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—¿Vas a ir?

Jeongin detuvo sus movimientos, una vez dejó la caja sobre el estante. Echó un suspiro y se giró para ver a su amigo, que alzaba las cejas de manera sugerente.

—Sí... Voy a ir.

Hyunjin sonrió por ello, dejando un sutil golpecito en el hombro contrario, como muestra de apoyo, luego volvió a su trabajo, tratando de no molestar al menor y evitar que se retracte.

—Sólo no vayas a ser un idiota con ella, recuerda que es tu pase a la libertad de las garras de tu madre y la mala vida con Yuna —recalcó.

Jeongin bufó con burla, mirándolo nuevamente.

—No entiendo porqué sigues mostrando tanto respeto hacia mi madre, si la odias como yo.

—No la odio —corrigió—. Y le muestro respeto porque gracias a ella duermo bajo un techo y tengo un trabajo, además, es la madre de mi mejor amigo —le abrazó—. Pero no por eso estoy de acuerdo con lo que te hace —agregó.

Jeongin se soltó del abrazo con el típico disgusto en su rostro. Miró el reloj de la pared, notando que ya faltaban escasos cinco minutos para su segundo descanso y hora de comida. Se lamió los labios nervioso y dio un respiro profundo, llamando la atención de su compañero.

—Eres un dramático, no es como si fueras a venderle el alma al diablo.

—Puede que sí —respondió, alzando las cejas—. Como sea, ya me voy, espero no tardar.

—No te preocupes, yo me encargo por aquí, ¡Fighting!

Jeongin le sonrió de lado y se preparó para salir. Apenas piso al otro lado de la puerta y fue atacado por el sofocante calor de afuera. Sentía que la piel le ardía y por un instante pensó en arrepentirse y volver a la frescura del trabajo, sin embargo, recordó el propósito inicial de su salida y fue por ello mismo que ni siquiera miró atrás.

Ya en su camino, Jeongin se desvío del trayecto, llegando a la florería del barrio. Un lugar amplio, de olores variados y colorido que expresaba armonía en todo su esplendor. Una linda joven de cabellos rojos se dio cuenta de su presencia y se acercó a él, mostrándose amable apesar de la amarga expresión del contrario.

—¿En qué puedo ayudarte?

—Oh... Necesito unas flores para una amiga, ella ha estado enferma estos días —explicó, rascando su nuca.

La chica asintió ante las palabras, barriendo su jardín con la mirada hasta dejarla en una linda maceta. Sonrió ante su encuentro exitoso y tomó la misma, acercándose luego con el azabache.

—Mira, estas son Fresias, huelen delicioso, son especiales porque dan un aire de paz, tranquilidad y sanación en el ambiente.

Jeongin miró las flores con detenimiento. Los colores brillantes y la belleza de las mismas le hicieron recordar por un instante, a la persona a quien se las daría, ocasionando un escalofrío en su espalda.

—¿Estás segura de que no simbolizan el deseo de una muerte prematura?

La chica peló los ojos. Frunció el ceño y luego simplemente sonrió.

—Te lo prometo, con estas estás deseando la pronta recuperación de tu amiga.

Jeongin dio un asentido, bajando su mirada hasta el bolsillo en busca su cartera.

—Tal vez para la siguiente venga en busca de unas para desear una muerte prematura —murmuró.

—Disculpa, ¿Cómo?

—Nada —sonrió—. Me las llevaré.

La chica sonrió de nuevo y lo guío hasta la caja. Dejó entre las florecillas algunos cartelitos de madera con mensajes positivos y dio unos últimos detalles antes de entregarlas.

Be Kind || Yang JeonginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora