Daemon Targaryen

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—Me negaba a creer que Rhaenyra sería capaz de hacerme tal cosa.

—¿Por qué? Todos sabían que Rhaenyra y Daemon se encamaron una noche.

—¿Por eso me casaron con Daemon? ¿Para tapar el error de Rhaenyra?

—No es lo que quise decir. —Rhaenys la atrajo hacía ella. —no quise decirlo.

—Ha traumado a sus hijos.

—Lo sé pequeña llora sí quieres.

—No puedo hacerlo, tengo que ser fuerte.

—¿Y a quién quieres probarle tu fuerza? ¿A Daemon? ¿A Rhaenyra? No tienes que probar nada, todos sabemos que eres fuerte.

Alyssa suspiró llevando su mano a su pequeño vientre, llamando la atención de Rhaenys.

—¿Estás encinta?

—Planeaba decirle a Daemon, pero lo encontré en el acto, no quise interrumpir.

—¿De cuánto estás?

—Cuatro lunas.

—Eso es... ¿Cómo quieres qué sea?

—Después de los nacimientos de Rhaegar, Maegor, Baelon, supongo que deseo una niña, la ilusión sigue.

—¿Cómo quieres llamarla?

—Visenya.

—¿Maegor y Visenya? Nombres un poco cuestionables. ¿No crees?

—Lo sé.

—Vas a superar el engaño de Daemon, te duele, pero lo vas a superar.

—Lo sé.

—Ahora ven y hagámonos un masaje, lo merecemos por soportar a los hombres idiotas.

[***]

Alyssa miraba su vestido mientras sus doncellas terminaban de darle los últimos detalles.

—Princesa. ¿Está segura de querer ir?

—Lo estoy, descuiden.

—¿No cree qué Dragonstone es más cómodo?

—Lo es, pero Rhaenyra ha decidido mostrar a Aegon III y Viserys II a la corte, además, mi padre quiere vernos, tengo entendido que Rhaenyra perdió al bebe que estaba esperando, padre quiere que estemos juntos como familia, en su incineración.

—Cuídese princesa.

—¿Mis hijos están listos?

— Los príncipes Rhaegar, Maegor y Baelon ya están en Dragonpit, mi princesa.

—Gracias, les enviaré un cuervo a penas llegue al Castillo.

—Mucha suerte princesa.

Alyssa sonrió en dirección a ellas, caminando a los aposentos de su pequeña, abriendo la puerta, sonriendo al no encontrarla.

—¿Y mi dulce hija?

—¡No soy dulce!

—¡Ahí estas! —Alyssa gritó, haciéndole cosquillas a su pequeña hija, escuchando su melodiosa risa. —señorita. ¿Por qué no te has alistado?

—¡Ya me aliste! —gritó la menor.

—¿Y tu vestido?

—¿No puedo ir en pijama?

—No. —Alyssa rió. —mi dulce niña, ven. —dijo, su hija tenía el cabello lacio un poco despeinado, debido a que se había bañado y no había peinado su cabello. —¿Qué vestido quieres? ¿El azul o el rojo?

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