Capítulo 46

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Mariana
Luego de la incomodísima conversación con Isa, me encuentro caminando a prisa por la acera que conduce a Vitale. Llevo días sin venir, según Ronan las chicas me extrañan, por lo que aprovecharé esta visita para saludarlas y ayudarlas un poco en el camerino. Creo que va siendo hora de volver a ser la asistente de las bailarinas, al fin y al cabo, son pocas las veces que debo bailar para mi jefe.

Las palabras temblorosas de Isa resuenan en mi mente durante todo el camino, sin embargo, y pese al peso que carga todo lo dicho en mi departamento, no la juzgo, al contrario, entiendo perfectamente; pues no solo ella, sino casi todas las bailarinas y meseras de Club miran al jefe con ojos depredadores, en lo cual me incluyo. Pero lo que sí no concibo es que se interponga u opine en lo que a nosotros dos nos concierne, y menos ahora que le he contado sobre la noche que pasamos juntos. Gracias a mi autocontrol, no le comenté nada del contrato, ni pretendo hacerlo. Hasta ahora, la única persona que lo sabe es Ricardo. Espero que él no me falle contándole a mi tío o a mi madre.

Cruzo la puerta de entrada de Vitale y me adentro a los pasillos que conducen al interior del Club. Me cruzo con el personal de limpieza y con uno que otro mesero. El panorama del salón de stripper me recibe deslumbrante y rodeo toda la decoración con la vista. La temática de Halloween es la tendencia de este mes. Y es en esta fecha, —veinticinco de octubre—, que todos se preparan para el día treinta. Las luces multiluminosas se despliegan de un extremo a otro del local y disímiles adornos escalofriantes cuelgan del techo o son fijados en las esquinas de las paredes. Las mesas y asientos están cubiertas por un tul blanco en referencia a la tela de araña y en el piso hay escandalosas manchas rojizas semejantes a charcos de sangre.

Debo admitir que todo se ve aterrador pero increíble.

—¡Mariana! —la voz emotiva de Ronan me sorprende y dirijo la mirada a su posición tras la barra.

—¡Hola! —exclamo y me aproximo para dejar un beso en su mejilla. Tomo asiento en una de las sillas altas y recargo mis codos sobre el mesón.

—¡Luces hermosa, te ves hasta más rellenita! —grita escaneándome con la mirada de un modo inocente. Con el bullicio que nos rodea no nos queda más remedio que biciferar por todo lo alto.

—¡¿En serio?! —cuestiono alzando la voz ante el ruido de la música electrónica que resuena por los altavoces.

—¡Sí pero te ves bien así! —me guiña un ojo y se dedica a limpiar un vaso con un paño blanco.

—¡Bueno pues siendo así, me quedo más tranquila! —sonrío mientras hablo y desplazo la mirada a mis laterales, como buscando algo... Bueno en realidad deseo cruzarme con mi jefe. Igual podría estar en su despacho, pero no sé cómo averiguarlo, y aunque me ha dicho que puedo subir cuando desee, no me acostumbro a ello.

—¡¿Buscas a Isa?! —pregunta Ronan ampliando sus ojos. No sabe que en realidad es a quien menos deseo ver.

—¿Eh? ¡No... Voy a ver a las chicas! —lo evado algo inquieta, pero no parece notarlo.

—¡Oh, bien, están ahí detrás, ya conoces el camino! —me indica con su índice la dirección y asiento para ponerme de pie y dirigirme al camerino.

Alexa y Clarissa son las primeras en correr a mi encuentro al verme. No les basta con pasarme a ver tres o cuatro veces a la semana. Vivir en el mismo edificio nos ha permitido visitarnos de vez en cuando.

—¿Has vuelto con nosotras eh? —me pregunta Clarissa agarrando mis manos en súplica.

Luce tan hermosa y deslumbrante como siempre, hoy lleva puesto un disfraz de diablita bastante sugerente y pervertido: falda ajustada color carmín que a penas cubre su intimidad y parte de sus empinadas nalgas; top rojo cardenal de un material gomoso que ni sé cómo rayos se llama; un par de cuernos improvisados en su cabeza; una cola puntiaguda de peluche situada en su coxis y un par de botines negros altos hasta sus rodillas. Un maquillaje oscuro recubre su bonito rostro y lleva el cabello suelto hasta sus hombros.

Alexa va vestida de brujita sexi: con su vestido negro y naranja recortadísimo hasta poco más abajo de su trasero; un sombrero puntiagudo negro también y botines del mismo color, igual de altos como los de Clarissa. Su maquillaje es un poco más escandaloso, pero sin dudas le queda genial.

Aunque aún falta para la noche de Halloween, no hay club neoyorquino que espere hasta el último día del mes para celebrarlo, pues desde el día veinte comenzaron las fiestas y decoraciones.

—Sí, he venido a retomar mi trabajo como ayudante. A demás, estoy a punto de recibir mi segundo nivel en inglés —digo orgullosa y ellas aplauden entre bullicios.

—Ya era hora —alega Alexa y le saco la lengua en respuesta.

Las demás chicas se toman unos segundos para saludarme y regresan a sus mesas para maquillarse. Veo a Isa en su casillero sacando algunas cosas supongo que para el vestuario, el cual consta por ahora de un traje de vaquera sensual tan corto y provocativo como el de las demás chicas. Ella cruza miradas conmigo, pero se limita a bajar la cabeza luego de sonreírme con algo de pena.

—¿Entonces empiezas hoy?

—No Clari, he venido a avisarle al jefe de que regreso con ustedes, como sabes he estado trabajando por otro lado... —le digo escatimando los detalles y ella asiente atenta—. Pero pretendo darles una ayudita luego —digo, guiño un ojo y les sonrío.

—No sabes cuánta falta nos haces aquí —me susurra Alexa—, esas cerdas que ves ahí —indica con el pulgar a sus compañeras—, dejan todo regado, y ni hablar de cuando se maquillan, lo hacen mal.

Suelto una risilla por lo bajo y nos quedamos conversando unos minutos.

Ya acabada la charla me decido finalmente por subir con la excusa de ver al jefe para reintegrarme a mi empleo. Una vez arriba, toco la puerta de su despacho muevo de que Bruno me dijera que se encuentra ahí encerrado. Me ha dicho cuánto disfruta estar solo.

La puerta se abre centésimas después y se me enfría el estómago cuando su aspecto descuidado y a la vez cautivador me recibe. Veo su rostro iluminarse ante mi inesperada visita y no espera ni un segundo para agarrarme de la mano y arrastrarme junto con él al interior de su despacho.

Sus labios hacen contacto con los míos sin siquiera verlo venir y lo recibo con ansias. Pese al real motivo de mi llegada, y la furia que atenta con salir despavorida, no puedo negar las ganas que tenía de verle, y más que eso, de besarle.

Siento su aliento mezclarse con el mío cuando me saborea con exquisitez. Nuestras lenguas se enredan y juguetean como si estuviesen hechas la una de la otra. Llevo mis manos a ambos lados de su rostro y disfruto de sus labios sin limitaciones. Permito que sus manos recorran mi cuerpo y que mi vestido le abra paso a sus indecentes acciones.

Lo encuentro dulce, lo siento mío. Pero fuera de todo lo bueno que me mantiene pegada a su boca, recuerdo también el motivo que me trajo hasta aquí.

Disminuyo con notorio cuidado el movimiento de mis labios y con delicadeza intento apartarlo de mí. Comienza a ceder poco a poco y finalmente se crea un espacio entre nuestros cuerpos. Su mirada está cargada de dudas y frunce su frente como buscando una respuesta a mi reacción de alejarlo.

—Tenemos que hablar —logro decirle en cuanto su ausencia deja cosquilleos sobre mi boca.

—Está bien, claro —contesta tomando mis manos entre las suyas. Me sonríe y sin comprender el motivo de su "alegría", bajo la mirada y lo jalo para que me acompañe hasta el sillón junto a su escritorio.

Con un gesto le indico que se siente y cuando me hace caso tomo asiento sobre sus piernas. Mi gesto parece gustarle, manifestando otra sonrisa tonta como la de hace unos segundos.

—¿Pasa algo? ¿Estás bien? —cuestiona preocupado y lleva un mechón de mi cabello tras mi oreja.

Titubeo antes de contestarle.

—Me pasa que depositaste una gran suma de dinero en mi cuenta —suelto de una y mis palabras parecen no sorprenderle.

Alza las cejas y luego se encoge de hombros.

—Esa es la cifra que pone el contrato que tú firmaste ¿Recuerdas? No veo cuál es el problema, latina.

💃Un baile para Franco🤑✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora