Demasiado inquietante para verla en casa

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17 de enero.

Después de clase, comí pizza con Félix y su madre. Y le propuse a él:

—¿Y si vamos a tu habitación? —Tiene mucha más música que yo y también algunos juegos muy buenos.

Félix negó con la cabeza. Se llevó una mano a la boca y me dijo en susurros como de la resistencia francesa:

—Vayamos a la habitación de Mickey... Hay menos posibilidades de que nos interrumpan...

—¿Porqué...? —¡Chisss!

Siempre se sabe cuándo Félix planea algo. Tiene cierto aire de misterio, como si supiera algo que tú no sabes. Es el que tenía ahora. Se negó a decirme nada hasta que subimos a la habitación de Mickey, lo que nos llevó siglos porque no se le da muy bien subir escaleras. Mickey es el hermano de Félix. Trabaja en una plataforma petrolífera, un mes sí y un mes no.

Cuando por fin llegamos a la habitación de Mickey, Félix me dijo:

—Escucha. Ya sabes que querías ver películas de terror... —Sí —contesté con cautela. —¡Bueno, pues mira!

Estaba sentado en la cama de Mickey. Sacó algo de debajo de la almohada para agitarlo ante mis narices.

—¡El exorcista!

Se la arranqué de las manos. Leímos con ansia la parte de atrás de la caja. —«Basada en hechos reales...»

—«... El exorcista se ha considerado, hasta la fecha, demasiado inquietante para verla en casa... Una de las películas más espantosas y apasionantes que se han filmado nunca.»

—¿La has visto?

Félix negó con la cabeza.

—La encontré ayer mismo. Pero se supone que es la peor película que se ha hecho nunca. La gente solía desmayarse en los cines... Hay ese trozo en que la cabeza de la niña gira por completo...

—¿Por qué da eso tanto miedo?

—No lo sé —admitió Félix—. Pero es para mayores de dieciocho, así que debe ser horrible. Y si quieres ver una película de terror, ésta es la que tienes que ver.

Cerramos la puerta de la habitación de Mickey y conectamos el reproductor de deuvedés.

Fue un rollazo. Todo el rato esperábamos que saliesen monstruos o demonios o algo, pero no salía nada. Hay todo un trozo que parece salido de Indiana Jones, sólo que no pasa nada aparte de que un tipo cava y encuentra unas monedas. Los dos pensamos que probablemente eran malévolas, que eran monedas poseídas por demonios, pero no era así.

Luego se volvió confusa. Había un trozo largo sobre una niña y su madre, pero no paraba de mezclarse con un sacerdote que no parecía tener mucho que ver con nada. Todo cuanto hacía era beber whisky y visitar a su madre. Lo más excitante que pasó es cuando la niña jugaba con un tablero de guija, pero ni siquiera eso daba mucho miedo que digamos.

A la niña no le pasó nada muy malo después de haber jugado con la guija, pero sabías de algún modo que sí iba a pasarle algo. Había una escena divertida cuando se hace pipí encima en una fiesta. Y luego había un trozo largo en un hospital, que a ninguno de los dos nos gustó mucho, así que Félix intentó encontrar la escena en la que la cabeza gira por completo.

No sé si lo que encontró fue lo que hacía desmayarse a la gente, pero era horrible. Salía una habitación en la que ondeaban las cortinas y volaban libros por todos sitios y la niña se acuchillaba con una cruz y había sangre por todas partes y no paraba de decir unas cosas horribles con una voz que no parecía la suya y la cara se le puso muy rara... Pensé en lo horrible que sería que eso te pasara a ti y que alguien te hiciera hacer esas cosas y...

Y entonces la madre de Félix entró en la habitación.

La madre de Félix no nos dejó ver el resto. Félix armó mucho jaleo, diciendo que si no sabíamos cómo acababa, la niña de la sangre

nos perseguiría para siempre, pero su madre no quiso ni oír hablar del tema.

—Al final se cura —dijo—. Fin de la historia. Ahora, id a disparar a algún alienígena.

En secreto, me alegré de que no nos dejara ver más. Hay algo extraño en la idea de que algo viva en tu cuerpo y te haga hacer cosas espeluznantes que no me gusta. Nos pasamos el resto de la tarde jugando en el ordenador de Félix. Pero después no podía parar de preguntarme qué le habría ocurrido a esa niña. «Basada en hechos reales», decía en la caja. ¿Qué significaba eso? ¿Y si había pasado realmente? ¿Podía ocurrirle a uno algo semejante?

Me tuvo preocupado toda la tarde y parte de la noche, hasta que la abuela dijo que dejase de estar tan alicaído, por el amor de Dios, porque la estaba volviendo loca. Había vuelto de acompañar a Ella a Brownies y se había quedado para hablar con mamá. Sólo que mamá había ido a contestar el teléfono.

—¿Habéis estado tramando algo otra vez tú y ese niño? —me preguntó. —No —contesté, y luego le pregunté—: ¿Tú crees en demonios? —¿Demonios? ¿Quieres decir con cuernos y horcas?

—No. Más bien en... espíritus malignos. Que poseen a la gente.

—No —contestó con firmeza la abuela—. Eso no son más que tonterías. —Pero tú crees en fantasmas y esas cosas.

Y es verdad. La madre de Félix nos lo impidió.

—No tiene sentido inventarse demonios para asustarse —repuso la abuela con tono severo—. Ya tenemos bastantes cosas reales de qué preocuparnos sin tener que inventarnos más.

—Es verdad —acepté—. Y no estaba asustado; sólo me lo preguntaba.

En realidad, lo que me dijo la abuela no fue un gran consuelo, puestos a pensarlo. Pero después dejé de preocuparme.

Esto no es justo - Sally NichollsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora