El sudor frío le empapó la frente. Se encontró a sí mismo en medio de la nada, inmerso en una espesa oscuridad, con la piel helada. Le ardían los ojos y sus energías se habían drenado completamente de su cuerpo.
Estaba recostado en el césped húmedo y suspiraba despacio cada pocos segundos. Ahora que no estaba aprisionado dentro del auto y podía pensar con claridad cayó en cuenta de que tendría que regresar y devolverlo en algún momento, aunque no estaba seguro de querer enfrentar sus problemas pronto. Ya se había enfrentado a sí mismo deseando la muerte, y ese había sido un gran duelo, uno de victoria difícil. Tenía suficiente de eso.
Pensó que se le pasaría un poco la impresión después de unas horas de ver el cielo estrellado, aunque en realidad no sentía mejora alguna. La decepción solo crecía y a veces se permitía llorar, pero intentaba no hacerlo demasiado.
Se levantó por fin después de endurecerse, incluso si sentía que esa fortaleza se desvanecía con cada paso. Finalmente, volvió a ponerse tras el volante, retomando el movimiento entre las calles iluminadas por farolas y las casas de madera. Pensó en que no tenía dinero para entrar a aquel bar de la esquina, pero tampoco tenía nada qué perder intentando algo más, de modo que de todas formas se estacionó afuera e ingresó.
El lugar no era muy grande, tampoco muy recurrido, pero la música lo llenaba y unos cuantos sujetos estaban en las sillas bebiendo y conversando escandalosamente. Había una barra principal con taburetes de madera y una pareja hacia el final de ella, ajenos a su entorno. La iluminación no era excelente, pero tampoco mala. Se acercó suspirando.
— Lo siento, no tengo dinero...— Dijo ante todo. El hombre pelirrojo de la barra le dedicó una mirada fría, aunque no tan álgida como las de Alhacén.— ¿Puedo dejar esto como... Garantía, o algo así?— Sacó su celular de su bolsillo y lo puso sobre la barra. El varón lo observó unos segundos, como si reflexionara sobre su valor. Era un buen modelo.
— ¿Estás seguro?— Inquirió con una voz tranquila. Se alejó unos segundos para rellenar la copa de alguien y volvió a él.
— Sí, sí. Completamente.— Aseguró con una sonrisa diminuta y amable, mientras le acercaba el dispositivo. Su escape repentino no le había permitido llevar nada con él además de su celular, que no era muy útil si no tenía a quién llamar.
— ¿Vino?— Preguntó señalando las botellas detrás de él. Kaveh negó.
— Cerveza.— Tal como ordenó, le fue servida en un tarro mediano.
Mientras bebía, miró las llaves del auto entre sus manos. Parecían insignificantes, pero ahora eran todo lo que tenía.
Desde un inicio el alcohol había provocado el gran conflicto entre Alhacén y él, y luego todo lo demás, pero por alguna razón sentía que era lo único en relación a sus problemas que no le causaba incomodidad. Incluso si no era muy apegado a la costumbre de beber, tampoco le desagradaba la idea de perder el conocimiento y separarse de la realidad por unas horas. Sin embargo, sabía que no podía permitirse perder el control de nuevo y se obligó a tomarlo lentamente, controlando sus impulsos, mientras observaba a su alrededor.
La música seguía sonando y los clientes seguían bebiendo y hablando en voz alta, pero no sabía de qué tema en específico porque su mente estaba ensimismada en lo mucho que quería no haber dependendido de la lástima de otros.
Estuvo así por unos minutos más, hasta que el pelirrojo de la barra lo llamó. Se dio cuenta de que tenía una especie de placa pequeña sobre el chaleco oscuro que vestía. En el metal estaba grabado su nombre: Diluc.
— ¿Otra cerveza?— Kaveh asintió con la cabeza y miró la forma en que el líquido dorado se vertía en el recipiente de cristal, antes de cerrar los ojos. Cavilaba respecto a todo lo que había construido y perdido en su vida, incluyendo a sus amigos y próximamente su trabajo, porque la fecha límite de entrega de su proyecto perdido ya estaba por llegar. Al abrir los ojos el chico ya atendía a alguien más. En ese instante se dio cuenta de algo importante.
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Compañero Difícil | Kaveh & Alhacén
Fiksi PenggemarSabía que se estaba metiendo en la boca del lobo al pedirle ayuda a la persona que jamás la brindaría sin una buena recompensa, pero, esta vez, Kaveh necesitaba hacer el sacrificio y conseguir una residencia temporal, sin saber que a partir de enton...