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DESTROZADO
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Aquella noche tan lejana, en otra vida, en otro cuerpo, debería haber sabido que la estaban siguiendo, pero la dicha había cegado su prudencia.

Era Ashley de los Kirin. Estaba enamorada. Se sentía atrapada en un sueño enorme y audaz. Durante un mes de noches secretas, había volado a través de la oscuridad hasta el templo de Ellai donde Natsu la esperaba, agotada por su nuevo amor y enardecida por qué iba a reconstruir su mundo. Siempre saboreaba el momento de la llegada -- el primer ------ del rostro de Natsu mirando hacia arriba mientras ella bajaba deslizándose entre las copas de los árboles de Sakura arcoiris, y cómo él se iluminaba al verla con una alegría que respondía a la felicidad de ella-- Era la imagen que conservaba durante los días siguientes --el rostro alzado de Natsu, tan perfecto y dorado, iluminado por el asombro y goce-- Él alzaba los brazos para acercarla hasta él. Sus manos rozaban las piernas de Ashley mientras ella descendía, sujetaban sus caderas y la recogían en el aire para que sus labios se encontrarán antes incluso de que sus pies hubieran tocado el suelo.

Ella reía sobre la boca de Natsu, con las alas abiertas como enormes abanicos oscuros a su espalda, y él se agachaba, reclinandose sobre el musgo allí mismo, con ella de rodillas. Se sentía mareados y hambrientos, y se entregaban al amor entre la arboleda, a la vista de las Evangelinas de ojos brillantes cita sinfonía nocturna era su música.

A la vista de aquellos que habían seguido a Ashley desde la ciudad.

Más tarde, sintió náuseas al darse cuenta de que los habían estado mirando. Habían esperado y observado, sin contentarse con la traición de un mero beso, sino ansiosos por una cantidad mayor de vergonzosos delitos --por verlo todo, y escuchar lo que hablaban después--.

¿Y cuál había sido su recompensa? Los amantes de internaron ------------- en el pequeño templo, dónde bebieron del manantial sagrado y comieron el pan y la fruta que Ashley había llevado consigo. Practicaron la magia. Natsu estaba enseñando a Ashley su hechizo de invisibilidad. Lo conseguía durante un instante, pero mantenerlo requería un diezmo de dolor mayor del que ella podía aportar por sí misma. En el templo, su imagen parpadeaba: visible, invisible.

- ¿Qué debo hacer para conseguir dolor? - ------.

- Nada. No hay dolor para ti. Solo placer - Natsu la acarició con la nariz y ella lo apartó, sonriendo.

- El placer no me ayudara a permanecer invisible el tiempo suficiente para que sirva.

No podían esconderse para siempre y necesitarían ser capaces de ir y venir por ambos territorios sin ser vistos, entre quimeras y serafines según fuera necesario. Estaban decidiendo a quién reclutarían para su causa; se sentían listos para empezar. El momento en que se adelantaran ante los primeros y escasos compañeros que habían seleccionado sería crítico, así que los repasaban uno por uno.

También hablaban de a quién matar.

- Al Lobo - propuso Natsu - Mientras siga vivo, no habrá esperanza para la paz.

Ashley se sentó en silencio. ¿Zeref muerto? Sabía que Natsu tenía razón. Zeref nunca aceptaría nada que no fuera la desaparición absoluta del enemigo, y desde luego ella no sentía ningún aprecio personal hacia él, pero ¿Matarlo? Jugueteo con el hueso de la suerte que colgaba de su cuello, confusa. Él era el alma del ejército y un héroe que unificaba a su pueblo. Las quimeras lo seguirían a cualquier parte.

Días d Sangre y Resplandor #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora