17 _ Quédate

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Antes de que todo el mundo estallara en aplausos ella ya había desaparecido, Lily miró a su hermano dándole un pequeño empujón para sacarlo de su ensoñación, indicándole con una mirada que fuera tras ella.

John caminó como pudo entre la multitud, que comentaban entre unos y otros quién podía ser la dueña de esa magnífica voz, apuró el paso hasta llegar al hall, miró en dirección a las puertas sopesando la idea de que hubiera salido, pero antes de eso se dirigió al guarda de seguridad que custodiaba los ascensores para que los invitados no fueran a las plantas superiores, el hombre le confirmó que si había subido, pues le habían avisado que ella tenía autorización.

Subió de inmediato en su busca, llegando en apenas unos minutos, en cuanto abandonó la caja metálica, fué directo hasta su escritorio pero no la encontró, miró en su baño y tampoco estaba, así que se dirigió a su despacho.

Todo estaba a oscuras pero aún así pudo verla, estaba apoyada en su mesa con su bolso al lado quitándose el maquillaje de forma compulsiva mientas lloraba, él se acercó despacio quedando justo frente a ella.

_ Espera, no hagas eso vas hacerte daño si sigues frotándote así _ le dijo, mientras suavemente le retiraba la toallita desmaquillante de la mano.

_ Todo es por tú culpa ¿cómo has podido hacerme esto? He hecho el ridículo delante de todos _ tomó otra toallita y siguió desmaquillandose.

_ Les has encantado, preciosa. Te fuiste antes de que comenzaran a aplaudir _ el también tomó una toallita y comenzó a pasarla por su piel _ has estado maravillosa.

_ Todo el mundo me miraba y yo...

Luna apoyó la frente en su pecho intentando calmar las lágrimas. Él la dejó que se desahogara durante unos minutos hasta que el llanto cesó y se calmó por completo.

_ Mírame _ la cogió por la barbilla e hizo que lo mírara.

Era hermosa, si con maquillaje era linda, así sin nada, e incluso con los ojos hinchados por las lágrimas, le parecía preciosa. La observó durante largos segundos bajo la luz de la luna que entraba por el ventanal, mientras ella le miraba directamente a sus ojos azules, esos que se encontraban oscurecidos en ese momento.

Se acercó a ella un poco más, tanto que Luna pudo sentir su cálido aliento sobre sus labios.

_ Eres preciosa _ susurró, acercándose lentamente a su rostro, pegando sus labios a los de ella.

El beso no duró mucho, se apartó despacio, apoyando su frente sobre la de ella, rozando su pequeña nariz con la suya, esperando su rechazo.

Luna cerró los ojos y respiró entrecortadamente buscando calmar su desbocado corazón, sintiendo todavía el tacto de sus labios sobre los suyos, deseando más. Llevó sus manos hasta su pecho y empuñó su camisa, atrayendolo hacia su cuerpo, siendo ella la que lo besó en ese momento.

El beso comenzó despacio, suave, pero enseguida pasó a ser posesivo, demandante, ambos querían más del otro. John no perdió tiempo, la pegó a su cuerpo llevando una de sus manos hasta su nuca y la otra a su cintura, besandola desesperadamente, jugando con su lengua, subiendo la temperatura de ambos.

Bajó las manos hasta sus nalgas apretandolas y haciéndole sentir su dureza en su vientre, la sentó sobre el escritorio y dió gracias a los dioses por la abertura de su vestido, colocándose entre sus piernas. Bajó su boca dejando besos húmedos por su cuello y hombro escuchándola jadear, al tiempo que colaba la mano por debajo del vestido, acariciando su muslo de arriba a abajo mientras amasaba uno de sus pechos.

Ella se aferró a sus hombros mientras él la tocaba, queriendo más y más. Jamás se había sentido así, acariciada, deseada, casi adorada y caliente, y más por el hombre que la volvía loca. Se le erizó la piel sintiendo las caricias en el muslo y la mano en su pecho, provocando que su entrepierna se humedeciera.

Una Voz Entre Sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora