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El ruido del mar era calmoso desde el balcón. La brisa fresca alimentaba a la creatividad y sus movimientos sueltos tranquilizaban la intensidad de su ansiedad. Sintió la caricia en su cabeza, pero no retiró la vista de su tableta.

—Debemos irnos.

La voz de Jeongin fue suave y bajita. _____ asintió y guardó su progreso antes de dejar el aparato de lado y levantarse de la hamaca. Respiró hondo y dejó que el castaño le colocara el suéter antes de finalmente encararlo.

—¿Estás nerviosa?

—Mucho.

—Todo estará bien, lo prometo.

_____ sonrió un poco más tranquila, sabiendo lo sanador que era escuchar esas palabras venir del mayor. Pero entonces su rostro se deformó y la sangre se centró en sus mejillas cuando sorpresivamente recibió un beso en la nariz por parte del otro.

—¡Yang! —le pegó, recibiendo una risita a cambio.

Le amenazó con la mirada y lo dejó pasar, tomando su bolsa para comenzar su camino bajo una falsa indignación.

No sabría explicarlo correctamente, pero el hecho de que Jeongin se haya propuesto a ser más "rebelde" en esos últimos días, hacía que su corazón se volviera loco. Amaba esos pequeños arranques del castaño, pero no iba a admitirlo, no todavía, porque seguían andando las dudas sobre la estabilidad emocional de ambos. 

El corazón de los dos estaba lastimado de la misma manera, aunque uno era más reciente que el otro, pero al final del día, la pareja tenía el mismo problema que los obligaba a asustarse y desconfiar. _____ lo había escuchado del mismo Jeongin, en una noche de insomnio y pláticas profundas.

Haber sido traicionado por alguien a quien se le cedió hasta la más íntima debilidad, dolía horrores. Coincidieron en ello y coincidieron en que sería difícil, aún así, atinaron en que no sería dañino si lo intentaban.

Pero se sentía extraño, si eran honestos.

—¿Qué hacías?

La rubia quitó la mirada del paisaje a través de la ventana y se giró sobre su lugar, notando al curioso castaño.

—Diseñaba.

—Te dijeron que no deberías trabajar.

—No es trabajo —señaló—. Dibujar y diseñar deja de ser un trabajo cuando lo disfrutas y yo lo estaba disfrutando, además, mi trabajo es independiente, las agencias, usualmente de revistas me contratan para formar los conjuntos de sus modelos.

—¡Aaah! —asintió—. Interesante, como siempre.

La rubia jadeó una risita, negando ante las tonterías del mayor. Era muy diferente al Jeongin malencarado que conoció. Ya no podía encontrar siquiera un ápice de ese antiguo sujeto egoísta y grosero, y a decir verdad, estaba bien con ello.

—Llegamos —anunció el conductor.

La joven pareja bajó del taxi, agradecieron al hombre e ingresaron al hospital. Instintivamente, la menor buscó la mano del otro para sujetarlo con fuerza y atreverse a andar. Definitivamente se consideraba la odiadora número de todas esas instituciones del diablo.

—Buen día, ¿en qué podemos ayudarle?

La mujer sonaba amable, sin embargo, eso no fue suficiente para que la menor decidiera bajar todas sus defensas. Así pues se quedó muda y Jeongin tuvo que salir al rescate, tomando los papeles de las manos ajenas y explicando a la enfermera todo el contexto de su visita.

Afortunadamente para _____, la burocracia fue decadente y de un momento a otro ya estaban dentro de un consultorio, lista para que le quitaran las puntadas de la operación. No era un progreso tedioso, en realidad. Era sólo cuestión de unos minutos, pero el verdadero temor de la rubia era el posible dolor.

Be Kind || Yang JeonginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora