Capítulo 7

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Mariana
—Ya te dije que sé lo que hago —le repito por quinta vez al menos a mi madre y ella bufa al otro lado de la línea.

—¡Eres una niña aún, no sabes nada de la maldad que existe en Estados Unidos! ¿Y si te prostituyen? ¿Ya les dijiste que eres emigrante y que aún no te dan la ciudadanía? —ataca mamá y ruedo los ojos.

—No me pasará nada malo, necesito el dinero. Y lo de la emigración... No me preguntaron y por eso no les dije, al parecer les urge mucho encontrar meseras y no tomaron en cuenta algunos detalles. ¡Ay no sé mamá! No puedo darme el lujo de desaprovechar esta oportunidad.

—Mariana, escucha a tu madre —insiste abrumada, con esa voz que logra hacerme reflexionar.

—Estaré pensando en tus palabras mami ¿Sí? Ahora tengo que colgar, un beso.

—Ay Dios mío Mari, algo me dice que no me harás caso chica. Cuídate mucho oíste... Y recárgame que me quedan pocos megas.

—De acuerdo, chaíto. Te quiero.

—Dale mi niña, te amo mucho.

Cuelgo y doblo la última muda de ropa que pretendo llevarme en la maleta. Suelto un suspiro y con mis manos sobre mis caderas dejo caer mi cabeza hacia atrás en frustración. Me preocupa estar haciendo lo incorrecto y las palabras de mamá no ayudaron en nada como pensé.

—¿Entonces te irás cierto? —habla Ricardo tras de mi y me volteo para darle la cara—. Escuché lo que hablabas con Luisa, ella tiene razón Mari, no te vallas. Si quieres hablo con mi padre para que te suba el sueldo o te buscamos otro empleo por aquí cerca en un mercado —sugiere y sus ojos buscan convencerme.

—Aprecio mucho tu disposición, en serio, pero ni teniendo cuatro empleos juntos voy a ganar lo que ganaré en ese Club, sabes cuánto necesito ese dinero para traer a mi familia lo antes posible.

—Lo has decidido ya...

—Sí. Igual vendré cada vez que pueda y pediré vacaciones para venir a verlos. Gracias por todo, de corazón —le digo agradecida y él me acoge en su pecho. Me abraza con nostalgia y deja un beso sobre mi cabeza.

—No quiero que te vayas —susurra y lleva sus manos a mi rostro.

No sé en qué momento ni como lo hizo, pero al darme cuenta ya sus labios estaban sobre los míos. Reacciono de inmediato y lo empujo para luego plasmar la palma de mi mano contra su mejilla.

—¡¿Qué rayos te pasa?! —le grito y su expresión se vuelve asustada, como si le avergonzara lo que acaba de hacer—. ¡Somos primos! ¿Qué tienes en la cabeza! —replico fastidiada.

—Yo... Ay Mari perdóname, me dejé llevar por... Fue un impulso, disculpa —suplica perdón pero me cuesta aceptar su descaro y falta de respeto.

—Sal de mi cuarto, por favor.

—Está bien —contesta rascando su cabeza y se voltea para irse—. No le digas nada a mi padre, solo te pido eso.

—No diré nada Ricardo, déjame sola —tajo y se marcha cerrando la puerta tras él.

No sé cómo no me lo esperé, sus intenciones eran bastante claras y me sorprende a mi misma no haberlo previsto desde antes. Desde el primer día que llegué aquí ha tenido una fijación extraña conmigo, primero pensé que se trataba de su forma de familiarizarse conmigo, pero luego sus repentinas apariciones en mi habitación y los tropiezos con él en la madrugada cuando quería usar el baño me fueron poniendo en alerta. «Son imaginaciones tuyas». Pensé. Pero ahora todo tiene sentido. Quizá Ricardo ha malinterpretado mi cariño, y asumo que tengo culpa en parte de eso, porque nunca le dejé clara mi posición y muchas veces le permití aproximarse más de lo necesario.

💃Un baile para Franco🤑✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora