Capítulo 29

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Rabia, pánico, arrepentimiento; todo tipo de emociones, ahí estaban, flotando en el aire como un perfume, intensificándose cuando vio plasmadas entre sus manos las imágenes de las personas por las que no había pagado.

Eran dos jóvenes delgados, de tez clara. Nunca los había visto antes. Llevaban el cabello rubio y mal recortado cerca de los hombros, y aunque les lucía espeso en algunas partes por la sangre fresca, Alhacén se los notó casi tan dorado como el de Kaveh. No supo diferenciar si era una broma o una amenaza, pero se sintió mareado, aturdido ante la posibilidad de que fuese la segunda opción. Tenía náuseas. El asesinato no le provocaba sensaciones así por sí mismo, pero sus posibles extensiones y consecuencias esta vez lo superaban. Su esperanza de proteger a Kaveh de pronto se había vuelto un riesgo.

Notó que el oxígeno había comenzado a faltarle, arrebatado por las paranoias. Se bajó del automóvil, abandonando el sobre en la guantera, y caminó de vuelta a la casa mientras se tragaba el aire a bocanadas.

Abrió la puerta y dio unos pasos, avanzando lo suficiente para asegurarse de que Kaveh seguía ahí, dibujando. Debía obtener la certeza de que estaba a salvo. Kaveh también se dio cuenta de su presencia.

— Que rapidez. ¿Olvidaste algo?— Preguntó con ingenua inocencia, dejando su proyecto a un lado por un momento. Alhacén negó despacio sin hablar mientras avanzaba hacia él. Conforme se acortaba la distancia, para Kaveh se hacía más evidente su expresión descompuesta y la palidez inusual de su piel. Parecía enfermo.— ¿Qué sucede? ¿Estás sudando?— Se levantó inmediatamente y le tocó el rostro frío con ambas manos, pero él no se atrevía a hablar. Sentía que solo le quedaba un hilo de voz y no quería malgastarlo.— Siéntate.— Alhacén hizo un esfuerzo por controlar su respiración y mantener el equilibrio. Se dejó guiar por Kaveh hasta la silla que antes él ocupaba.
Se sentó apoyando los codos en las rodillas y cubriéndose el rostro con las manos, tratando de contener el torbellino de emociones que lo invadía. Kaveh tomó asiento a su lado, sin saber cómo actuar ahora porque nunca lo había visto de ese modo. Ni a él, ni a nadie.— ¿Debería llamar a una ambulancia...?— No obtuvo una respuesta. En cambio, Alhacén levantó lentamente la cabeza y lo miró a los ojos. Su rostro reflejaba mucho, pero nada estaba claro.

— Kaveh, escucha... — Dijo por fin, aunque se retractó al instante de haber abierto la boca, así que simplemente le tomó las manos, necesitando sentir la calidez de su piel. Después de unos segundos, reunió algo de valor.— Hay algunas cosas que no te he contado...— Las palabras se hacían nudo al interior de su boca. Le parecía una locura tan solo la idea de pronunciarlas.— Pero siento que tal vez deberías saberlas.

— ¿Tal vez? No suenas muy convencido.— Entrelazó despacio sus dedos, acariciando las grandes manos contrarias con los pulgares para aliviar un poco la tensión.— Si no estás seguro de querer contármelo entonces no lo hagas.— Se acercó un poco más, analizando con calma la situación. Alhacén ya no se veía tan consternado, como si cada segundo que pasaba a su lado lo relajara, pero la inquietud seguía ahí.— Debe ser realmente importante. Si no, no tiene sentido que te preocupes tanto.— Soltó sus manos para tomar su rostro. Lo obligó a mirarlo y le ofreció una sonrisa cálida antes de depositar un beso en sus labios.— Quiero que sepas que todas las parejas tienen secretos. No voy a quererte menos por no decirme una o dos cosas. No tengo que saberlo todo.— Soltó un suave suspiro y luego se recompuso, cruzando sus brazos con gracia.— A menos que tengas un hijo real perdido por ahí que pueda venir de la nada a buscarte o algo así. Entonces sí deberías decirme.

— Ah, no, para nada.— Se obligó a sonreír ante su broma, pero no estaba feliz. Sus palabras le ayudaron a decidir que no era apropiado preocuparlo con algo que ni siquiera había confirmado, ni mucho menos confesar lo que había hecho. No quería ahuyentarlo; después de todo, lo hizo por él.

— ¿Ves? Entonces no debe ser tan grave. Me pregunto si hay algo peor que eso.— Aparentó reflexionar un poco, pero abandonó pronto la causa.— Como sea. ¿Todavía tienes algo que decirme?— Alhacén movió su cabeza de un lado a otro en negación y Kaveh intentó no agregar nada más. No iba a pasar por alto todo eso por siempre, pero no podía aprovecharse del estado de Alhacén para obtener información precipitadamente. Por muy relevante que fuera, parecía poder esperar.

— Kaveh...— Mencionó en voz baja alrededor de un silencioso minuto después.

— ¿Sí?— Preguntó del mismo modo.

— Podemos conservarlo. Al cachorro. Estoy bien con eso, pero yo no voy a cuidarlo.— Se resignó a encogerse de hombros y mirar la ilusión brillando en el rostro de su chico.

— ¿De verdad? ¿No vas a recriminarme por todo después? Porque si es una trampa para molestarme, entonces...— Alhacén lo obligó a guardar silencio con un beso tibio. Se aferró a su cuerpo, y Kaveh se levantó de su asiento para pasar a sus piernas, sintiéndose ahora más libre, aunque no duró mucho.

— De todos modos ibas a conseguir que se quedara aquí. Te estoy ahorrando las molestias y las excusas.— Acarició despacio la longitud de su espalda descubierta. Llevaba una camiseta con una apertura pronunciada en la zona.

— Tal vez debería ser comprensivo contigo más seguido, tiene sus beneficios.— Sintió que un escalofrío lo embargaba, así que contuvo el aliento.

— Sí, podrías dejar de discutirme las cosas todo el tiempo.— Sonrió, esta vez con sinceridad. Besó despacio sus labios y luego las comisuras de los mismos. Tenerlo de esa forma era sumamente relajante. Le ayudaba a sentir que todos los conflictos se desvanecían.— Aunque, pensándolo bien, esa es la parte que más me gusta de ti.

— Nunca creí conocer al Alhacén adulador, pero mírate, ahora estás lleno de ese tipo de comentarios.— Los dedos de Alhacén apartaron el cabello de su rostro, pasándolo detrás de la oreja para besar su mejilla con suavidad.

— No me culpes, no soy capaz de controlarlos.— Dijo cerca de su piel, ocultándose en su hombro.— Cuando te tengo así... Siento mucha calma.

— A veces hablas como si fuese esta tu primera relación.— Pasó cuidadosamente sus brazos detrás del cuello de Alhacén, y en cuanto levantó la cara tomó sus labios una y otra vez, en una sucesión de lentos y pausados besos.— ¿Lo es?

— Sí. Lo es.— Kaveh se detuvo a mirarlo y Alhacén prefirió no agregar más de lo necesario a su confesión.— Estoy bien con eso. Es una primera vez especial.

— No sé si debería creer que después de que estuviste con tantas personas nunca formalizaste nada.

— ¿Es tan difícil de imaginar? Bueno, nunca sentí una conexión especial con ninguna de esas personas. Era solo diversión momentánea.

— ¿Lo disfrutabas?— Alhacén asintió, completamente convencido.— Y si quedabas satisfecho, ¿entonces por qué lo hacías tan seguido, y por qué con gente diferente?

— Ah...— Intentó buscar alguna explicación, aunque no tenía ninguna. En realidad, su placer nunca había llegado más allá de lo que podía lograr por su cuenta. Quizás se había intentado engañar a sí mismo desde el inicio.

— Y cuando estuviste conmigo...— El tema surgió con algo de timidez. Kaveh pareció avergonzarse al mencionarlo.— ¿Tampoco fue bueno?

— Sí que lo fue.— Contestó deprisa, tan rápido que se sorprendió a sí mismo.— No he estado con nadie más desde entonces, así que imagina tú lo bueno que me pareció.— Sus manos bajaron por su cintura hasta llegar a la cadera, no en una caricia obscena, sino cariñosa.— ¿No habíamos hablado sobre esto antes? ¿Por qué ahora sacas el tema de nuevo?

— Creo que estoy aceptando lo que pasó ahora. Mi primera vez fue contigo, y ahora somos pareja. Ya no suena tan malo, ¿cierto?

— Oh, no, eso de ningún modo puede quedar registrado como tu primera vez. Te daré una primera vez mucho mejor, y totalmente consciente.

— ¿Cómo puedes decir esas cosas tan a la ligera? Siempre eres tan imprudente...

— ¿Cómo podría no decirlas? Eres tú el que saca el tema, mientras que yo simplemente actúo, tal como ahora. ¿Estás listo?— Apretó su cadera con cautela, enfatizando sus deseos.

— Me aseguraré de estarlo. Mientras tanto... Vayamos a tu habitación.

Compañero Difícil | Kaveh & AlhacénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora