2

2.1K 165 20
                                    

Habían pasado tres días desde la última visita de la rubia a la tienda. Casualmente, el mal humor de aquel joven cajero se volvió más irritante y de nueva cuenta, llegaba al límite de pelear con las personas.

–Ve a visitarla, así te tranquilizas y dejas de buscar problemas con los clientes.

–Cállate Hyunjin –balbuceó–. No me interesa lo que le pase a esa extranjera –declaró.

–Ajá... Sólo te digo que no porque seas el hijo de la dueña, te vas a salvar de un buen regaño, la señora bajita de lentes ya te tiene en la mira –agregó, levantándose de la silla para volver a su lugar.

Jeongin bufó molesto, comenzando a picar su comida. La verdad es que no quería aceptar que sí estaba preocupado por esa linda rubia fastidiosa que no había dejado de visitarlos desde el primer día que llegó. Su preocupación fue mucho más fuerte porque él había visto la cantidad de medicamentos que compraba y sabía perfectamente que eran para ella, porque una vez la vio tomándolos apenas salió de la tienda.

«Aish, es tan molesta». Pensó.

Vio de nueva cuenta la comida frente a él, notando que aquello ya parecía más el vómito de un borracho que su mero desayuno. Resopló levantándose de su asiento y terminó por llevar los residuos de su comida a la parte trasera del local. Vio una de las cajas de cartón moverse y silbó, deteniendo aquel alboroto. Pronto, un perrito de cabellos largos y sucios se dejó ver, sacudiendo la colita con fervor, logrando que su cuerpo se moviera de la misma manera.

–Te ves estúpido haciendo eso –murmuró, bajando su postura y dejando el plato en el suelo–. Vamos, come.

El cachorro se acercó aún con la emoción en su cuerpecito, importándole poco que estuviera tropezando con sus propias patitas. El otro dio una caricia en la cabeza del animal, curvando los labios inconscientemente. Dejó que siguiera comiendo e ingresó de nuevo al local, colocándose en su puesto. Pronto la campanita de la puerta sonó, haciéndoles saber que tenían un nuevo cliente.

–Te toca –dijo el más alto, llevándose una caja con la mercancía para acomodar.

Jeongin esperó a que el cliente tomara todo lo de su despensa y sintió un revoloteo en el estómago cuando vio al chico pecoso de cabellos dorados frente a él. Este dejó los productos en la caja con el rostro meramente neutro. Lo había visto en compañía de la rubia, en una de sus visitas. Al principio creyó que eran pareja, pero luego se enteró que eran familiares cuando _____ lo amenazó con acusarlo con su tía, como si fueran niños pequeños.

–¿Es todo?

–Sí.

Las ganas de preguntarle sobre la salud de la rubia le estaba molestando, lo sentía como un clavo encajado en su pecho. Incluso la idea de pedirle su número se volvió bastante atractiva en ese momento, pero su orgullo le impidió hacerlo. Se deshizo de todo aquel pensamiento, cobró los objetos y entregó la bolsa. Sus cejas se elevaron por un instante cuando el chico pecoso le dejó una bolsa sobre el mostrador, con algunos postres y una tarjetita rosa amarrada en un listón blanco.

–Supongo que ya sabes de quién es, buen día.

Felix no lo dejó ni responder cuando se dio la vuelta y se marchó. Ya sabía de antemano lo grosero que era el otro y prefería no molestarse con peleas absurdas. Jeongin, por otro lado, se quedó mirando la bolsa con la sorpresa aún impregnada en su rostro. Escuchó los pasos de Hyunjin acercándose y quitó la notita del listón, guardándola rápidamente en la bolsa de su sudadera.

–¿Le gustas al chico?

–No, estúpido –escupió–. Lo trajo por encargo de _____... Puedes quedártelos, iré al baño.

Be Kind || Yang JeonginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora