Solo en la noche

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6 de febrero

No dormí mucho la noche en que Félix murió. Me sentía muy, muy cansado, pero no dormí. Permanecí despierto y escuchando. Escuchaba los ruidos de la calefacción central. Oía la lluvia repiquetear en el tejado. Seguía las formas familiares de las sombras y trataba de recordar qué era cada una. Ésa era de mi tablón de corcho, en el que están pegadas todas mis postales. Ésa era una cesta de ropa limpia, llena de prendas que esperaban a que las guardaran. Permanecí despierto y traté de respirarlo todo y guardarlo en algún sitio en el que después pudiera recordarlo todo siempre.

Cuando ya era muy tarde, oí unas pisadas haciendo crujir los escalones y mi puerta se abrió. Era Ella. Sujetaba su gran elefante de peluche y estaba llorando. Me senté en la cama y la miré. No dijo nada. Creo que aún estaba medio dormida. Se acercó a mi cama y me dio una especie de golpecitos, como para asegurarse de que seguía ahí. Entonces se metió en la cama a mi lado, rodeó al elefante con los brazos y cerró los ojos.

Nunca había hecho nada parecido.

Permanecí tendido un rato, apretado contra la pared, sintiendo sus fríos dedos de los pies contra mi pierna y la suave calidez de su cuerpo a través del pijama. Entonces algo pareció relajarse en mi interior, y cerré los ojos y me dormí.

Esto no es justo - Sally NichollsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora