18 (reescrito)

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ALZADOS
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Al ascender hacia la silenciosa aldea, la caravana de esclavos no se sorprendió de ver un cielo cubierto de sangrientas. Lo extraño hubiera sido su ausencia; en ese trabajo, las aves carroñeras nunca faltarían. Sin embargo, su alimento siempre procedía de las bestias. De las quimeras. De sus hermanos.

Pero esta vez, no.

Los muertos estaban colgados del acueducto: ocho serafines con las alas totalmente desplegadas. Desde cierta distancia, parecían estar sonriendo. Más de cerca, la visión era tan espantosa que horrorizo a un tratante de esclavos. Sus rostros...

- ¿Que ser ha hecho esto? - exclamó alguien con la voz estrangulada, como si tuviera un nudo en la garganta, su que la respuesta estaba escrita claramente delante de ellos. En grandes letras, con sangre, había pintado un mensaje sobre una columna del acueducto.

<<DE LAS CENIZAS - decía - NOS HEMOS ALZADO>>.

Invadidos por el pánico, enviaron mensajeros a Crocus. No contaban con una defensa adecuada, así que no se entretuvieron en bajar a los soldados, sino que avanzaron deprisa, conduciendo a los esclavos quiméricos a latigazos. La visión de los muertos provocó un cambio significativo en los cautivos -una alegría, un entusiasmo profundo y contagioso-. Los garabatos de sangre no eran el único mensaje; las sonrisas también lo eran.

Las bocas de los angeles muertos habían sido cuidadosamente rajadas por las comisuras, ensanchadas a muecas semejantes a sonrisas. Los tratantes sabían exactamente lo que aquello significaba, al igual que los esclavos, así que todas las miradas se agudizaron --algunas con temor, otras con expectación--.

La noche cayó y la caravana acampó, apostó guardias. La oscuridad aparecía salpicada de tenues ruidos; algo que se deslizaba, un chasquido. Las manos de los guardias permanecían ardientes en sus empuñaduras; el pulso acelerado, los ojos atentos.

Y entonces los esclavos empezaron a cantar.

Aquello no había sucedido antes. Los tratantes estaban acostumbrados a escuchar quejidos en el grupo de cautivos, no una canción, y no les gustó. Las voces de las bestias resultaban dolorosas como heridas, enérgicas, primitivas e impávidas. Cuando los serafines trataron de calmarlos, una cola chasqueo como un látigo desde el grupo y derribó a un guardia.

Y entonces, entre una llamarada de la hoguera del campamento y la siguiente, y el primer pensamiento, confuso de los tratantes fue que los refuerzos habían llegado, pero no sé trataba de serafines. Alas y gritos, cuernos afilados, cornamentas, colas como látigos y encorvados hombros de oso. Cerdas, garras.

Espadas y colmillos.

Ningún ángel sobrevivió.

Los esclavos liberados se fundieron en el paisaje, arrastrando las espadas y hachas --y sí, los látigos-- de sus captores. En el futuro, resultaría más difícil someterlos.

Todo quedó en calma. Allí también se dejó garabateado un mensaje con la sangre de la masacre --las mismas palabras que se encontrarían en numerosos escenarios, parecidos en los días venideros--.

<<NOS HEMOS ALZADO>>, decía. <<AHORA LES TOCA A USTEDES MORIR>>.

Días d Sangre y Resplandor #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora