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AMANTE DE UN ÁNGEL
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Todas las conversaciones de la estancia se interrumpieron. Las cabezas voltearon para mirar a Ivan, detenido en el umbral y con los ojos fijos en Lucy.

Ella sintió un retortijón en las tripas. Esa era siempre la peor parte. Estaban los que, como Gilldarts, habían acudido a la fosa y despertaban sabiendo dónde se encontraban, con quién, y todo lo que había sucedido en Earthland. Y luego estaban las almas de los turíbulos: los soldados que habían muerto en el Cabo Armado e ignoraban que Álvarez había caído, por no decir que se encontraban en otro mundo.

Todos son excepción parpadeaban torpemente al ver a Lucy, sin reconocerla, ¿Cómo podrían? ¿Una chica con el pelo azul y sin alas ni cuernos? Era una desconocida.

Y, por supuesto, ella nunca escuchaba lo que decían luego, cuando les contaban la verdad. Le gustaba imaginar a alguien hablando a su favor -«Es de los nuestros; es la resucitadora; ella te devolvió a la vida, ella nos trajo aquí, y mira: ¡comida!»- aunque pensaba que lo más probable sería que fuera algo del estilo: «No tenemos elección; la necesitamos». O incluso, en sus momentos más negativos: «Por mucho que lo deseemos, no podemos matarla». Aún.

Aunque, por el ambiente que estaba tomando la situación, nadie le había transmitido aquel mensaje a Ivan.

- - gruñó.

Ivan pegó un salto.

Rápidamente -más que Brandish, que tropezó- Lucy se puso de pie y se apartó de la mesa. Ivan aterrizó sobre ella, justo donde Lucy estaba sentada antes. La tabla cedió bajo su peso con gran estruendo, y los extremos saltaron por los aires al desplomarse formando una «V» bajo él. El cuenco de agua se volcó, se derramó golpeó el suelo con el estrépito alabado de un gong, y los cuerpos se pusieron en movimiento, todos excepto el heth, que permaneció firme, concentrado, convertidos en una imagen borrosa. Sanguinaria.

- Amante de un ángel - escupió, y la vergüenza encendió a Lucy como una llamarada.

Era una expresión absolutamente humillante; en todos los idiomas humanos que poseía Lucy, no existía ningún insulto tan cargado de repugnancia y desprecio, ninguna palabra que arrojara tanta inmundicia. Resultaba igual de negativa incluso cuando se trataba de algo figurativo, de una calumnia.

Nunca, antes de ella, hacia sido literal.

Dando un coletazo, Ivan se deslizó hacia delante. Esa sensación daba su movimiento. Su cuerpo estaba fabricado para imitar a un reptil -dragón de Komodo y cobra- y, a pesar de su gran tamaño, se desplazaba como el viento sobre la hierba.

Lucy lo había fabricado. Ella le había otorgado esa elegancia, esa velocidad. Toma nota, pensó, y se apartó de un salto. Ella también era grácil, y rápida. Retrocedió con un baile de pies. Tenía los cuchillos de Luna creciente en las manos, aunque no era conciente de haberlos agarrado. Frente a ella, la cabeza parecida a León que le había parecido más o menos elegante y serena en estado de reposo sobre el suelo de su habitación se convirtió en algo grotesco a través del odio de Iván. Abrió las fauces y surgió una voz áspera, amarga, un rugido angustiado.

- ¿Sabes lo que he pedido por tu culpa?

Lucy no lo sabía, ni quería saberlo. Por tu culpa, por tu culpa. Quería taparse los oídos, pero tenía las manos ocupadas en sujetar los cuchillos.

Días d Sangre y Resplandor #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora