El recorrido fue silencioso. A Alhacén eso no le molestaba particularmente, sobretodo porque él podía mantener su atención en las calles transitadas y en el camino que debía seguir. No obstante, para Kaveh era diferente: solo podía mirar por la ventana deseando llegar pronto para acabar con esa incomodidad que cada segundo transcurrido forjaba. Enfrentarse a él y luego pedirle un favor era vergonzoso.
Al llegar Alhacén se estacionó en las afueras del bar, que más bien era un antro del que se escapaban las luces estroboscópicas entre cada espacio diminuto. A veces impactaban en él y lo cegaban, pero Alhacén pensaba que más bien le daban por fin algo de vida a su rostro pálido y poco sonriente.
— ¿Dejarás el auto aquí?
— Creí que no era de tu incumbencia.
— No lo es, pero...— Miró al varón, luego se deshizo del cinturón de seguridad.— Ah, como sea. Sabes lo que haces.— Salió del vehículo y cerró la puerta con cuidado. Notó que jamás lo había visto con atención antes, ni siquiera cuando fue compañero de curso de Alhacén, pero seguramente era lujoso, aunque la poca iluminación no lo dejaba saber el modelo exacto.
Era una trampa por completo. Cualquier persona caería ante un hombre atractivo y adinerado, aún si su personalidad era una porquería.
Kaveh se acercó a una mujer que custodiaba la entrada y la miró con duda unos segundos puesto que no le cedía el paso, pero tampoco hablaba. Lo observaba impasible, casi como si tuviera un código que le dijera que así debía ser. Por un momento creyó que tendría que sacar su identificación para demostrarle que era mayor de edad y que era libre de entrar a esos lugares, pero Alhacén interrumpió.
— Él viene conmigo.— Alhacén no tuvo necesidad de mostrar su pase, aunque lo llevaba consigo, pues la fémina ya conocía su rostro de memoria. Esta vez se apartó de la entrada y les deseó una estancia agradable con ese mismo tono de crudeza que le había transmitido su mirada. Kaveh no pudo creer el cliché en el que se había metido.
— ¿Un pase vip? ¿Qué es esto, un sitio exclusivo para adinerados?— Bromeó con incredulidad, sin saber que unos pasos más adelante confirmaría sus palabras.
El interior era enorme, y esa palabra se quedaba pequeña. Kaveh había visto grandes edificaciones y trabajado en inmensos proyectos, pero ese lugar era increíblemente gigantesco para tratarse de un simple bar, como Alhacén lo había llamado.
Había una enorme pista de baile en la mitad derecha, antes de unas escaleras que subían a un segundo nivel repleto de mesas infestadas de gente. Abajo estaba la zona donde preparaban todo tipo de bebidas y cócteles, pero aunque se hallaba al fondo no era fácil perderla de vista por su tamaño y las mesas coloridas que sin abandonar su estatus elegante la rodeaban. Distinguió por lo menos a cuatro barman y seis meseros, y entendía que de ser menos no podrían darse abasto con la clientela.
— A partir de ahora estas por tu cuenta.— Aunque ese era el plan inicial Kaveh se sintió repentinamente tímido al escuchar las palabras de Alhacén y quiso aferrarse a él y pedirle que no lo abandonara al menos hasta que tuviera los suficientes tragos encima como para olvidarse de su decencia básica, pero tuvo que declinar a ello y tolerar verlo acercarse hacia quienes lo esperaban en una mesa en la parte superior mientras a él lo abandonaba a su suerte sin premeditarlo.
Se acercó a la barra y tomó asiento en un apretujado taburete. Todos parecían tener a alguien con quien conversar y eso le resultaba incluso más deprimente y le hizo arrepentirse por un momento de estar ahí y no en "casa" siendo productivo.
Apenas se presentó la oportunidad pudo pedir un par de tragos cargados y el primero lo terminó en un santiamén de un único sorbo. El alcohol le hizo escocer la garganta y reconsiderar su forma de beber, y prefirió hacerlo con calma por muy amarga que le supiera la noche. Ni siquiera llevaba su celular consigo, pues lo dejó cargando en casa, así que su único entretenimiento era ver los cuerpos alborotados que bailaban y se movían frenéticos en la pista, restregándose unos contra otros con una pasión candente, como si fueran a desnudarse ahí mismo. No le sorprendería que lo hicieran. Nadie parecía un inexperto en el tema.
Continuó bebiendo más que un par de tragos aunque paulatinamente, hasta que su vejiga resintió el exceso de líquidos y tuvo que levantarse para ir a orinar. Miró a Alhacén a la distancia como pidiéndole ayuda para encontrar el baño, pero él seguramente no recordaba que Kaveh estaba presente o que siquiera existía y nunca le devolvió la mirada, de modo que el rubio tuvo que buscar la zona por su cuenta.
Cuando se levantó de su asiento sintió que sus dosis desmesuradas por fin surtían efecto y lo mareaban y entorpecían. Se sujetó de alguien para no perder el equilibrio y pidió una disculpa rápida y cohibida antes de continuar su camino y dar algunas vueltas en círculos hasta hallar el sanitario.
Encontró los cubículos y todavía tuvo que esperar a que una parejita liberara uno para que él pudiera pasar. En el momento en que salió y enjuagó sus manos su rostro ya se había calentado y sus mejillas estaban enrojecidas. No se sentía completamente fuera de sí, pero ya le costaba coordinar sus pasos.
Se sentía más desinhibido ahora, así que le tomó solo unos segundos decidirse para no volver a sentarse y, en cambio, caminar con determinación a la pista, donde de inmediato fluyó con la música, dejándose envolver con los sonidos estruendosos que en ese momento no le parecían como tal, sino meramente rítmicos.
Era como otro más de aquellos adultos con las hormonas descontroladas. Se contoneaba de forma seductora, ganándose las miradas deseosas de algunos, embriagándolos con sus movimientos.
Solo se detuvo cuando un par de manos sostuvieron su cintura. Eran grandes y por supuesto fuertes. Un cuerpo varonil impactó contra el suyo, pegándose contra él, y una respiración pausada y cargada de lascivia acarició su cuello.
— Volvamos a casa, Kaveh...
Esa voz tan conocida lo paralizó. Sus ojos fríos hicieron que su alma se sintiera gélida en cuanto sus miradas se conectaron y dieron paso a un asentimiento de parte del rubio.
No estaba seguro de si su consentimiento se veía abrazado por el alcohol en su sistema, pero prefería excusarse con eso antes de aceptar que Alhacén le resultaba irresistible en ese momento.
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Compañero Difícil | Kaveh & Alhacén
Fiksi PenggemarSabía que se estaba metiendo en la boca del lobo al pedirle ayuda a la persona que jamás la brindaría sin una buena recompensa, pero, esta vez, Kaveh necesitaba hacer el sacrificio y conseguir una residencia temporal, sin saber que a partir de enton...