Capítulo 5

6.5K 810 192
                                    

Lavar las sábanas fue todo un desafío por las enormes manchas que tuvo que tallar a mano. Kaveh no era un enemigo de la lavadora y aún así no pudo utilizarla porque Alhacén no había tenido la decencia de mandarla a reparar desde la semana anterior que se le averió. Cuando Kaveh se lo pidió simplemente dijo: "¿No eras tú un experto con esas cosas?", así que dedujo que le correspondía a él hacerse cargo y realmente no tenía el tiempo ni las herramientas para ello en ese momento.

Sabía que servirle casi como un empleado sin sueldo y explotado había sido su idea; aunque tenía muchas cosas qué decir al respecto ninguna era apropiada en su situación. No quería perder la oportunidad de dormir bajo un techo, aunque no fuese a diario.

Para ordenar la habitación de Alhacén utilizó más que un par de guantes. Le impresionó lo mucho que podía revolver y tirar en una noche ajetreada en comparación con la limpieza que antes había presenciado.

Recogió todo tipo de objetos, incluso una colilla de cigarro que le pareció que nada tenía que ver con el contexto. La mayoría de cosas fueron al cesto de basura, como empaques plásticos de condones y la caja del paquete que él recibió el día anterior. Supo de su contenido cuando le tocó levantar de la cama los juguetes poco convencionales con una mueca de desagrado.

— Este chico... Ni siquiera es capaz de disimular.— Apartó los objetos con asco de su vista, aunque no parecían estar sucios o siquiera haber sido utilizados, como si Alhacén hubiese sido suficientemente considerado con él como para limpiarlos después de sus sesiones pasionales. Creía más en la posibilidad de que los rastros de fluidos hubieran desaparecido por su cuenta, pues no había encontrado ninguno en toda la habitación. Ni siquiera un condón. Alhacén se había encargado de esas cosas, e incluso las sábanas las había apartado y dejado específicamente en el sitio de lavado para que Kaveh no tuviera que pasar la tortuosa labor de transportarlas, como si eso fuese realmente degradante.

Se recostó sobre las sábanas limpias una vez todo estuvo en su sitio, apreciando un poco su organización. Esperaba haber hecho un buen trabajo, aunque no conocía de memoria el orden de cada cosa. Todo se veía decente a su parecer.

— ¿Ya estás holgazaneando?— La voz le hizo erguirse de inmediato, sentado al borde de la cama. Ordenó apresuradamente las telas debajo suyo y carraspeó con indignación.

— Se llama descanso, y cualquiera lo necesitaría después de recoger esta pocilga. ¡No deberías botar tus cosas en cualquier lugar!

— ¿Ahora vas a decirme qué hacer en mi propia casa?— Ese tono de desafío y regaño tan particular en Kaveh lo irritaba. Le hacía parecer poco menos que una madre gruñona.— Si terminaste aquí ve y continúa en la sala. Deberías descansar solo cuando realmente hayas terminado.

El rubio se levantó, frunciendo el ceño, y luego dio unos cuantos pasos hacia él. Señaló su pecho, apoyando su índice sobre él, pero cuando levantó la mirada para hacerle frente su determinación se debilitó y terminó por rendirse y simplemente salir, susurrando despacio.

— Maldito desalmado...— Solo alcanzó a bajar un escalón antes de que Alhacén volviera a fracturar su paz con ese porte que tanto lo fastidiaba. Casi podía sentir su sonrisa interna cuando lo molestaba.

— Creo que no entendí bien lo que dijiste.— Por unos segundos sus comisuras se elevaron con satisfacción. Al contrario de lo que creyó, Kaveh no pasó por alto su comentario, sino que regresó sobre sus pasos y lo enfrentó.

— Digo que eres un maldito desalmado. No tienes ni un poco de consideración con nadie. Me has tenido sin descanso todos estos días y eso...— Apretó los puños, mirando por fin su rostro.— Es realmente detestable.

— Mira, Kaveh, yo no establecí los términos. ¿Necesitas que te recuerde quién lo hizo?— Se acercó despacio a él. Kaveh se encogió en su sitio, retrocediendo inconscientemente.— En todo este tiempo me apegué a tus palabras. Fuiste tú quien accedió. Más bien, fuiste tú quien insistió.— Kaveh era más bajo por tan solo unos cuantos centímetros, pero en esos momentos le pareció que la diferencia de estaturas era inmensa y se sintió diminuto.— La próxima vez que vayas a reclamar cualquier cosa...— Rodeó despacio su cintura y lo sujetó con fuerza, aunque usó uno solo de sus brazos, sin dejarlo continuar su andar. Después, sostuvo su rostro con la otra y musitó despacio sobre su oído.— Fundaméntalo.

Kaveh se quedó paralizado por los nervios. No se dio cuenta de que él había provocado esas acciones con lo cerca que estaba otra vez de las escaleras hasta que Alhacén lo soltó y sintió que se desequilibraba.

Le costó reponerse y regular su respiración, aunque en ningún momento se enteró de que la estaba aguantando por concentrarse demasiado en relajar a su frenético corazón.

Bajó despacio las escaleras con las piernas temblorosas y una vez más la sensación de impotencia carcomiéndolo. Se dio cuenta de que la sala estaba limpia casi en su totalidad y lo único que estorbaba eran los planos que él mismo había acomodado ahí cuando volvió porque pensaba reanudar su trabajo, pero se sentía tan agotado por dormir mal y tan poco tiempo que prefirió tomarse un descanso de un par de horas en el sofá, hasta que tuvo que levantarse a cocinar algo rápido y volvió a tumbarse para mirar televisión.

Últimamente sentía que su vida se había vuelto monótona, enormemente aburrida, y la noticia de la pérdida de su casa fue un golpe duro que perturbó su paz. Quería conversar con alguien por un largo tiempo y desahogarlo todo, o salir con amigos y despejarse por fin, pero no tenía a nadie a quién acudir. Todo ese tiempo lo pasó con la cabeza entre libros, de modo que sus amigos cercanos ya no eran tan cercanos, y las personas con quienes hablaba se limitaban a tratar temas meramente académicos.

Su vida se estaba desmoronando y escurriéndose entre sus dedos y él no era capaz de retenerla.

— ¿Vas a salir?— Preguntó despacio a Alhacén. Llevaba un saco largo colgando en su brazo derecho, así que supuso que iría a encontrarse con alguien.

— Iré a un bar.— Más que tajante, como siempre sonaba, su tono desprendía duda. Incertidumbre del por qué a Kaveh le interesaba su rutina diaria.

— ¿Puedo ir contigo?— Ambos guardaron silencio unos segundos. Kaveh tuvo que volver a hablar.— Solo quiero que me lleves. Lo que hagas ahí no es de mi incumbencia. Necesito un trago y...Yo veré cómo volver a casa.— Alhacén dudó. Miró su reloj y luego reflexionó un poco.

— Bien. Apresúrate, te esperaré en el auto.

Compañero Difícil | Kaveh & AlhacénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora