Capítulo 31

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Kaveh gimió cuando los dedos de Alhacén lo exploraron hasta descubrir la pegajosa humedad de su vientre; luego, se hundió en él con rudeza y vio que se estremecía de placer.

Notó que tenía una buena resistencia y gustos peculiares, pues en el momento en que azotó su piel inmaculada y la zona se enrojeció, él volvió a gemir con fuerza. A Kaveh, el dolor le parecía tan delicioso como insoportable.






Cuando el ritmo feroz paró, Alhacén se sintió envuelto por una relajación total que experimentaba por primera vez, mientras que Kaveh se mantuvo inmóvil en su sitio en la cama, completamente destruido y todavía afectado por el orgasmo.

Dio el encuentro por finalizado desatándole los brazos, que había sujetado con firmeza usando su cinturón. Al apreciar el plano completo, pensó en que quizás había sido demasiado duro y se sintió algo culpable.

— ¿Estás bien?— Le besó los labios y el rostro enrojecido. Sus cuerpos estaban perlados de sudor, aunque no le fue molesto abrazar a su novio, quien de inmediato ocultó la cara en su pecho.

— Eres un bruto...— Inhaló el aroma ligero de su piel con calma y después se separó tan solo unos centímetros, mirando fijamente sus ojos.— Dios... ¿Cómo voy a moverme después de esto?— Tomó la situación con gracia, aunque una mueca deformó su sonrisa. Sabía que el calor de su cuerpo le impedía sentir el dolor que más tarde iba a perdurar en cada parte de su cuerpo.

Había comenzado como un lienzo en blanco, pero ahora estaba lleno de marcas en cada una de sus extremidades. Alhacén tampoco se había salvado de los rasguños en los brazos, pecho y espalda, aunque por supuesto eso era mínimo en comparación.

— Tal vez tenga que cargarte a todos lados.— Volvieron a adentrarse en un beso, aunque se separaron deprisa, pues Alhacén levantó el cuerpo delgado en sus brazos y, con el cansancio apoderado de sus piernas, lo llevó hacia el baño.— Usemos la bañera esta vez. Podría soportar una ronda más si te veo en la regadera.

— Me encantaría tan solo ponerme de pie, maldito salvaje.— Le dio un golpecito en el hombro y Alhacén reprimió una risita tonta. Después, dejó que Kaveh se sentara al borde de la bañera mientras la llenaba con agua caliente. Comprobó la temperatura antes de sumergirse él primero y luego Kaveh en medio de sus piernas.

— Eres muy quejumbroso, aún cuando fuiste tú quien me pidió continuar.— Tomó agua entre sus manos y la virtió sobre el cabello de su chico, luego repitió el proceso un par de veces más hasta empaparlo por completo y comenzó a lavarlo con cuidado. Kaveh se dejó hacer, relajándose con el masaje tranquilo y mirando cómo sus propios dedos cambiaban de forma cuando sumergía las manos bajo el agua cristalina.

— Se supone que tú tienes experiencia, ¿no podías controlarte un poco?— Cerró los ojos para enjuagar la espuma y luego sintió las manos grandes de Alhacén paseándose por cada zona en su cuerpo, sin morbo alguno y simplemente limpiándolo, pero de todas formas adorando la situación y permitiéndose plasmar el momento en su memoria.

— Oh, no, ya me había controlado demasiado, porque a alguien le gusta provocarme.— Enfatizó, y cuando terminó con Kaveh comenzó a ducharse él mismo velozmente. Salió escurriendo de la bañera, aunque posteriormente se secó el cabello con una toalla y también el cuerpo. Kaveh intentó levantarse, pero se descubrió resbalando ante la debilidad de sus piernas.

— Ah, de verdad...— Bufó despacio y, al notarlo, Alhacén volvió a atraparlo sobre sus brazos, negando con la cabeza.

— No te enojes. No estaba bromeando con lo de llevarte cargando a todos lados si lo necesitas... Y lo necesitas.— Le acercó una toalla limpia para que se secara por su cuenta y salieron del baño. Sentó a Kaveh al borde de la cama mientras Alhacén quitaba las sábanas y dejaba el bulto de tela en el suelo. Después buscó ropa para ambos y le dio lo más cómodo que encontró a su novio, antes de ponerse algo igualmente ligero.— Descansa un poco mientras busco sábanas nuevas.

— No puedo. Aún tengo que alimentar al perro, ¿ya lo olvidaste?— Consiguió ponerse de pie, pero ahora que su cuerpo se había enfriado sintió una punzada en la cadera. Decidió ignorarla y caminar despacio hacia la puerta, pero Alhacén lo detuvo.

— Terco como siempre. Deja que otros se preocupen por ti.— Sabía que no iba a convencerlo porque ya conocía su temperamento, así que se adelantó hacia las escaleras y extendió su mano para que la tomara.— Ven aquí, bajemos despacio.

Kaveh lo sostuvo y descendieron cada peldaño a su ritmo, con más lentitud de la que Alhacén esperaba. Todo el tiempo había creído que terminar así de adolorido era imposible, pero ahora confirmaba la veracidad.

Cuando llegaron a la sala el cachorro seguía acurrucado a la orilla del sofá en medio de un sueño profundo, aunque pareció reaccionar ante la presencia de Kaveh porque se levantó con un chillido gutural y sus ojos oscuros se abrieron con dificultad. Las pequeñas piernas parecían incapaces de soportar el peso de su cuerpo redondo, lo que de por sí lo hacía ver gracioso, pero el movimiento de su diminuta cola acompañando todo ello fue lo que hizo sonreír a Kaveh, que lo cargó entre sus manos.

— Míralo. Es tan bonito... ¿Será mestizo, o quizás de alguna raza? Supongo que tendremos que esperar a que crezca para saberlo.— Le acarició debajo de la quijada y de las orejas y el pequeño se acomodó en su brazo, dispuesto a dormir de nuevo. Ignoraba por completo la presencia de Alhacén, como si lo único que buscara fuese el amor incondicional que Kaveh tenía para darle.

— Supongo que mestizo, o no lo habrían dejado salir en primer lugar.— Frunció el ceño, cruzándose de brazos. "Soy yo quien lo hizo bien, ¿entonces por qué es él quien recibe mimos?", pensó, pero la molestia se disipó rápidamente porque él ya había tenido su momento de atención; un momento excelente y prolongado, por cierto, de modo que no era justo ser egoísta. Kaveh era demasiado para él y por supuesto que tenía que compartirlo. Afortunadamente, con algo que no era más que un animal y que no podría reemplazarlo. Tampoco era que le desagradaran los animales, pero nunca había convivido demasiado con ellos y no sabía exactamente qué hacer con uno.

— No importa si es mestizo. Seguro que está feliz de tener un hogar con nosotros — Alhacén observó, relajó su postura y luego se acercó, acariciando la cabeza del cachorro con suavidad.

— Definitivamente es afortunado por haberte encontrado, Kaveh.— Dijo antes de separarse, intentando recordar un poco de lo que había aprendido acerca de mascotas en algún punto de su vida.— Salgamos a comprarle comida blanda.— Miró a Kaveh, después al cachorro y nuevamente a Kaveh, suspirando.— Más bien, saldré a comprar comida blanda. Espérame aquí.

— Quiero acompañarte, sino no sabrás que marca comprar. Yo ya tengo experiencia.— Bajó al perrito al suelo, y ya más despierto él se movió curiosamente por debajo de la mesita central de la sala, olisqueando todo lo que se atravesaba en su rango visual.— Además, ya va siendo hora de que yo pague algo.— Alhacén lo miró dubitativo, aunque terminó accediendo.
Sabía que era en vano, pero cerró la casa bajo seguro al salir.

Kaveh se deslizó en el asiento del auto con esfuerzo y molestias evidentes. Alhacén fingió no percatarse. Cuando ambos se pusieron el cinturón, se echó a andar hasta el supermercado más cercano, preguntándose cuán complicado sería moverse con Kaveh por los pasillos. Incluso pensó en que podría llevarlo en el carrito de compras, pero descartó el absurdo pensamiento en un momento, cuando notó que él estaba abriendo la guantera.

— El espejo está sucio. No puedo ver si oculté bien las marcas. Sería vergonzoso que alguien las vea...— Murmuró mientras removía todo, buscando papel o toallitas húmedas: cualquier cosa que le sirviera para limpiar. En cambio, se encontró con un sobre medio arrugado.— ¿Y esto?

Compañero Difícil | Kaveh & AlhacénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora