Franco
Sujeto las bolsas de comida con una mano y con la otra intento abrir la puerta de mi apartamento. Lo logro y me adentro de inmediato, con prisa por ver a Mariana.Le dejé desayuno preparado antes de irme en la mañana y me aseguré de dejar notas en cada objeto que pudiste llamar su atención, en caso de que se sintiera aburrida. Espero que no se halla ido.
Atravieso la sala y no la veo. Continúo hasta la cocina y dejo las bolsas sobre la mesa. Suelto un bufido y llevo mis manos a mis caderas al tiempo que tuerzo mi cuello permitiéndome unos relajantes crujidos.
—Coño, te vas a fracturar una articulación cervical.
Mis ojos se dirigen al frente y me encuentro con Mariana sosteniendo una sartén en su mano derecha, mientras que con la izquierda trae un pomo con aceite. Tiene el cabello recogido en un moño desaliñado y bajo la mirada a su ropa, quedando boquiabierto. Lleva puesta una de mis camisas, es blanca con mangas largas, las cuales están dobladas hasta sus muñecas. Sus pies están descalzos y supongo que no lleve nada más a parte de una tanga o algo de ropa interior.
—Hola. —Es lo que digo. Ella sonríe.
—Uy, vaya seriedad —dice y se voltea para continuar con lo que estaba haciendo.
Rasco la parte anterior de mi cuello luchando contra las ganas que tengo de ir a su encuentro. No sé que debería hacer después de lo que pasó anoche, puesto que no suelo compartir más que sexo cuando duermo con alguien. Y verla aquí, en mi cocina a pleno medio día, me hace sentir raro.
«¿Debería besarla? No, eso lo hacen las parejas, cosa que no somos». Debato en mi mente. Aunque siendo consecuente, diría que es totalmente normal que quiera besarla luego de la magnífica noche que tuvimos. Se merece no uno, sino mil besos.
«Y bien, creo que lo haré». Decido y emprendo la corta caminata hasta su posición.
Veo parado tras ella como vierte el aceite en el fondo de la sartén. Aprovecho que se queda quieta observando como se calienta para colocar mis manos sobre la meseta, a ambos lados de su cuerpo. Entonces le pregunto: —¿Qué haces?
Ella gira lentamente el rostro hasta quedar a centímetros del mío, me apoyo de su reacción para acercarme a su boca y dejo un casto beso sobre sus labios gruesos. Me permite el acto y enfoca sus orbes verdes en los míos, provocándome algo intenso en el pecho.
—Quiero hacerte algo típico de mi país —contesta entusiasmada y alzo mis cejas.
—¿Ah sí?
—Sí —responde y vuelve a girarse para prestarle atención al aceite ahora caliente.
—¿Y qué harás? —cuestiono curioso.
—Varios platillos, desde frituras de harina, hasta bolitas de queso con piña —me informa y siento mi estómago rugir.
—Siendo así, la cocina es toda tuya. Yo iré a darme un baño —le digo y siguiendo un impulso hundo mi rostro en su cuello, dejando un par de besos en su piel. Ella suelta unas risillas que me enloquecen y sonrío para alejarme rombo a mi habitación.
—¡Si necesitas ayuda me llamas! —grita y me volteo subiendo los escalones.
Que atrevida.
—Contigo aquí en casa, siempre necesitaré ayuda en la ducha, en la cama y en todos los sitios posibles —le contesto y abre su boca asombrada, no puede ocultar sus risas y niega con la cabeza.
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𝕌𝕟 𝕓𝕒𝕚𝕝𝕖 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝔽𝕣𝕒𝕟𝕔𝕠
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💃Un baile para Franco🤑✅
RomanceMariana es una joven bailarina cubana de veintitrés años que emigró a Estados Unidos y ahora trabaja como camarera en la cafetería de su tío con la ayuda de su primo Ricardo. En Miami, conoce a Franco Rizzo, el propietario de la famosa Casa Club "Vi...