Una llamada telefónica

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5 de febrero

La madre de Félix llamó la noche siguiente.

Vimos saltar a mamá cuando sonó el teléfono. Saltó ya antes por la abuela desde las Orcadas y por un hombre que vendía cocinas. Volvió a cerrar la puerta de la salita, para que Ella y yo no pudiéramos oír qué decía. Odio los secretos, y Ella también. Nos miramos. Ella tenía la cara blanca y los ojos enormes. Podríamos haber escuchado de todas formas, pero papá estaba ahí y subió el volumen de las noticias para que no oyéramos. Papá no comentó nada sobre lo de que Félix esté en el hospital.

Nada de nada.

Dejamos de oír la voz de mamá en el vestíbulo. Se produjo un largo y angustioso silencio. Entonces volvió y se sentó en el borde del sofá. Tenía otra vez esa expresión seria suya. De repente, no quería saber lo que iba a decir.

—¿Era la mamá de Félix?—le preguntó Ella.

—Sí —contestó mamá. Titubeó—. Sam, dice Gillian... que si quieres... cree que deberías ir a... ir a verlo.

—¿Está despierto? —pregunté.

—No —respondió mamá—. En realidad, no. —Se frotó la pierna con la mano y añadió—: Oh, no lo sé. No tienes que ir, si no quieres.

Yo no quería ir. Sí, sí que quería. No, no quería. —Sí—dije—. Iré.

Esto no es justo - Sally NichollsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora