Los tres aros

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Nami veía la isla Sabaody a lo lejos, preocupada por la situación económica de la tripulación.

Todo el dinero con el que contaban se había gastado para comprar comida a Luffy, quién gastaba aproximadamente cien mil berries él solo en comida.

—¡Sanji-kun! —Nami decidió contarle la situación al cocinero, quién era el hombre más responsable de la tripulación. Esperaba que él lograra encontrar alguna solución.

—¿Qué pasa, Nami-san? —El rubio se ganó al lado de ella, quien seguía mirando la isla.

—No tenemos dinero —. Se confesó, sin ninguna expresión en la cara. Sanji se limitó a prender un cigarro y mirar a la demás tripulación.

—Debemos avisarles —. Habló luego de un par de segundos, arrepintiéndose de lo dicho, pues no sabía como dar una noticia como aquella.

—Te lo encargo.

Sanji, obediente, subió hasta el segundo piso del barco, llamando a cada uno para que lo escucharan.

—Les informo que no queda dinero para comprar comida ni para abastecernos, así que les recomiendo que comiencen a pescar todos ustedes si quieren comer... —Habló sin mirar a nadie, pero dejando en claro la misión de cada uno.

—¡Oigan! Pero, ¿por qué no vendemos cosas de valor en la siguiente isla? —Usopp miró a Nami y Robin. —Podrían vender esas joyas que nunca usan, como esos collares de perlas y tal.

—Usopp, ¡esas joyas se vendieron la semana pasada para darle de comer a Luffy! —Nami comenzó a desesperarse. Ella amaba el dinero, y quedarse sin ningún berrie encima la estresaba.

Luffy solo rio ante la situación. —¡Vaya! Parece que como demasiado.

Al segundo Luffy ya tenía un chichón en la cabeza. Zoro se acercó hacia los demás.

—¡Oye, Nami! —Zoro llamó a la pelinaranja para sugerirle una idea.

—¿Qué pasa? —Nami comenzó a frotarse la cabeza en modo de que le surgiera alguna idea para ganar dinero.

Zoro comenzó a retirar de su oreja izquierda los tres aros de oro que la adornaban. —Ten.

Nami estiró su mano recibiendo aquellas joyas, sorprendida.

—¿Estás seguro de que las quieres vender?

—Claro, cada una cuesta cien mil berries y son poco comunes, les sacarás un buen provecho.

Nami le sonrió agradecida y partió hacia Sabaody más tranquila.

Todos los tripulantes volvieron a sus quehaceres apenas el problema se vio resuelto.

Zoro se dirigió a la cocina en donde se encontraba Sanji cocinando.

—Oye, cocinero ¿de casualidad tendrás palo de orégano?

—¿Palo de orégano? ¿Para qué lo necesitas?

—Para que la perforación no se me cierre.

—Guardaré cada alimento para hacer comida, no para que te lo metas en la oreja, enfermo —. Gruñó molesto, no andaba de humor para soportar a Zoro.

—Va, ¿no me darás un premio por haber salvado la comida de dos semanas? —Con una mano desató el mantel que ocupaba el rubio para cocinar, poniéndole bastante nervioso.

—¡Oye! ¿Q-Qué haces?

El peliverde se acercó al cocinero para abrazarlo de espalda. Besó reiteradas veces su cuello, frotando su entrepierna en el trasero de su acompañante.

Zoro y Sanji mantenían una relación de "amigos con derechos" hace ya un par de meses. Nadie de la tripulación sabía, y tampoco debían de saber.

—Zoro, b-basta... —Sanji se afirmó con una mano en la mesa de cocina, inclinando su espalda para hacer la fricción aún mayor.

—¿Estás seguro qué quieres que pare? —Preguntó en su oído para lamer su lóbulo con aires de grandeza, pues aquella acción le había confirmado su necesidad de una buena tarde de sexo.

Su mano comenzó a desabrochar cada botón de su traje, de una manera pausada pero firme, provocando a Sanji por la lentitud que iba a aumentando a medida que su mano iba subiendo por su abdomen.

—N-No... —El rubio dobló la rodilla para afirmarse en el horno debajo de la mesa. Esto hizo que su cuerpo bajara y chocara de una manera placentera con el cuerpo de Zoro.

—¿No qué?

—No p-pares...

—Buen chico —. Zoro rio despacio ante la agradable confesión que había recibido. —Date la vuelta.

Sanji obedeció de inmediato. Zoro al ver el rostro de su amante sudado no pudo evitar darle un beso feroz en los labios.

—Me encantas tanto, Sanji —. Éste se ruborizó, pues lo dijo mientras retiraba la camisa azul de su torso.

Tiró la camisa al piso y se dispuso a besar cada parte de su estómago bien formado, chupando y mordiendo con tal de dejarle marcas.

Sanji era bastante mujeriego, Zoro lo sabía, por lo que le gustaba dejarlo marcado para que cada vez que Sanji se acostara con una mujer, ella supiera que tiene dueño.

Subió su lengua desde su abdomen bajo hasta su cuello, dejando un camino de saliva. Sanji ante aquel espasmo de placer, agarró un mechón de cabello del peliverde, para levantar su rostro.

Besó su mejilla, su nariz, su frente, sus labios y sus ojos de manera pausada. Bajó la mano hacia su mejilla para acariciarla. Zoro se desconcertó ante aquella acción cariñosa, pero no rechazó aquella fina mano acariciar su rostro.

Cerró sus ojos cuando sintió aquella mano acariciar su cabello, sorprendido ante la repentina necesidad de sentir más de aquello. Ya no sentía placer, si no, un profundo vacío en su pecho.

—Necesitabas más esto, ¿no? —Zoro abrió sus ojos ante la pregunta. —No todo es sexo, marimo, también existe el amor —. Besó un par de veces más sus labios como si fueran lo más delicado del mundo.

—¿Amor?

—¿Nunca lo has sentido?

—No... —Zoro dudó, ¿Acaso lo que una vez sintió por Kuina fue amor?

Sanji retiró la camiseta del peliverde, para luego besar su pecho y pectorales.

Zoro, en otra ocasión, ésta sola acción hubiera bastado para tomar a Sanji y llevarlo a la cama, pero en ese preciso momento, lo único que quería era sentir aquella mano acariciar su rostro.

—Sanji —. El nombrado miró atento a su acompañante, sorprendido al escuchar por primera vez su nombre en la boca del espadachín.

—¿Qué pasa?

—Acaríciame —. Cerró sus ojos avergonzado, esperando otra vez aquel toque tan maravilloso.

El rubio sonrió ampliamente, y comenzó a acariciar la mejilla de Zoro.
—Te quiero, idiota —. Zoro sonrió y tomó la cintura de Sanji aún con los ojos cerrados.

—Yo también, cocinero pervertido.

Zoro's One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora