Por qué quiero un dirigible

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Quiero un dirigible. Son lo mejor que hay. Son una especie de grandes globos de aire caliente, pero con la forma de un cero tumbado de lado. Y tienen un motor y puedes guiarlos, para ir adonde tú quieras.

Puedes construir tu propio dirigible en miniatura en tu garaje. Hay gente que lo ha hecho. Creo que sería increíble: sería como tener tu propio avión, pero mejor. Podrías ir volando con él a todas partes y, cuando llegaras a tu destino, no necesitarías una plataforma para helicóptero o una pista de aterrizaje; sólo tendrías que atarte a una montaña o a algo y bajar por la cuerda. Y cuando hubieses acabado, podrías volver a subir y seguir volando. Podrías saludar a todas las personas atrapadas en los atascos de tráfico y reírte de ellas. Si vieras a alguien que no te gusta, como Craig Todd del colegio o mi antiguo profesor, el señor Cryfield, podrías escupirles (¡chaf!) o dejarles caer un tomate en la cabeza, y ellos no podrían hacer nada.

Podrías ir en él a cualquier parte. No sólo a sitios aburridos como las tiendas, sino a África o a Estados Unidos o a cualquier parte. No tendrías que preocuparte por billetes o pasaportes o por tener que esperar en los aeropuertos; tan sólo levantarías el vuelo. Los dirigibles pueden cruzar mares con facilidad. Podrías atarte a la Estatua de la Libertad o a la inclinada Torre de Pizza. Y si alguien tratara de impedírtelo («¡Hasta la vista, imbéciles!»), sólo tendrías que soltarte y alejarte volando.

Podrías ir a cualquier parte, a cualquiera. Y nadie sería capaz de detenerte.

Esto no es justo - Sally NichollsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora