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Sus piernas flaquearon en el mismo instante que notó la mandíbula tensa de aquel chico. Aunque claro, cualquiera podría sentirse de esa manera si tuviera a tremenda belleza enfrente. Ese chico era realmente hermoso.

«Si tan solo sonrieras un poco». Pensó fastidiosa.

Su mirada estaba reacia a la idea de despegarse de él. El castaño oscuro gozaba de unos ojos de color profundo que sólo estaban logrando hipnotizarla, justo como lo hacían cada vez que lo veía. Y fue gracias a un par de toques en su hombro que pudo salir de aquella ensoñación.

—Es tu turno —avisó el hombre detrás de ella.

—Claro... Lo siento —respondió reverenciando.

Con los nervios recorriendo por todo el cuerpo, se acercó hasta el mostrador anticipando el mal humor del cajero. Dejó sobre la banda su pequeña despensa con una sonrisa en su rostro, mirando en todo momento la cara del chico, completamente esperanzada por que algún día su gesto fuera bien correspondido.

—¿Tengo algo en la cara? Es molesto que no dejes de mirarme así —gruñó.

El típico tono irritado del chico la hizo estremecer. Negó rápidamente, bajando la mirada por unos segundos. No pudo evitar ponerse colorada por haber sido atrapada en aquel "perturbador" acto y sólo pudo optar por evadirlo.

—No es nada, es que hoy luces menos molesto que otros días, eso es muy bueno —contestó.

La gran diferencia entre esos dos era más que notoria. Una brillaba en paz y armonía, mientras que el otro se perdía dentro de la oscuridad de su mal genio e irritabilidad constante. Con fastidio en sus gestos, el castaño rodó los ojos y se dedicó plenamente a marcar los últimos números en la caja registradora.

—Deja de decir estupideces —continuó, echando los productos en la bolsa de tela—. Son XXXX wones.

Ni siquiera ese tono tan seco y frío fue capaz de arruinar la hermosa sonrisa que mostraba la rubia. Esta sacó el dinero y tendió los billetes al chico. Como siempre, el dinero se le fue arrebatado y posteriormente la rubia recibió su cambio. La chica se dispuso a salir de la tienda, mas se detuvo por unos instantes. El cajero mudo vio con atención como su cliente dejaba sobre el mostrador un pequeño brownie de chocolate, entorpeciendo el flujo de la fila de clientes detrás.

—Lo preparé yo misma, espero que sea de tu agrado... Nos vemos luego.

Dedicó una brillante sonrisa en compañía una reverencia y finalmente, se fue con su bolsa colgando de su brazo. El castaño, por otro lado, siguió los pasos de la chica hasta que esta desapareció de su vista, luego llevó la mirada de regreso al postre dentro de una charolita de plástico transparente. Tomó el objeto entre sus manos y lo dejó debajo del mostrador, sintiéndose frustrado.

—Idiota —susurró para sí mismo.

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1 AÑO Y MEDIO ATRÁS...

Era Junio. Una bonita rubia de ojitos melosos llegó a Seúl después de un largo viaje. Sus pasos eran lentos apenas tocó el suelo. El enorme aeropuerto comenzaba a marearla con tanto pasillo y grandes salones de espera. Caminó unos metros más hasta que por fin dio con la salida del lugar. Una vez ahí, comenzó a buscar un taxi con la mirada para no tener que avanzar más con las pesadas maletas.

—¡_____!

Su nombre fue mencionado en un tono grave y profundo, haciéndola girar al instante. Entonces una sonrisa deslumbrante se dibujó en su rostro cuando vio a su rubio primo acercarse a ella.

Be Kind || Yang JeonginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora