Mariana
—¿Estás segura de que no me quieres contar lo que te ocurre? —me pregunta Isa mientras me analiza con la mirada. Sus ojos se achinan y mastica despacio un trozo de arepa de queso.Me limito a negar débilmente. Juego con el arroz, utilizando un cubierto como pala para hacer "no sé qué cosa", y apoyo mi mejilla en una de mis manos, con el codo fijado sobre la mesa. Bufo aturdida y mi mente me grita control. Necesito tranquilizarme.
—Mariana... Estoy hablando contigo —insiste y en respuesta estrujo mi rostro con mis manos.
—Isa ya no sé qué hacer —suelto y trago en seco. La verdad, no sé exactamente porqué estoy así. O sea, tengo que hablar con él y aclarar todo esto, quizá el pago es por las dos sesiones de baile ¿No?
—Sabes que puedes decirme, no voy a jusgarte —musita y toma una de mis manos para acariciarla entre las suyas. Sentada a mi lado me brinda confianza y dudosa asiento.
—Aquí no tengo a nadie más, ya no sé qué hacer con todo lo que me está pasando y estoy harta de tragarme mis problemas —admito clavando mis ojos en los suyos. Quiero encontrar la seguridad que necesito antes de hablar. No sé si decirle es lo correcto, después de todo, lo que ocurre entre mi jefe y yo es un secreto.
—Lo sé hermosa... ¿Y sabes algo? —cuestiona abriendo sus ojos más de lo normal—, no sabemos mucho la una de la otra. —Su voz es misteriosa, y al alzar y bajar sus cejas no puedo evitar sonreír en total acuerdo—. Hagamos algo, yo te cuento todo lo que quieras saber de mi vida, y tú harás lo mismo ¿Te gusta la idea?
Lamo mis labios pensándome su propuesta.
Bueno pues, no me parece del todo malo, fuera de mi "rara" relación con Franco y el contrato estúpido que nos envuelve, no hay nada más relevante en mi vida... Una madre interesada pero luchadora y cariñosa; un par de hermanas gemelas que son mi vida; una abuela que idolatro; unas tías distantes pero que existen; primas alocadas con las que nunca me pude relacionar por culpa de mi madre; un padre tras las rejas por robo armado y venta ilícita de productos del Estado; un exnovio maravilloso al que nunca pude entregarle más que besos; un tío cubano-americano inigualable y un primo algo tóxico pero generoso. Nada fuera de lo normal, pienso yo.—¿Empezamos?
—De acuerdo —contesto y tomo una bocanada de aire.
«Solo debo contarle lo irrelevante, nada de detalles. Quiero deshaogarme, no darle parte de cada aspecto de mi vida». Me digo, segura de no querer hablar más de lo debido.
—¿Qué quieres saber de mí? —pregunta y lleva otro trozo de arepa a su boca.
—Mmm —me lo pienso unos segundos—, ¿Vives sola? ¿De dónde eres?
—Soy natal de México —responde. Debí imaginarlo, tiene esos razgos mexicanos que veo en las novelas de su país, recuerdo que mi padre gustaba mucho verlas... Y por lo visto, de algo le sirvieron esas múltiples series—. Vivo con mi madre, en una casa rentada que esperamos poder comparar pronto, para eso estoy trabajando. Tu turno.
—Interesante... Vale, pregúntame.
—¿Por qué emigraste?
Su pregunta me hace fruncir los labios. Tampoco es algo que me moleste contestar, al contrario, no es un secreto para nadie que los cubanos mueren por salir de allá.
—Por la situación de Cuba. Mi madre pasó muchos años ahorrando para enviarme aquí, la idea de darle una mejor vida a mis hermanas fue la que me impulsó a soportar incluso la travesía por mar.
Lo que dije parece sorprenderle. Toma un sorbo de agua y traga para continuar con la próxima pregunta.
—¿Cómo así que por mar?
—Vine junto a catorce personas en una lancha improvisada. Hecha por carpinteros e ingenieros de forma ilegal. Son muchos los peligros, los motores podrían descomponerse, la lancha pudo haberse roto, y la guardia fronteriza en cualquier momento nos podría haber atrapado.
—¡¿Qué!? ¿Y tu madre te permitió correr esos riesgos? —exclama aturdida, tosiendo luego de hablar.
—Ten cuidado, bebe un poco de agua —le indico y lo hace—, digamos que mi madre casi me obligó a venir —suelto encogiéndome de hombros.
—Realy? —alude con la boca llena. Tal parece que su madre es un ángel en comparación con la mía.
—Sí. Y tú, ¿Por qué viniste para los Estados Unidos?
—Este es el país de los sueños ¿No? Mi papá es americano, en aquel entonces yo tenía dieciocho años y éramos una familia maravillosa. Él nos trajo para acá, pero hace cinco años nos abandonó, tal parece que su secretaria veinteañera le sirve más que nosotras. —Hace una mueca despectiva y le resta importancia. Persivo que no se siente cómoda hablando del tema y decido tajarlo—. Mari ya no aguanto más, dime qué carajos te pasa —se apresura en decir y bajo la mirada a mi plato. Supongo que mi plan de evadir el tema con preguntas no ha funcionado.
—Es que no sé... No sé por dónde empezar —susurro. Ella rueda los ojos.
—Por el principio —sugiere y me penetra con la mirada. Ya ha terminado su arepa—. ¿Por casualidad tiene algo que ver con nuestro caliente jefe italiano?
Escupo el trago de agua que recién caía a mi boca y comienzo a toser. Isa me da golpes en la espalda y cuando por fin logro estabilizarme limpio las lágrimas que ruedan por mis mejillas. Mi amiga ríe, y con eso me queda claro que no está absorta de la obviedad de mi reacción.
—A ver Marianita, te follaste al jefe y ahora no quiere saber de tí ¿Es eso?
«Y bien, ya me molesté».
Me dejo caer contra el espaldar de la silla y cruzo mis brazos a la altura de mis pechos. «¿Para eso quería que le contara? ¿Para burlarse? ¿Para sacar conclusiones precipitadas?».
—Emmm, no exactamente, verás, es todo lo contrario. Franco me ha follado y no deja de mensajearme y preocuparse por mi ¿Será que se está enamorando?
Suelto sin pensar y luego de decirlo me siento como basura. Obviamente él no está enamorado de mí, es absurdo, pero no voy a darle el beneficio a Isa de que nos juzgue de esa manera. Pensé que contarle lo que me ocurría sería buena idea, pero sus palabras me han quitado las ganas de desahogarme. Acabo de comprobar que no hay mejor confidente que yo misma.
—¿Te has acostado con él? —cuestiona con un atisbo de preocupación en sus palabras. «¿Por qué parece afectada?».
—Le entregué mi virginidad, y nos gustamos.
«Basta Mariana tienes que parar».
Se suponía que nadie debía saberlo, y mírame aquí, soltándole la bomba a la persona menos indicada. Fallé al confiar en que Isa era buena persona, y no es que sea lo peor del mundo, pero hasta ahora no ha hecho más que insistir en que Franco jamás se fijaría en mí de un modo sentimental, y aunque puede que tenga razón, no me conformo con pensar de esa manera.
—¿Eras virgen? ¿Él sabe que eras virgen? ¿O sea, le confiaste algo tan preciado a Franco? —pregunta con asombro. Sus mejillas han disminuido el color y su voz suena temblorosa.
—Sí lo sabía, Isa.
—Oh, eso lo explica todo —dice con una sonrisa ladeada, lo cual me resulta irónico, casi malvado.
—¿Eso explica qué, exactamente? —arqueo una ceja y me inclino hacia adelante.
—Que por eso tanto interés, los hombres suelen obsesionarse con la virginidad de las mujeres, tampoco es para tanto —entorna los ojos y yo abro mi boca en respuesta.
«¿Por qué "mi amiga" dice esas cosas? ¿Por qué en vez de ayudarme me hunde? ¿A qué vienen sus expresiones de preocupación y molestia?». Y para esas preguntas solo se me ocurre una respuesta.
—Te mueres por él, ¿Verdad?
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💃Un baile para Franco🤑✅
RomanceMariana es una joven bailarina cubana de veintitrés años que emigró a Estados Unidos y ahora trabaja como camarera en la cafetería de su tío con la ayuda de su primo Ricardo. En Miami, conoce a Franco Rizzo, el propietario de la famosa Casa Club "Vi...