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Era un martes caluroso.

Ese día en especial, el clima estaba sintiéndose increíblemente caliente. Ni siquiera los ventiladores despejaban el ambiente tan ardiente.

La linda rubia terminaba las labores de su empleo –online–, cuando sintió las terribles ganas de pasarse un hielo por todo el cuerpo. Arrastró los pies hasta la nevera, sacando de esta uno de los bolis que había preparado más temprano. Había recordado la receta de su amiga apenas escuchó el pronóstico del tiempo para el siguiente par de días. Y disfrutó por completo de la cremosidad de su refrigerio con entusiasmo, fue entonces cuando un rostro malhumorado se presentó en su cabeza.

«¿Le gustará?». Se preguntó a sí misma, viendo la bolsita en sus manos.

_____ se encogió en hombros luego de unos segundos y tomó cuatro de los tantos que había hecho. Los echó en la pequeña hielera de Felix y con una sonrisa, se preparó para salir.

A pesar del tiempo que ya llevaba viviendo ahí, no podía dejar de asombrarse y embelesarse ante las calles y casas ahí cercanas. Recorrió los metros, saludando a los conocidos, mientras tarareaba una melodiosa canción. Divisó pues la tienda ya bien conocida por ella y con la sonrisa aún más abierta, se adentró.

Sintió su piel erizarse cuando la sutil frescura del local, le acarició el cuerpo. Aprovechó su viaje y se acercó al pasillo de medicamentos donde tomó analgésicos y algunas vitaminas. Con aquello en manos, se dirigió a la caja dispuesta a ser atendida. El pelinegro terminaba de hacer unas anotaciones cuando levantó la mirada y se topó con su pesadilla.

—Hola —saludó.

—¿No ya habías venido en la mañana? —cuestionó con una mueca.

—Yeap, pero olvidé algo en mi despensa y quería traerles un refrigerio para el calor —explicó sonriente, mientras colocaba sus compras en la banda y hielera sobre la mesa.

Jeongin ignoró los bocadillos y miró los medicamentos con el ceño fruncido. Era la tercera vez, en dos semanas que veía entre sus compras; las vitaminas y los analgésicos fuertes, pero se mordió la lengua, evitando a toda costa preguntar la razón de aquello.

—¿Qué trae de vuelta a nuestra clienta estrella? —cuestionó el castaño de ahora cabellos cortos, cuando se acercó.

—Hola, Hyunjin —sonrió—. Les he traído esto —mostró los postres—. Son producto de una receta de una amiga, los llama bolis, espero que les gusten.

Hyunjin sonrió emocionado. Miró las bolsitas con ojos brillantes y tomó uno luego de recibir un asentido por parte de la chica. Este probó el hielo endulzado y su cara fue todo un poema cuando el delicioso sabor dulce se extendió por sus papilas gustativas, ocasionando la sonrisa victoriosa de la cocinera. Jeongin, por otro lado, cobró los medicamentos, mostrándose reacio ante la idea de probar uno de los postres.

—Esto es delicioso, muchas gracias, _____, te haré una rebaja en tu próxima visita —declaró.

La mencionada sonrió sonrojada, negándose a las palabras del alto. _____ pagó su compra sin siquiera esperar a que se le dijera el total y acomodó sus cosas, preparándose para volver a casa.

—Si así lo desean, puedo traerles más de esto mientras dura esta crisis ambiental, no tengo problemas.

Hyunjin juró enamorarse de ella, y Jeongin simplemente atinó a negar. Se sintió harto de la vocecita dulce de la rubia y se fastidió con la sonrisa de su mejor amigo. No lo toleraba, le irritaba que esa extranjera entablara una conversación con su amigo, porque entonces Hyunjin aprovechaba y ya no dejaba de mencionarla por el resto del día.

Be Kind || Yang JeonginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora