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CUENTA
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Esa noche, Natsu podria haberse apartado de la hoguera del campamento. Habia soportado demasiado fuego para un dia: el cielo seguía cubierto por el humo de los incendios que habían provocado para empujar a las quimeras fugitivas fuera de la seguridad del bosque. Cuando alzo los ojos, no vio ni una sola estrella. Pero la fogata era algo indispensable en un campamento, ademas de un foco de atención. Los soldados se habían reunido a su alrededor para limpiar las espadas, comer y beber, y aunque el no tuviera apetito, estaba sediento. Estaba terminando su tercera jarra de agua, sumido en unos pensamientos tan turbios como el cielo, cuando una voz capto su atencion.

- ¿Que estas haciendo?

Era una preegunta seca, y procedia de Erza. Natsu solo la mirada. Su hermana se encontraba en el extremo opuesto de la hoguera, iluminada por su espantoso resplandor.

- ¿Tu que crees? - respondió un soldado de la Segunda Legión al que Natsu no conocia. Estaba sentado con otros dos, y cuando Natsu vio lo que sujetaban en las manos, lo que pretendian hacer, apreto los puños.

Herramientas de tatuar, de eso se trataba. Un cuchillo y una bara de tinta era todo lo que se necesitaba para grabar sobre la carne los enemigos abatidos.

- Me da la impresión de que quieres añadir más marcas a tu cuenta - dijo Erza - Pero eso es imposible. ¿verdad?, porque ningún soldado que se valore tatuaria hoy sus manos.

Hoy. Hoy. ¿Que habia hecho la patrulla de Erza ese dia? Natsu lo ignoraba. Cuando Gray y el se habian reunido con ella tras su propia jornada fatal, la mirada de su hermana parecía un desafio para que le preguntara, pero Natsu no deseaba saberlo. En el grupo de Erza, varios habian regresado con heridas —latigazos, algunos mordiscos—. Nada serio, pero suficientemente claro. Natsu tampoco habia compartido lo que habia hecho horas antes en aquel barranco al sureste. Gray y él ni siquiera habian hablado de ello, apenas habian intercambiado una mirada para reconocer que, efectivamente, habia sucedido.

La cuestión era que la cuenta estaba reservada a los enemigos abatidos durante la batalla, a los soldados caidos. No a aldeanos huyendo.

- Estaban armados - alego el soldado, encogiendose de hombros.

- Oh, ¿es eso lo que cuenta en el ejercito común? - pregunto Erza - ¿Dale un cuchillo a un esclavo y se convertira en un oponente digno? - luego señaló las manos del soldado, todas las marcas negras que ya cubrian sus dedos - ¿Cuantos de esos contraatacaron? ¿Ninguno?

El soldado se levanto de repente. Era treinta centimetros más alto que Erza, pero si creía que aquello suponia una ventaja, descubriría su error. Natsu se levantó también —no porque pnsara que su hermana fuera a necesitar ayuda, sino más bien por la sopresa que le produjo el enfado de Erza—.

- Yo me gane mis marcas - exclamó el soldado, alzándose sobre ella.

Erza no retrocedió, con los diente apretados y un mordaz desdén, respondió:

- No, hoy no.

- ¿Y quien eres para decidir eso?

Los labios de Erza se curvaron sobre sus dientes, asegurados en una feroz sonrisa.

- Estas por averiguarlo.

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⏰ Última actualización: Feb 27 ⏰

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Días d Sangre y Resplandor #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora