Capítulo 26

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— Alhacén...— Murmuró despacio en medio del goteo feroz del agua, aunque más bien resultó ser un gemido, arrastrando de nuevo la desnudez del chico hacia la suave calidez de su propio cuerpo.

Se habían olvidado de la ropa interior, con la suficiente confianza para mostrarse casi sin vergüenza. Por supuesto, Kaveh todavía estaba algo apenado, pero Alhacén le transmitía la seguridad que le faltaba.

Mientras sus dedos largos y finos exploraban, recorriendo el tórax y bajando por el vientre, volvió a vertirse contra sus labios en repetidas ocasiones.

Llegó a su creciente virilidad, tomándola entre sus dedos, y le pareció tan grande como la primera vez.
La tocó con esa inexperiencia característica de un primerizo, mientras Alhacén lo guiaba con el movimiento sutil de su cadera. Kaveh sintió que una erección volvía a acecharlo, pero no tuvo que advertirla para que Alhacén también lo notara, y así el juego, a pesar de no haberse prestado para más que simples roces y caricias, demoró más de lo planeado.

Afuera, la oscuridad le había ganado terreno a la luz del cielo, arrebatándole al mundo sus formas y contornos. Aunque ya no llovía, el frío era persistente y parecía tatuado en el ambiente.

Unos momentos más tarde, cuando la luna había subido e iluminaba las edificaciones con su brillo tenue, tomaron sus lugares en la cama, vestidos con ropa cómoda y ligera, sintiendo el calor del otro en sí mismos. Kaveh le dio la espalda y aunque su respiración era lenta y regular era evidente que estaba despierto.

Alhacén recordaba la sensación de querer tocarlo, cubrirlo, y su esfuerzo por contenerse tan solo unos días antes. Las cosas habían cambiado. Pudo abrazar su cuerpo esta vez, atraerlo hacia su pecho y estrujarlo entre sus brazos. Se atrevió a besar su mejilla, aunque Kaveh ignorara por completo sus esfuerzos por recibir algo de atención.

— ¿Estás molesto conmigo?— Sonrió, escondiéndose en el cuello de Kaveh, apreciando el perfume natural de su piel, que se había combinado con el aroma suave del jabón.— Soy yo quien debería estar furioso. Tú disfrutaste mucho más.

— Te quejas como si no te hubieses divertido...— Su tono de voz era retórico, siempre propenso a discutir. Alhacén se había dado cuenta con el tiempo de que actuaba así cuando se sentía avergonzado o superado por alguna emoción, y ahora le parecía un gesto adorable. Ya habían superado el calor del momento, así que era lo más normal.

— Yo no dije que no fuese divertido. Claro que lo fue.— Se detuvo un momento para reflexionar. Ciertamente, nunca había experimentado una sensación como esa, lo que le parecía extraño teniendo en cuenta la cantidad de personas con quienes se había involucrado antes y el hecho de que apenas y lo había tocado. Tal vez el problema era que las mujeres y él no eran tan compatibles como creía, después de todo.

Ambos guardaron silencio después de eso, aunque no era un silencio incómodo, sino una especie de momento de armonía que querían disfrutar. Kaveh se sorprendió por darse cuenta de hasta dónde había llegado por un arrebato de impulsividad. No se arrepentía, aunque se preguntaba a qué tanto podría atreverse una vez que dejara de limitarse.
Poco después, el agotamiento recayó sobre sus cuerpos como una carga pesada imposible de evadir. Había sido un día cansado, sobretodo emocionalmente.
Kaveh fue el primero en rendirse ante el sueño, y luego de cubrirlo con las sábanas Alhacén también lo hizo.



Un pequeño ruido, no más fuerte que un pitido, inundó la casa. Alhacén notó que Kaveh seguía dormido, así que retiró despacio su brazo de debajo de su cabeza y también dejó de abrazarlo para levantarse.

La mañana había llegado con destellos de sol que parecían marcar el regular goteo de los segundos. El clima era menos intenso ahora, como si la simple presencia del otro pudiera alejar todo lo malo.

Se calzó y bajó las escaleras, luego abrió la puerta principal y le hizo una seña a los sujetos que estaban parados detrás para que entraran y acomodaran lo que tenían en las manos cuidadosamente sobre el sofá. Antes de cruzar de nuevo la puerta, uno de ellos habló, dándole espacio por fin al momento que Alhacén esperaba.

— Nuestro jefe le tiene un mensaje...— Buscó algo en sus bolsillos y sacó una nota que había doblado descuidadamente. La letra con la que estaba escrita era tosca y de mala calidad, como si hubiese sido hecha con prisa. Esperó su aprobación para comenzar a citarla, aunque Alhacén se aseguró de salir de casa a su lado y alejarse un par de metros para dejar que lo hiciera. No quería que Kaveh escuchara ni por casualidad.— "Este fue un pedido inusual. ¿Desde cuándo necesitas esconderte para actuar? Me parece curioso, aunque no cuestionaré tus métodos; no me corresponde, y lo que me correspondía ya está hecho. De ahora en adelante preocúpate menos por tu seguridad y más por mi paga. Ya que aquél era un tipo importante, la suma también tendrá que ser significativa. Espero que estés enterado de que la demanda en el mercado ha bajado, y de acuerdo con que mis hombres y yo necesitamos mantenernos a flote por lo menos el resto del año... No ha sido sencillo."— Luego de la interpretación, mencionó una dirección y una fecha. Alhacén la grabó en su memoria con la habilidad adquirida de la experiencia, y se despidió de los hombres jóvenes. Llevaban un uniforme de alguna empresa de paquetería, aunque no le interesó saber cuál entre tantas. Solo actuaban de infiltrados, después de todo.

Volvió a entrar en la casa y se encontró con Kaveh, que bajaba despacio las escaleras, somnoliento. Aparentemente notó los regalos antes de notarlo a él, y la confusión fue inmediata.

— ¿Qué es todo eso?— Su cabello rubio, ligeramente desordenado, enfatizaba lo desorientado que se sentía. Cuando pisó el último escalón, Alhacén se acercó y tomó su mano, sonriendo con naturalidad.

— Un pequeño regalo.— Caminaron juntos hacia el sofá. Kaveh se sentó en el espacio vacío como si fuera a quedarse dormido de nuevo, aunque unos segundos después se recompuso, obligándose a despertar.

— ¿Un regalo? ¿Qué es lo que estamos celebrando?— Soltó el comentario con gracia, tomando el pequeño peluche entre sus manos. Era suave y esponjoso, agradable al tacto, y parecía ser de buena calidad. Al lado del sitio que ocupaba, también había una caja de chocolates y un ramo minimalista de flores coloridas sobre ella. Recordó la pregunta que le había hecho bajo la lluvia, y el hecho de que él no la respondió. Alhacén no había podido elegir por su cuenta una sola opción.

— No es necesario celebrar algo para consentirte.— Alhacén se conformó con sellar el momento con el dulzor de un beso lento. Esa promesa silenciosa de un futuro juntos era la razón perfecta.

Compañero Difícil | Kaveh & AlhacénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora