Capítulo 33

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Alhacén sintió la angustia y la adrenalina recorriendo su cuerpo a la velocidad de un impulso eléctrico y tomó la decisión más rápida, arriesgada y viable que se le ocurrió. Con un movimiento sorpresivo, intentó desarmar al sujeto: le pegó a la boca de la pistola con la palma de la mano, aunque no fue suficientemente veloz y el arma se activó antes de caer detrás del asiento.

El sonido ensordecedor del disparo llenó el auto y Alhacén sintió un intenso ardor en su hombro. El proyectil había impactado en su carne, atravesándola y dejando detrás una herida sangrante. A pesar del dolor agudo que le provocó la fractura, la desesperación obligó a su cuerpo a ignorar la sensación tórrida y palpitante.

La lucha de forcejeos que se formó después estuvo infestada de golpes y gritos.
Alhacén se defendió con todas sus fuerzas, moviéndose con agilidad y determinación, logrando sacarlo del automóvil al espacio abierto del aparcamiento. A pesar de su resistencia, fue dominado por la superioridad física y la experiencia del agresor, que lo hizo derrumbarse en el suelo. Kaveh, con lágrimas en los ojos, presenciaba impotente la violencia que se desataba frente a él, y pudo ver con claridad cuando ese hombre desconocido sacó un objeto brillante de su pantalón y lo acercó al cuello de su pareja. Alhacén sintió que el filo le rozaba la garganta y rasgaba despacio la piel con solo presionar el metal contra ella. No intentó zafarse de nuevo de las garras de la muerte. Cualquier movimiento la apresuraría.

— Termina conmigo, pero a él déjalo en paz.

— O podría acabar con ambos. Los muertos no pueden proteger a sus seres queridos.

La debilidad repentina de su cuerpo lo sorprendió, haciéndolo sentir que podría desmoronarse en ese sitio en cualquier momento. No era consciente de la cantidad de sangre que brotaba de su herida, y solo en el momento en que el mundo comenzó a deformarse ante sus ojos se sintió verdaderamente abatido. Para el instante en que sus párpados pesaron hasta un punto insoportable, solo pudo escuchar el sonido de los pasos alejándose. Temió por Kaveh.

Por otro lado, Kaveh solo había logrado lastimarse mientras utilizaba cuanto estaba a su alcance para romper la soga o zafarse de ella, pero todo era en vano. Empujaba la cinta en su boca con la lengua, creyendo que quizás así podría quitársela y pedir ayuda, aunque no le fue posible.
Se resignó a darlo todo por perdido, apoyándose en la ventana mientras las lágrimas gruesas salían de sus ojos. Vio que el atacante se levantaba abruptamente y creyó que sería su turno, pero esta vez observó que corría a gran velocidad de la escena. Una huida inteligente. Segundos después, Kaveh sintió que estaba siendo desatado, aunque le parecía una sensación extracorpórea.

Se abalanzó hacia la puerta apenas cayó la cuerda, intentando salir con desesperación, ignorando que sus pies seguían atados, pero no se lo permitieron. A cambio, lo inmovilizaron con fuerza hasta que dejó de luchar.

Distinguió la silueta de un par de personas enfrente suyo, que hablaban en voz baja de cosas que no podía comprender. Después, uno de ellos salió del auto y el otro se quedó a su lado, deshaciéndose también de la atadura restante y con sumo cuidado de la cinta en sus labios, pero Kaveh ya había enmudecido; ni siquiera así fue capaz de decir algo. Estaba consternado.

— ¿Estás herido?— Le preguntó el sujeto mientras hacía un escaneo veloz de su cuerpo para comprobarlo. Sus muñecas estaban enrojecidas casi hasta el punto de sangrar y todo él parecía un manojo de emociones intensas que lo acercaban a la crisis nerviosa, pero no había nada de relevancia médica que tuviera que priorizarse. Ahora, por sobretodo, no podía permitirle caer en un bloqueo mental, así que se mantuvo hablándole despacio.— ¿Cuál es tu nombre? ¿Sabes en dónde te encuentras?— Vio hacia el exterior. Alhacén ya no estaba ahí, ni el auto plateado, pero Kaveh había sido incapaz de notarlo. Con la mirada baja, tampoco dejó de llorar en ningún momento. Le costó un esfuerzo inmenso pronunciar algo.

— Por favor, ayúdenlo... Llamen a una ambulancia...

— Ya está siendo auxiliado. Necesito que te concentres para que tú y yo podamos ser de ayuda también.— Kaveh asintió despacio, pero no entendía del todo lo que estaba sucediendo. Sorbió con la nariz, y usando un pañuelo desechable que él le dio se limpió las lágrimas del rostro. Con toques suaves deslizó el objeto sobre sus heridas. Le dolió.— ¿Sabes cuál es su tipo de sangre?— Continuó. Kaveh negó con un simple monosílabo, y ese hombre escribió de inmediato el dato en su celular, como un mensaje.— ¿Alguna alergia, enfermedad o padecimiento?— Kaveh lo pensó. Por más que se esforzara, no recordaba haber tocado un tema similar con Alhacén. Volvió a negar. Seguida de esa pregunta llegaron otras de la misma índole. Kaveh fue tan útil como pudo, aunque sintió que no estaba haciendo nada significativo.

— ¿Son médicos...?— Preguntó con inseguridad. Ya no podía permitirse confiar en cualquiera. En este caso no tenía más opción.

— Sí... Sí, por supuesto.— Mintió. Él no lo era, apenas sabía lo básico sobre primeros auxilios. Tighnari, por otro lado, parecía un profesional en ello aunque no fuese su rama.— Pero no podremos llevarlo al hospital por obvias razones. Las heridas de bala siempre son investigadas a profundidad, y no sabemos si eso sería beneficioso para ustedes.— Explicó despacio. Esa era una de las razones, sí, pero principalmente, no creía que Alhacén pudiera llegar al hospital con vida en esas condiciones.— Vivimos cerca de aquí, en una cabaña un poco apartada de la avenida principal. Lo atenderán ahí.— Vio que Kaveh quería decir algo, como si debatiera consigo mismo internamente pero las palabras no lograran salir de su boca. Todavía estaba muy tenso.— Mi nombre es Cyno, ¿cuál es el tuyo?

— Kaveh...— Contestó casi susurrando.

— Muy bien, Kaveh. ¿Quieres ayudarlo?— La obviedad de la respuesta fue necesaria para tranquilizar el ambiente, de modo que prosiguió.— Él va a estar unas cuantas horas en un proceso quirúrgico, y cuando salga necesitará ropa limpia. Hay que asegurarse de que la herida no se infecte.— Aunque tenía un tono de voz serio, había un deje de simpatía abandonado en sus frases que Kaveh pudo rescatar.

— Sí... Puedo conseguir ropa, por supuesto. Nosotros tampoco vivimos lejos.

— Dame la dirección. Yo mismo conduciré. No podrás hacerlo tú en esas condiciones.— Kaveh le indicó un aproximado de las calles para guiarlo. Cyno cerró la puerta, apartándose el cabello blanco del rostro para arrancar el auto. No se había fijado en que era uno casi lujoso hasta ahora. Tampoco le importaba demasiado porque la prioridad era una vida.

— ¿Él va a estar bien, cierto...? Le dieron en el hombro, eso no puede ser muy grave...— Se autoconvencía a sí mismo con sus propias palabras, pero necesitaba una reafirmación. Miró con atención el rostro de Cyno, trazado con líneas que se agrupaban en una expresión indescifrable.

— En el hombro hay varios huesos. Cerca de él están las clavículas, que cubren varios vasos sanguíneos que se extienden hacia el cuello...— Recordó una de las tantas clases de Tighnari mientras daba la vuelta en una curva.— También es el principal sostén del brazo, lo que le da la mayor parte de la fuerza.— Miró a Kaveh de reojo. Aunque quería mantener su ilusión, tenía que hablar con crudeza para que no guardara esperanzas innecesarias.— Probablemente no podrá usarlo después de esto. Tan solo queremos asegurarnos de que sobreviva.

Compañero Difícil | Kaveh & AlhacénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora