensaban en el mismo tema. Para cuando el sol volvió a ponerse habían recolectado pocas horas de sueño, pero no por eso se sentían cansados.

Kaveh no quiso salir de inmediato de la cama y solo lo hizo hasta que recordó que tenía la obligación de cocinar el desayuno de ambos porque no sabía si el trato se había disuelto o no. Se acomodó la ropa y se puso los zapatos. También se ordenó el cabello con los dedos para no tener una apariencia tan desastrosa.

Mientras bajaba las escaleras un aroma dulce se fue intensificando. Cuanto más se acercaba a la cocina, más irreal le parecía, pero la evidencia estaba frente a él. Una risita discreta escapó entre sus labios, haciendo a Alhacén darse cuenta de su presencia.

— Despertaste.— Lo miró solo por unos segundos, procurando mantener su atención en lo que cocinaba para no pasarse en la cocción, perfeccionista como siempre.— Ven, siéntate. Tu desayuno ya está listo.— Kaveh obedeció al acercarse, pero pasó directo hacia la cocina, sin dejar de sonreír.

— Vaya, ¿estás haciendo hot cakes? Me he estado complicando estos días buscando recetas para cocinar y tú simplemente te fuiste por lo sencillo. Debiste decirme que te gustaba lo tradicional, así habría comprado cereal.

— Eres muy gracioso, Kaveh. ¿Qué tiene de malo comer esto de vez en cuando? ¿Acaso no te gustan?

— No, no, tienes razón. No hay nada de malo con ellos.— Le dio un par de palmaditas en la espalda y tomó asiento. Tan solo un minuto después, Alhacén le acercó un plato con cuatro piezas. Eran perfectos y esponjosos.— Esto es sorprendente. No creí que llegaría el momento en que el gran Alhacén cocinara para mí.

— Ayer tuviste una crisis. No necesitas más presión, así que estos días tendré que cuidarte. No te acostumbres.— Negó despacio y apagó la llama de la estufa, sirviéndose a sí mismo para tomar asiento al otro lado de la mesa. Increíblemente, Kaveh no había seguido molestando y mofándose.— Hablando de eso, ¿te sientes bien ahora?

— Sí, por supuesto. Nunca me había sucedido algo así. Fue bueno que estuvieras ahí. Si no me hubieras apoyado probablemente la habría pasado muy mal...— Guardó silencio y probó el desayuno. Ya sabía que Alhacén era buen cocinero, pero incluso una receta tan sencilla le había salido fenomenal. Antes de que el ambiente se volviera incómodo volvió a hablar.— ¿Tú te sientes bien? Eso de que seas caballeroso y servicial no va contigo. ¿Acaso te enfermaste o algo? ¿Necesitas que al menos una persona te recuerde con aprecio?— Bromeó y volvió a comer, pero a Alhacén no pareció hacerle gracia porque se mantuvo en silencio, mirando su plato fijamente.— Oye, en serio, ¿no estás enfermo, no?

— No, solo... Creo que llegué al límite de errores que puedo cometer con alguien.— Se encogió de hombros y suspiró. Tomó un bocado y masticó despacio antes de tragar.— Tengo que controlar mi temperamento. No puedo seguir haciendo una estupidez detrás de otra contigo.

— No te pongas tan serio ahora. Es el primer desayuno en el que intercambiamos palabras, no seas un amargado.— Se levantó de su asiento para tomar un par de vasos y los llenó con jugo de naranja. Uno para cada quien.

— Tienes razón. Las primeras veces son importantes, ¿cierto?— Recibió el vaso y lo dejó frente a su plato, en la mesa. Como esperaba, sus palabras hicieron efecto en Kaveh instantáneamente. Ambos sabían a dónde se dirigía esa conversación.

— Sí. Lo son para mí, aunque creo que no opinas lo mismo...— Volvió a sentarse e inmediatamente se produjo el silencio. Esta vez, fracturarlo resultó complicado, pero era el momento ideal para aclarar las cosas.— Hablando de eso, tú... ¿Puedes recordar esa noche, cierto? Sé de unas cuantas cosas, pero no estoy seguro de todo lo que sucedió. La última vez que lo pregunté tampoco fuiste muy claro.

— No fui nada claro. Fui un idiota. Puedes decirlo, también yo soy consciente de ello ahora.— Volvió a comer, y aunque Kaveh quiso admitir que eso era justo lo que pensaba no lo hizo.— Respondiendo a tu pregunta: Sí, puedo recordarlo perfectamente, aunque me sorprende tu curiosidad tan específica. ¿Acaso quieres saber los detalles?

— De hecho, sí. Me gustaría que me cuentes todo lo que pasó.

Compañero Difícil | Kaveh & AlhacénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora